Capítulo 47

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Fey Le Brune

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Fey Le Brune

—Dime qué fue lo que pasó exactamente.

—Creí que estarías con Asher.

—Griffin cuida de él —Dejé a un lado la vaina de Zyon y me acerqué más a mi hermano. Llevaba entrenando desde hace horas sin descanso alguno y, a pesar de que Oren ya había intentado detenerlo, Elián no tenía intenciones de parar—. Necesito que me digas que fue lo que ocurrió esa noche.

—Te lo explicamos cuando despertaste: La pequeña reina nos atacó.

—¿Qué fue lo que les dijo?

—Quería a tu novio de vuelta.

—Eso lo tengo muy claro, pero necesito que me digas qué ocurrió conmigo. ¿Qué me pasó?

—No lo sé. Eso deberías decírmelo tú, Fey —Soltó las dagas que utilizaba y dio algunos pasos hacia mí. Elián no estaba enojado, sino que estaba preocupado. Desde hace días que se encuentra así y no conozco la razón en concreto. Sin embargo, estoy dispuesta a saberla esta noche—. ¿Qué fue lo que viste?

—¿Qué fue lo que vi?

Asintió.

—No recuerdo nada, Elián —dije entre dientes—. ¡Lo único que sé es que toqué la excavación más grande de la pradera y que después desperté en esa cúpula contigo y Oren rezando a los dioses! ¡No sé qué pasó! ¡No tengo memoria de nada!

—¡Tú atacaste!

Hubo un abismo de silencio entre nosotros. Todo parecía negro y vacío. Elián recorrió sus manos por su cabello suelto y gruñó.

—Tú atacaste, Fey.

—No es posible.

—Cuando la pequeña reina alzó la mano para que sus hombres de hierro atacaran, tú despertaste. La tierra tembló y no sé cómo carajos alzaste una barrera que nos rodeó a todos. Era una barrera dorada y brillante, casi tan alta como la muralla de Arahnova. Tú... Tú eras... Tu cabello se tornó completamente blanco y no había nada dentro de tu mirada. Solamente corrían lágrimas negras de tus ojos. Jamás te había visto así. Oren tiene el brazo fracturado por ti...

—¿A qué te refieres?

—Se acercó a ti para huir, pero tú lo arrojaste lejos. No querías que nadie se acercara a ti. Tenías una fuerza descomunal y una expresión llena de dolor y rencor que no supe descifrar en ese momento. Nos estabas protegiendo con la barrera de Ílino que alzaste, pero otra parte de ti quería lastimarnos a todos.

—¿Yo lastimé a Ezra y a Asher?

—No, eso fue mandato de la pequeña reina.

¿Cómo era que no podía acordarme de nada de eso? Algo en mi interior sabe que lo que hice estuvo mal y por eso las lágrimas y la picazón dentro de mi nariz. Yo ya no era capaz de controlar el Ílino, ya no podía hacerlo como antes. Entonces, ¿cómo pude ser capaz de levantar una barrera casi tan alta como la muralla de piedra?

—Hiciste que recordara una de las visiones de mamá.

Alcé el rostro hacia mi hermano y pude notar el dolor y la nostalgia que albergaba su corazón. Elián nunca ha sido una persona a la que se le facilita expresar sus emociones. Siempre las guarda y cree que puede lidiar con ellas por sí solo, pero yo sé que no. Ninguna persona con corazón y cerebro es capaz de aguantar tanto dolor. Mi hermano usaba la cacería y sus entrenamientos como escapatoria, pero justo ahora ni eso es suficiente. Soy su hermana y puedo notar lo lastimada que está su alma. Está tan afectado como yo.

—¿Qué visión? —Elián se sentó y sus manos estaban cubriendo su cabeza como si no quisiera decirme nada. Respiraba agitadamente y su mandíbula estaba contraída—. Elián, ¿qué visión?

Sus ojos oscuros me observaron durante un par de segundos con la duda de si era buena idea responder lo que le pedía. Tomé asiento junto a él, en silencio, y esperé.

Lluvia de cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora