CAPITULO 22. SORPRESA

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ARIELLE L'BLANK
Arielle llegó a la hacienda, Gabrielle estaba en su oficina cuando la vio subir y dar un traspié. Las bolsas que llevaba en sus manos cayeron y Gabriell corrió a ayudarla.
—¿Estás bien mi bonita? ¿Bebiste?
Arielle lo miró y se carcajeó.
—Me gusta el vino, en el convento me castigaron por robar el vino de la congregación. Por eso no pude salir el día después de la boda.. fallida. —habló arrastrando las palabras.
—Vamos, te llevaré a la habitación. —dijo Gabrielle tomándola en brazos y subirla hasta el baño.
Se quitó la ropa,  luego la de  ella y se sumergió juntos en la bañera.
Arielle sentada entre sus piernas y su cabeza tirada sobre el pecho de Gabriell, mientras el acariciaba sus senos.
—¿Te arrepientes de haber echo esa travesura, ser castigada y no poder escapar.?
Arielle se giró, se puso a horcajadas sobre él y enredó sus brazos a su cuello.
—Nunca me voy a arrepentir de haberme arrepentido ese día, de esa boda, fue la mejor locura que cometí, porque si el final de esa locura es el inicio de otra locura entre tus brazos la voy a repetir en la próxima vida y en las siguientes.
—Yo no traicioné a nadie, me vendaron los ojos y creí era un juego de Arielle, después descubrí el juego de Katherine y todo se arruinó.
—¿Y te duele esa ruptura.? —preguntó Arielle sintiendo una presión en su pecho.
—Dolió en su momento, Pero ahora no se que decirte, solo se que no quiero que tú nunca te vayas de mi lado.
Arielle apretó sus labios formando una delgada línea en forma de sonrisa, no era la respuesta que esperó, cerró los ojos y se abrazó a él.
—Hazme el amor, hazme tuya, quiero grabar me en tu piel ya que en tu corazón no puedo. —habló Arielle arrastrando las palabras y cerrando los ojos durmiendo se en su regazo.
Gabrielle se levantó con ella en brazos y la llevó a la cama.
—Estás grabada en mi corazón, no se por que dije eso, pero te amo mi caprichosa hermosa. —habló Gabrielle mirando y acariciando su rostro. Dejó un beso en sus labios y se acostó a su lado.
A la mañana siguiente, Arielle despertó y recordó las palabras de Gabrielle, se levantó muy despacio se vistió y salió de la habitación.
—¿Va a desayunar en el jardín, señora? —preguntó María.
—No, voy a cabalgar. —respondió sin mirar. Caminó a pasos largos y llegó a las caballerizas.
—Franco, prepárame un caballo por favor. —ordenó y Franco lo hizo, entregó el caballo y Arielle lo montó y salió de los límites de la hacienda.
Llegó a un lugar solitario quitó su ropa y se lanzó al agua.
En su mente retumbaban las palabras de Gabrielle.
"Dolió en su momento, Pero ahora no se que decirte." —pensó, aún la amas, si la buscaste en ese convento es por que la amas. —Se dijo así mismo. Salió y se sentó en una roca miró sus pies en el agua mientras los movía.
—Mi hermosa sirena. —escuchó la voz de Gabrielle,  cayendo al agua y Gabrielle tras de ella.
La agarró por  la cintura y la atrajo a su pecho.
—Te amo mi mujer bella. Eres mía y lo serás en esta y en mis próximas vidas, y si no me quieres, te seguiré y te volveré a secuestrar siempre.
Arielle parpadeó al escuchar sus palabras.
—¿Estas seguro de lo que dices sentir por mi.? Anoche no sabías que decir.
—Perdóname, no supe expresarme, después me di cuenta de cómo lo dije y lo que podías entender, y comprendí mi error, y cuando desperté y no te encontré, sentí temor de no volverte a ver.
—Gabrielle....—sus palabras fueron silenciadas cuando el acunó su rostro, acercó el suyo rozando las puntas de sus narices.
—Te amo Arielle.. te amo y eres la única dueña de mi corazón.
Gabrielle unio sus labios a los de Arielle y ella respondió a ese beso dulce, un beso diferente a los anteriores.
Gabrielle la miró a los ojos y dejó besos en sus labios.
—Soy tuyo. —dijo, cogió sus manos y la puso en el lugar de su corazón.
—Aqui estás tú Arielle, y nadie, escúchame bien, nadie más que tú serás la dueña de mi corazón.
Arielle se abrazó a él y respondió aceptando lo que también sentía por él.
—Gabriell, también te amo, también eres el dueño de mi corazón, no existe nadie más que tu. Eres mío, solo mío.
—Y tu mía, mi hermosa, solo mía mi mujer. ¿Quieres ser mi novia,? —preguntó mirando sus ojos.
—Acepto, acepto ser tu novia. —respondió sin pensar y sellaron su amor con una promesa.
Arielle y Gabrielle se entregaron nuevamente al amor que ahora aceptaban sentir, se amaron sintiéndose en la piel y grabándose cada uno en ellas.
El atardecer llegó, Gabrielle y Arielle salieron del agua y volvieron a la hacienda. Ahora cada día se sentían más unidos en uno con el otro.
—Señora Alighieri, esta noche tiene una cita con su esposo. —dijo María el ama de llaves.
—La espera esta noche en el jardín.
—Dígale que ahí estaré.
Las horas pasaron Arielle se duchó y se arregló el cabello, un sutil maquillaje y se puso un vestido blanco amplio que llegó a los tobillos, , se miró al espejo y dió el último toque en sus labios.
Salió de la habitación y bajó las escaleras. Caminó y fue al jardín que estaba decorado con luces y flores del campo. Arielle caminó y el viento revoloteaba su cabello. Gabrielle la miró embelesado  sonriendo con las manos en sus bolsillos. Dió unos pasos y extendió su mano. Arielle la tomó y sonrió, caminó y el la agarró por la cintura, la atrajo a su pecho y besó su cuello.
—Estás hermosa mi vida. —susurró a su oído.
—Y mi novio no se queda atrás.
Gabriell abrazó a Arielle desde atrás de su cintura, besó su cuello, ella se giró quedando frente a él.
—Todo está hermosamente maravilloso.
—Lo hice para tí. Y siempre será asi.
Arielle unió sus labios a los de Gabriell y el profundizó ese beso.
—Ven, te tengo una sorpresa. —dijo Gabriell caminando a las caballerizas.
Llegaron y le mostró el potrillo que había nacido mientras ellos estaban de paseo.
Arielle se llevó las manos a su boca de la emosión de ver el animalito.
—Que hermoso es, yo esperando poder estar presente cuando sucediera y el se adelantó.
—Es tuyo. —dijo Gabriell.
Arielle lo miró y sonrió. Se puso de pie y se abrazó a Gabriell.
—Gracias mi amor, es hermoso. Me encanta.
—Me alegra verte feliz y sonreír. Vamos.
—Gabriell y Arielle llegaron nuevamente a la mesa, Gabriell arregló la silla y se sentó para cenar.
La cena pasó, sirvió champagne y ofreció la copa a Arielle.
—Vamos a brindar.
—¿Por qué brindamos?
—Por nuestro futuro,  por nuestro amor.
Gabriell se puso de rodillas sacó una caja roja de su bolsillo y la abrió.
—Arielle L'blank, ¿Aceptas ser mi esposa?
Arielle mordió su labio inferior y cerró los ojos sintiendo su corazón latir tan fuerte.
Se puso a la altura de Gabriell y lo miró a los ojos.
—Ya soy tu mujer, ahora acepto ser tu novia, tu prometida y después tu esposa.
Gabriell puso el anillo en el dedo de Arielle y dejó un beso en su mano.
La miró a los ojos y acunó su rostro entre sus manos.
—Te amo. —dijo sobre sus labios.
—Y yo a tí, mucho más.
Gabriell se puso de pie y ayudó a  Arielle a hacerlo también.
Después de un tiempo volvieron al interior de la hacienda y Gabriell la tomó en brazos para subir con ella a la habitación, donde un camino de prendas fue quedando tras ellos y se entregaron al amor.
Los días pasaron, Gabriell realizaba trabajo junto a Franco y los demás vaqueros.
Arielle seguía saliendo y compartiendo tardes y preparando los detalles para la fiesta de los hacendados de la región.
Arielle paseaba por los campos mirando cada cosa que le fascinaba y de pronto a su mente llegó el recuerdo de las hermanas Rebeca y Luz, recordó la promesa que les hizo, y miró a Gabriel, y fue a donde se encontraba inspeccionando su trabajo.
—¿Falta mucho mi vida? —preguntó, Gabriell la miró y la abrazó.
—Falta poco, Pero dime. ¿Que pasa?
—Amor, necesito ir a Roma.
—¿A Roma.?  —preguntó Gabriell sintiendo curiosidad.
—Si, hice una promesa y quiero cumplirla.
—¿Cuando quieres ir?
—Cuando el helicóptero esté libre.
—¿Cuánto tiempo te quedarás?
—Depende de la decisión que tomen Rebeca y Luz.
—¿Rebeca y Luz? —preguntó.
—Si, ellas son mis amigas monjas, están en el convento por que no tienen dónde vivir,  ellas crecieron en el orfanato y yo prometí ayudarlas.
—Voy a extrañarte.
—Y yo más, no tardaré mucho. Lo prometo.
Tres días después estaba Arielle llegando al convento, vio a las hermanas hacer su trabajo como lo hacían siempre, riendo y hablando, el eco de los tacos de las botas retumbaban dentro de la basílica cuando escucharon esa voz y se giraron de una
—Todo muy limpio hermana Rebeca, hermana Luz.
—¡Arielle! Volviste, que hermosa estás. —dijo Luz muy emocionada.
—Creí que te olvidarías  de nosotras y no volvería. —dijo Rebeca uniéndose al  abrazo de Luz y Arielle.
—Vine por ustedes. Claro si aún tienen deseos de salir de aquí.
—Yo encantada dijo Rebeca.
—Vamos...hablaremos con la madre superiora. —respondió Luz.
—Mientras ustedes arreglan aquí todo, yo voy a ver a mi familia.
Arielle salió de la basílica para ir a la mansión L'blank  mientras Rebeca y Luz corrieron hablar con la monja superiora.
El auto se estacionó frente a los portones de la mansión y Arielle bajó del vehículo. Se encaminó al jardín donde estaban reunidos todos como si supieran que ella llegaba.
—¡Hola familia! —dijo llamando la atención de todos.
Julianne fue al encuentro de su hija al igual que Jordan.
—¿Te encuentras bien hija mía? —preguntó Jordan al verla.
—Mejor que nunca Padre.
La tarde pasó compartiendo las anécdotas de Arielle en la hacienda y lo que ellos vivieron después de la boda.
—Un escándalo más no me afecta, nunca me a afectado ese tipo de comentarios.
—Los Giordano no guardan rencor, seguimos siendo amigos y socios. —dijo Jordan.
—¿Te volverás a ir hija? —preguntó Jordan.
—Si padre,  tengo que preparar mi boda que será en la hacienda... yo enviaré por toda mi familia cuando sea el momento.
El teléfono de Arielle sonó y vio el número que Rebeca le había dado.
—Dime Rebeca. —contestó Arielle.
—Ven por nosotras cuando desees.
—Muy bien, mañana en la mañana.
Arielle colgó la llamada y salió a ver a Rachel.
Estaba feliz, había vuelto a su lugar donde creció Pero una parte de ella deseaba tanto volver pronto a la hacienda.
Llegó a la mansión Parisi y le dieron paso, dejó el auto en el estacionamiento, caminó y tocó la puerta, y estás se abrieron.
—¡Aaaah! Volviste. —gritó Rachel al verla entrar como siempre lo hacía.
Arielle y Rachel se abrazaron ante la atónita mirada de Doménico.

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