CAPITULO 40. GABRIELL DESAPARECIÓ

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Gabriell subió al jets privado, se sentó y  abrochó los cinturones de seguridad y el avión levantó el vuelo.
Mirando a la nada, solo pensaba en Arielle, lejos en brazos de Enmanuell.
—¿Cómo pudiste Arielle? Jamás te perdonaré el que te casaras con otro.
Metido en sus confusiones, y los celos, no podía ver lo equivocado que estaba. ¿Cómo una mujer podía organizar una boda si estaba casada con otro?
La azafata se acercó coquetamente, y lo sacó de su distracción.
—¿Que le puedo servir señor Alighieri ? —habló con una sensualidad que no  pasó desapercibida para Gabriell, y la miró fijamente achicando sus ojos.
—¿Cuál es tu nombre?
—Nahomi. —respondió con voz seductora.
—Cuando lleguemos a Alemania, recuérdame pasar un memorándum a la administración para que seas despedida, tu trabajo es ser una aeromozas profesional, no haces  bien tu trabajo. —habló indiferente y mirando a la nada.
—Disculpe me señor...no creí que ...
—¿Te rechazaría? —completo la frase
—No...no es eso lo que quise decir.
—Sal de mi presencia.
Nahomi siguió su camino y no volvió más ante la presencia de Gabriell.
Una hora después era Isabella Murillo quin estaba sirviendo todo el alcohol que Gabriell pedía para embriagarse.
Las horas de vuelo llegaron a su fin, el avión aterrizó, y Gabriell era completa mente ebrio.
—Señor... Es momento de desembarcar. —informó Isabella.
—Ayúdame a bajar de aquí, y acompáñame a mi departamento.
—Señor yo no puedo hacer eso...ese no es mi trabajo.
—Trabajas en mi compañía de aviación, eres mi empleada y me obedeces. —ordenó.
Isabella Santiago ayudó a bajar del avión a Gabriell,  y luego lo acompañó al departamento.
El Uber llegó al estacionamiento  del edificio donde tenía su penthouse.
—Señor...ya está en el edificio de su departamento, yo vivo al otro lado de la ciudad.
—No te di orden para dejarme. ¿Tu también me dejarás?
—No señor Alighieri Pero...
—Irás  arriba conmigo. —ordenó sin más nada que decir y subieron.
Isabella sentía temor de todo lo que sucedía, nunca antes Gabriell la miró y ahora estaba ahí obedeciendo las órdenes de quedarse con el.
Tomaron el ascensor, Isabella marcó el dígito que le indicó Gabriell y subieron.
—Arielle... Arielle. —pronunciaba, abrazándose a Isabella.
—Señor...por favor.
Las puertas metálicas se abrieron y llegaron al piso, Gabriell caminó abrazado a Isabella y tontamente marcó los dígitos de seguridad de la puerta y esta se abrió.
Entraron y fue directo a su oficina, Isabella cerró los ojos, sintiendo se temerosa por todo lo que hacía Gabriell.
—Ve a la habitación de arriba, ponte cómoda...y no temas, no te voy a obligar a nada que no desees.
Isabella tomó su maleta y subió a la habitación de huéspedes y se encerró por dentro
Gabriell también encerrado cogió una botella y siguió bebiendo hasta perder la razón. Cerrando los ojos, sus lágrimas rebeldes salian sin que el pudiera contenerlas, su corazón se estrujaba cada ves que recordaba las palabras de Rebeca.

"Se fueron...si.. se fue con Enmanuell Giordano, su esposo fue, lo último que nos  dijo y salió de aquí con él..de Ahí no se a dónde mismo se fueron."

Recordó a Rebeca

"¡Se fue! Se fue..se fue...se fue Gabriell.
—Si se fueron, tratamos de detenerla pero no escuchó razones...."

Y a Luz confirmando lo dicho anteriormente. Y llegó a su mente las palabras de Arielle Brigth.

"Desea divorciarse de mi lo más pronto, no quiere seguir casado conmigo y si,  hacerlo con  ella. La buscó tanto y por fin la encontró...bueno ella lo encontró y no quiere esperar más. Se divorcia, y se casa con su Arielle y se la llevará lejos de aquí donde Tú... Gabriell no la encuentres."
"Pues se la llevará a la fuerzas para que Gabriell Alighieri, no le quite a su mujer. "

Dolían esos recuerdos, dolían y hacían sangrar su corazón, sirvió un vaso más de whisky y lo bebió de un solo sorbo y terminó estrellando el vaso en la pared.

—Maltita4 sea...¿Cómo pudiste Arielle? ¿Cómo? —gritó rompiendo el vidrio de su escritorio de un solo golpe con el puño que dió.
Sus nudillos sangraban, Pero no sentía dolor, el dolor de su alma era más fuerte que cualquier otro era algo , que eran  tan pequeño.

—Te voy a olvidar...te voy a sacar de aquí. —decía apretando los dientes tan fuerte, con  la voz rasposa y quebrada, llena de resentimientos golpeando su pecho.
Salió de la oficina y caminó arrastrando sus pies, fue a la terraza, el viento soplaba tan fuerte y frío que calaba en su pecho descubierto.
Eran las dos de la mañana, la lluvia empezaba a caer, y de pronto se hizo fuerte, calló de rodillas al suelo, y ahí apoyado sobre sus tobillos, empuñó fuerte su manos y un grito desgarrador salió de su garganta.

—¡Arielle! —pronunció su nombre y bajó su rostro al suelo, y sus lágrimas se mezclaban con la lluvia.
Isabella entró a la habitación de huéspedes, miró todo impecable, sentía nervios porque jamás había interactuado con su jefe de tal forma. Fue al baño, se duchó y cambió de ropa y se miró al espejo pasando sus manos por su cuerpo.
Estaba lista para meterse en la cama cuando escuchó el grito de Gabriell, corrió y se asomó a la ventana y lo vio, tan pronto se colocó una salida de cama y corrió bajando las escaleras para salir a ayudar lo.
—Señor...¿Por qué está aquí afuera? Puede agarrar un fuerte resfriado. Vamos. —dijo tratando de ayudarlo a ponerse de pie.
—Déjame Isabella...deja que la hipotermia entre a mis huesos y acabe conmigo.
—No señor..¿Como va a decir algo así?  Debe tener familia, esposa, hijos que se yo.
—¡Déjame! —ordenó pero Isabella no obedeció y logró arrastrarlo al interior del penthouse.
Lo sentó sobre el sofá y lo cubrió con un cobertor.
—Por favor señor, colabore, voy a preparar un té, mientras usted se cambia.
Isabella fue a la cocina mientras Gabriell cerraba sus ojos cayendo en el más profundo de los sueños.
Isabella volvió y lo vio ahí dormido e intentó quitar su pantalón mojado, forcejeo un poco y pudo lograrlo, lo acostó sobre el sofá y lo cubrió con un nuevo cobertor térmico.
Al día siguiente, Gabriell abrió los ojos muy despacio, su cabeza parecía  partirse en dos del dolor que sentía.
—¡Mmm! ¡Joder! ¿Por qué esta mujer está aquí? —Se preguntó al ver a Isabella dormida profundamente en el otro sofá, se había quedado a cuidar de que no volviera a salir a la terraza y terminó quedándose dormida.
—Levanta mujer.. ¿que haces aquí y quién eres? —preguntó moviendo la con brusquedad.
Isabella abrió los ojos abruptamente, sintió un apretón en su brazo que la levantó, y luego cayó al suelo.
—Señor...señor espere..
—¿Quién carajos te dió permiso para dormir aquí? —preguntó furioso.
—¡Habla! —gritó.
—Señor...yo...yoo.. —tartamudeo dando un salto del susto por el grito de Gabriell.
—¿¡Tu que mujer!? Responde. ¿Cómo entraste a mi casa?
—Usted señor...usted.
—Debí estar muy ebrio para pedirte semejante cosa.
—Pues si...lo estaba y de no ser por mi en estos momentos estaría muerto por la hipotermia, eran las dos de la mañana y usted ahí afuera acostado en ese suelo frío y con la lluvia torrencial que caía sobre usted. —explicó Isabella cuándo se miró los pies descalzo y llenos de sangre.
—¡Por dios! ¡Mi bebé! ¡Señor mi bebé! —gritó desesperada, llevando se las manos a su vientre. Gabriell la miró y la ayudó a sentarse tomó el teléfono y marcó el número de emergencias.
—Tranquila, ya vienen en camino.
—Dame el número de algún familiar para que vengan por tí.
—No tengo a nadie en este país señor. Toda mi familia es de Florencia.
—¿Imagino que el padre de tu hijo  también?
Isabella bajó la mirada, y su corazón dolió al escuchar esa pregunta.
—Mi hijo es solo mío señor...el padre murió.
El sonido del timbre llamó la atención y Gabriell abrió la puerta, los paramédicos entraron, valoraron el estado de Isabella y la pusieron sobre una camilla para bajarla y llevarla al hospital más cercano.
—Gracias señor..
—Me cambio y voy contigo mujer.
Gabriell se puso una camisa lo más rápido que pudo y y salió tras la ambulancia.llegaron al hospital donde fue ingresada Isabella.
Una hora después el Galeno salió con noticias a quien creyó era el padre del bebé.
—Señor.. su esposa está muy delicada, tiene principio de aborto, tiene que estar en reposo. —dijo el médico y Gabriell se aclaró la garganta.
Recordó el mal entendido que el doctor tuvo con Arielle y no lo aclaró.
Pero ahora no estaba dispuesto a seguir el juego de  la confusión.
—No es mi esposa doctor, es ....es una conocida, mas bien mi empleada.
—Disculpe señor...
—Alighieri... Gabriell Alighieri.
—Señor Alighieri, la señora Isabella, hizo un esfuerzo muy grande, lo que le causó un leve desprendimiento de la placenta, necesita reposo absoluto, por favor me facilita un número de contacto de un familiar de la señora, necesita que alguien esté al pendiente de ella.
Gabriell se pasó las manos por su cabello frustrado por como fue a estar en ese enredo. Suspiró profundo y se ofreció a cuidar de Isabella.
Pues se sentía culpable por el esfuerzo que hizo para mantenerlo con vida dentro de departamento.

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