CAPITULO 9. ENCONTRADA.

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Mientras Arielle Brigth, era llevada en contra de su voluntad.
Arielle L'blank estaba sumergida en el más profundo de los sueños.
Las puertas de la habitación de oración se abrieron y Sor Juana la encontró completa mente dormida.
—Hermana Maylin. Usted se la pasó durmiendo y no cumpliendo con la penitencia. —casi gritó, y Arielle dió un salto sobre la cama.
Se puso de pie y agachó la cabeza.
—Hoy se quedará aqui encerrada y cumplirá su penitencia doble, usted no suelta el mundo, lo lleva dentro de usted. No sé que hace aquí si esta no es su vocación. Ya no saldrá del convento con las hermanas a realizar caridad.
Arielle sin pronunciar palabras solo asentía, aceptando lo que Sor Juana dictaminara con ella.
Sor Juana salió de la habitación no sin antes decir.
—Hoy tendrá ayuno. —dijo y cerró la puerta.
Arielle cayó sentada sobre la cama, suspiró profundo y pasó sus manos por su rostro.
—¿Y ahora como voy a salir de aquí? Por dios, salí de un lío para meterme en otro más grande. —decía caminando de un lado a otro.
Escuchó abrir la puerta y como un rayo corrió y se arrodilló como si estuviera orando.
—Hola chica, aquí te traje un hábito limpio para que te cambies, y un poco de comida, ahí está el baño y por favor, no dejes rastros de comida, ten. —dijo la hermana Rebeca entregándole un sándwich y una bebida.
—Gracias hermana....
—Rebeca y mi compañera es Luz.

—Mi nombre es Arielle.

—No había más nombre que ese. —dijo la hermana Luz sin que le prestaran atención
—Hermana Rebeca. Gracias por este gesto. No podré salir de aquí, estoy castigada.
—Y no podemos sacarte,  ya me voy no puedo estar mucho tiempo, cuando pueda te traigo algo más de comer.
La hermana Rebeca salió de la habitación mientras la hermana Luz vigilaba.
—¿Cómo la sacaremos si está castigada? —preguntó  la hermana Luz.
—Sor Juana la castigó dejándola ahí.
—No podemos sacarla, porque entonces nos veremos envuelta en un gran problema. ¿Dónde estará May? Me preocupa su situación ese hombre se veía muy enojado por culpa de esta inconsciente.
—Un día a la vez Luz, primero tenemos que encontrar a May para hacer el cambio, y luego liberar a esta chica.
—Me preocupa May, te imaginas la cara de ese hombre cuando vea que no es su novia.
—No me quiero ni imaginar.
—Hermana Rebeca y Luz, vayan a organizar todo para la vigilia de las monjas.
Las hermanas Rebeca y Luz se miraron y obedecieron las órdenes de Sor Juana, cada vez era imposible salir del convento y buscar a Arielle Maylin y hacer el cambio con Arielle Annastasie.
Las horas pasaron, las hermanas hicieron sus tareas y Arielle seguía encerrada en la habitación de oración.
—Me estoy volviendo loca en este encierro, no aguanto mas. ¡Saquen Me de aquí, por favor!.
Sor María estaba pasando revisión en el pabellón de las hermanas de la caridad,  escuchó los golpes en la puerta y los gritos de Arielle y miró a Sor Juana.
—¿Por qué está ahí encerrada? —preguntó mirando a Sor Juana.
—Ella aún no se desprende del mundo, estaba maquillada y muy perfumada Sor María. Por eso la dejé en penitencia.
Sor María miró a Sor Juana y reprendió su castigo.
—Sor Juana, envíela a su habitación y usted venga a mi despacho.
Sor Juana abrió la puerta de la habitación, Arielle bajó la cabeza y escuchó la orden de Sor María y fue a su habitación.
En la oficina del convento Sor Juana escuchaba las nuevas órdenes de Sor María.
—Si la hermana Maylin está en esta congregación, es por qué está teniendo un retiro espiritual, ella no está aquí para recibir los hábitos. Sus padres fueron muy claros conmigo en el ingreso de ella aquí.
—Esto no es un centro de relajación, no podemos recibir a quien le vaya mal en la vida Sor Maria, o que las cosas no les salgan según sus gustos, el convento es..
—Es un lugar de acogida y de retiro espiritual Sor Juana.
Sor Juana dejó a Arielle sin las salidas a los orfanatos y hospitales, lo mismo pasó con las hermanas Rebeca y Luz.
Los días pasaron convirtiéndose en semanas sin poder salir de ahí.
Arielle ayudaba a las hermanas Rebeca y Luz haciendo las tareas, habían forjado una gran amistad.
—¿Cómo pudiste hacer eso Arielle? Cuando su santidad se de cuenta de que el vino de consagración es refresco,  y nos descubran, nos castigan. —dijo Luz preocupada por el cambio de vino por jugo envasado.
—Necesitaba una copa de vino, nadie sabrá qué fuimos nosotras. —respondió Arielle bebiendo y brindando a Rebeca y a Luz.
—Yo nunca he fumado cigarros, y por curiosidad sustraje dos de la caja que tenía el director del orfanato cuando solíamos ir.—comentó Rebeca sacando los cigarros escondidos entre sus hábitos.
—Cuéntanos. ¿Por qué huiste de tu boda aquel día? —preguntó Luz.
Arielle contó todo lo que sucedió con lo referente a su compromiso y boda.
—No lo creo, no era gay y pobre May, dios mío. —se lamentó Rebeca.
—Salvamos a una y perdimos a la otra. —respondió Luz.
—Y ¿Quién era la hermana que se vistió con mi vestido?.
—Ella llegó aquí con el corazón todo hecho pedazos, el desgraciado ese la engañó con su mejor amiga.
—Pobre chica, y que suerte tan miserable la de ella, cruzarse en mi camino.
—Y tú en el de ella. Mírate donde estás, tu en su lugar y ella en el tuyo.
—Si, es verdad, nuestro caminos se cruzaron. —Arielle dio un profundo suspiro bebió una copa de vino y respondió aceptando su situación.
—¿Y ustedes, por qué están aquí? Espero no sea por un desgraciado que las traicionó.
—No, nosotras crecimos en el orfanato, y sentimos miedo de enfrentar al mundo, no conocemos a nadie, y decidimos ingresar a esta congregación,
—Cuando salga de aquí, ustedes se van conmigo. Estudiarán, y trabajarán, yo las ayudaré se los prometo.
—¿De verdad? Eso sería genial. Gracias Arielle. —respondió una emocionada Luz, abrazando a Arielle y a Rebeca.
Siguieron bebiendo hasta horas de la noche. Mientras Sor Juana las buscaba sin poder encontrarlas. Escuchó risas y caminó muy sigilosamente y las vio bebiendo, abrió la puerta abruptamente y las tres dieron un brinco del susto.
—Ustedes son el demonio, ¿Cómo se atreven a estar bebiendo.? ¿De dónde sacaron ese vino? ¡Respondan! —las regañó muy fuerte Sor Juana llevando las casi arrastras a las tres.
Horas antes, en la basílica el sacerdote ofició la misa y a la hora de la  congregación del vino, lo bebió, miró al público presente y luego al cáliz, probó el contenido nuevamente y habló a Sor Rosa para informarle.
Sor Rosa, salió en busca de la madre superiora para informarle lo sucedido.
—Es un sacrilegio esto que pasó. —respondió sorprendida, salió de ahí y llamó a las directoras de todas las congregaciones.
—Quiero a las responsables de este sacrilegio. —Pidió muy molesta.
Y ahí estaban las hermanas Rebeca,  Luz  y Arielle, ebrias frente a la madre superiora.
—Esto es demasiado  hermanas, ¿Cómo han podido hacer esto? —preguntó, mientras Arielle con la lengua enredada y arrastrando las palabras respondió.
—So Rita, solo bebimos un poquito así, un poquito nada más. —respondió entre risas y señalando la cantidad.
—No soy Sor rita, soy...
—Ya, ya recordé so raimunda ¿Cierto?
—Hermana Maylin, cordura por favor. —pidió Sor Juana mientras hacia gesto de negación y persignando se. Rebeca y Luz, no podían más aguantar la risa.
—Sor Juana, llevarlas a la habitación y que las otras no las vean, prepararles café y que duerman. Mañana hablaremos con ellas, cuando estén sobrias.
Sor Rosa las llevó a las tres a una habitación, les dio café las cambió de ropa y las dejó con llaves. —Sor Juana, ahí están dormidas ya.
El amanecer llegó y con el las resacas que sentían.
—Siento mucho dolor de cabeza. —se quejó la hermana Rebeca.
—Yo quiero vomitar. —Dijo la hermana Luz corriendo al baño.
Arielle estaba como si nada.
Sor Juana llegó, y las llevó a la presencia de la madre superiora.
—El castigo será que limpien las paredes de todo el convento, y después de el convento, será la basílica.
Dos semanas pasaron limpiando los pisos y las paredes de todos los pabellones. Ahora empezaron por la parte alta de la basílica y tardaron una semana y media más.
Cada día terminaban agotadas. Y muy temprano, Sor Juana las despertaba para que continúen con las labores de limpieza.
Ahora estaban limpiando la parte baja de la basílica, cada cosa pequeña o grande, estaban concentrada en sus labores cuando unos hombres vestidos  de negro llegaron, caminaron en dirección a donde estaban las hermanas.
—Buenas tardes hermanas, deseamos hablar con la madre superior.
—Ella no está en esta área. ¿Qué desea hablar con ella?
—Venimos por la señorita Arielle. Su padre envía por ella.
Arielle escuchó esas palabras y corrió a donde ellos estaban.
—Yo soy Arielle. —dijo ella.
—Tenemos órdenes de llevarla de regreso.
—Está bien, me despido de mis amigas y.....—sus palabras quedaron a medias  por qué en cuestión de segundos fue echada al hombro y sacada a la fuerza de la basílica.
—¡Oiga deja a mi amiga. ¿Qué le pasa? ¡Oiga! —gritó la hermana Rebeca, y Luz que daba golpes a uno de ellos tratando de detenerlo.
Subieron a Arielle al auto, luego los hombres lo hicieron y se perdieron de la vista de las hermanas Rebeca y Luz.
Ellas se miraron y se encogieron de hombros sin poder hacer nada por detenerlos.
—Una novia traicionada buscó refugio aquí, y la otra novia fugitiva quedó atrapada aquí. Y las dos fueron sacada de la misma forma y con vestimenta cambiada. Que destinos tan raros el de esas mujeres. —analizó Rebeca.
—Adiós estudios, adiós trabajo y adiós  vida allá fuera. —dijo suspirando con resignación, la hermana Luz.
—Pues si, así como aparecieron desaparecieron, y es mas seguro que no las volvamos a ver. —respondió la hermana Rebeca.

—Si, es mas seguro que ambas se olviden de nosotras. —dijo la hermana Luz.
Siguieron haciendo su trabajo y a esperar un nuevo castigo de Sor Juana, por la desaparición de Arielle.
 

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