Capítulo 45

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Linette Edevane

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Linette Edevane

Un baile. Un par de votos. Una ceremonia. Una sonrisa que no era mía. Un beso que no me hizo sentir nada. Y una celebración en grande que había pedido que iluminaran con fuegos artificiales.

—Cuando lo ordene, su majestad.

Mis pulmones se llenaron de aire e inflaron mi pecho. Mi ahora esposo me sostenía la mano con fuerza y calidez mientras observaba mi rostro con ojos llenos de anhelo por saber que ahora yo le pertenecía. También lo miré y me di cuenta de que sus ojos azules como el cielo no eran ni la mitad de cautivadores como los café oscuro de Asher. Sonreí, pero no por mí o por Gerald, sino por lo que estaba a punto de decir.

—Ahora.

Fey Le Brune

En el instante en el que mis pies tocaron el césped de las praderas, pude sentir el poder corriendo por mi sistema a una velocidad incomprensible. Había tantos agujeros y muchos picos y palas tirados a su alrededor. Por todos los dioses y diosas. ¿Qué han estado haciendo con la pradera por la que solía correr libremente? Sentí que el corazón se me hacía pequeño al ver tal destrucción y sabía perfectamente que mi hermano estaba experimentando lo mismo. Lo podía ver en su rostro y en la mirada horrorizada que tenía. Oren, sin embargo, estaba furioso. Había visto más furia en los ojos de Oren desde que todo esto comenzó que cuando sus hermanas lo molestaban.

—¿Esa es la fuente? —Griffin señaló el agujero gigante que estaba en el medio a unos metros de mí.

—Sí, esa es —contestó Elián. Giró hacia mí y señaló el agujero con su lanza—. Quédate ahí todo el tiempo que necesites, nosotros te cubrimos.

—Raven recalcó que nadie tiene permitido salir de la boda de Linette —agregó Ezra, seguro de sí mismo—. Es la reina y nadie desobedecerá una orden suya, mucho menos sus caballeros.

—De cualquier modo no podemos bajar la guardia —respondió Asher y luego me observó—. Nunca falta algún caballero rebelde que se quiera pasar de listo.

Todos me dieron la espalda y los Albas copiaron la acción de Asher al desenvainar sus armas. Sabían lo que hacían a la perfección. Por última ocasión, Asher y yo compartimos miradas que nos llevaban a los dos de la seguridad y la valentía que buscábamos. Tenía tanto miedo de acercarme a la fuente y él lo notó. Asher me sujetó la mano y entrelazó nuestros dedos con fuerza. Sus atractivos ojos café oscuro me observaron atentamente con firmeza y un amor tan puro que no quise recibir porque no me sentía digna de tener. El impulso de soltar su mano y desconectar nuestras miradas casi me invadió, pero no fue hasta que Asher hizo algo que me dejó completamente helada.

—Vas a estar bien. Recuerda que luchamos juntos.

Asher tenía su frente recargada sobre la mía y sin cerrar los ojos me animaba con sus dulces palabras. Nadie más que mi madre había hecho tal gesto y me había transmitido la misma seguridad y confianza como lo hacía ella.

Lluvia de cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora