DIECINUEVE AÑOS ATRÁS
Elián Le Brune
No tenía más de cinco años de edad cuando la gran señal llegó. Pardas estaba prosperando a pesar de las terribles muertes que había sufrido luego de uno de los ataques del rey de Arahnova. Mi padre estaba al mando y mi madre se encargaba de mantener la sensatez ante el caos. Recuerdo que aquellos días fueron importantes para mí porque mi padre me dio mi primera daga. Yo estaba tan emocionado, agradecido y feliz con mi nueva daga que cuando mi madre me llevaba a recoger algodón para sus rebozos, yo me alejaba un poco para cazar a los conejos y las lagartijas que me encontraba en el camino. La primera vida que arrebaté con mi daga fue la de una lagartija escurridiza que intentaba pasar desapercibida en la corteza de uno de los árboles del bosque. El cadáver de la lagartija llegó a manos de mi madre y ella además de casi vomitar, sonrió y rio a mi lado. Aquella tarde, cuando regresábamos de la recolección de algodón, mi madre perdió la fuerza de sus piernas y tocó su cabeza con fuerza mientras cerraba los ojos.
—¡Señora Liz!
Las mujeres que acompañaban a mi madre la ayudaron a seguir caminando hasta llegar con mi padre. Ambos nos pasamos la noche entera cuidando de ella. Creímos que estaría bien al día siguiente, pero la situación solamente empeoró.
—¿Qué vamos a hacer?
—Nuestra líder no se curará a menos que exista la liečiteľ.
—Pero no tenemos una. No nació.
—Estamos perdidos.
—Los dioses están castigándonos.
Tenía cinco años de edad, pero era más valiente que cualquier niño de Pardas. Yo era el hijo de los líderes de la nación más fuerte de todo el mundo. No tenía miedo de los dioses. No temía el castigo que podían darme si me atrevía a enfrentarlos. Lo único que necesitaba era que mi madre volviera a estar sana. Fue entonces que una noche lluviosa en la que mi madre estaba rodeada de mujeres que querían curarla, salí hacia la roca de mis abuelos. Corté la palma de mi mano con mi daga y bañé el nombre de mi abuela con mi sangre. Mis plegarias comenzaron. Eran más amenazas hacia los dioses que peticiones para que mi madre se curara. El embarrar mi sangre en el nombre de la última liečiteľ que tuvo mi nación me hacía creer que de algún modo mi abuela se comunicaría con los dioses y les diría todo por lo que estábamos pasando al no tener una. La lluvia se convirtió en una tormenta con rayos que retumbaban los árboles y que iluminaban mi rostro. Hubo más viento de lo normal y de la nada ramas y hojas sueltas comenzaron a rasguñar mi rostro. Seguramente se trataba de la furia de los dioses. Quise creer que así era, pero en realidad no. Ellos no estaban molestos conmigo. Me estaban advirtiendo de algo. Avisando de la llegada de alguien.
—¡Elián!
—¡Mamá, estás de pie!
—¡Deja de rezar! ¡Ya basta!
—¡Los dioses hicieron caso a mis plegarias! ¡Estás curada!
—Mi pequeño guerrero, jamás estuve enferma.
Mi madre sonrió y me acarició la mejilla. La lluvia cesó y fue entonces que seguí su mirada hacia su barriga. Había algo diferente en ella. Era más circular. Parecía una pequeña montaña.
—Elián, desde el día de hoy serás el protector de este bebé. Te encargarás de fortalecerlo y hacerle ver que no necesita nada de nadie para crecer.
—¿Estás embarazada? ¿Tendré un hermano?
—Sí, mi niño, tendrás un hermano.
Cuando Fey nació, no estaba decepcionado por que fuera una niña, sino que me preocupaba lo frágil que podría ser al haber nacido con ese mechón blanco. Ese color blanco que destacaba de su cabello negro era una marca de muerte y de salvación. Ella era mi hermana y para toda la nación era la salvación de la muerte, pero ¿quién era la salvación de ella? Mi deber como su hermano mayor era protegerla y convertirla en una mujer fuerte. Lo hice a mi modo y a pesar de lo mucho que me llegó a odiar, no hubo segundo de mi vida en el que dejara de amarla. Una vez que Fey mostró sus habilidades con el Ílino, mi madre tuvo una visión escandalosa que tuvo que tallar en la corteza de un árbol ancho escondido en el bosque.
—¿Esto qué significa?
—No estoy segura, pero mientras lo descubrimos, necesito que cuides de Fey. Es demasiado curiosa. No quiero que se acerque a la muralla y tu deber como su único hermano mayor es asegurarte de su bienestar.
—Lo sé, pero es demasiado... rebelde. Algo me dice que me odia.
—Ella no es capaz de odiar a nadie, Elián.
Regresé mi atención a la corteza del árbol y la mujer joven que mi madre había tallado. Sus ojos estaban cerrados, pero imponía autoridad y miedo. Parecía que su corazón luchaba entre la muerte y la paz. Su mano estaba alzada frente a ella y unas cuantas raíces salían desde lo que simulaba ser la tierra.
—¿Puedes explicarme tu visión, madre?
Su pecho se infló con bastante aire y tocó la corteza lentamente. Las yemas de sus dedos estaban definiendo el rostro y cuerpo de la mujer.
—Era un ambiente lleno de dolor y caos. Coronas y flores. Parecía confundida y con miedo. No había control. Su fuerza descomunal asesinó a muchos. Lloraba lágrimas negras y su cabello era totalmente blanco. Había admiración. También había muerte. Una especie de explosión y varias flechas impactando contra algo negro provocaron que ella llorara más. Después vino esto —Tocó las raíces que había tallado en la madera—. Estoy segura de que era Ílino.
La incertidumbre estuvo acechando a mi corazón.
—¿Crees que la visión que tuviste es de...
—No quiero creerlo —Me dijo mi madre de inmediato—. Fey tiene que, no, debe de controlar el Ílino a la perfección o él la consumirá. Tu hermana tiene coraje y un corazón compasivo que en algún momento será un arma de doble filo. Necesito que le enseñes la disciplina de todas las maneras posibles, Elián. Tu padre se encargará de su valentía y su fuerza en combate. Yo me encargaré de sus habilidades. Eso es lo más importante.
—Madre, si hacemos esto que dices, Fey no será la mujer de tu visión, ¿verdad?
—Eso espero...
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Lluvia de cenizas
FantasyA Fey Le Brune siempre le han dicho que es afortunada por nacer con aquel don que le permite controlar el Ílino, una flor dorada con poderes inimaginables que es muy codiciada por la nación que alguna vez traicionó a la suya. Pardas y Arahnova han e...