CAPITULO 18. UNA OPORTUNIDAD PARA AMAR

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Enmanuell vio salir a Arielle sin pronunciar palabras, dió un fuerte golpe en el escritorio y caminó de un lado a otro, pasándose las manos por su rostro.
—Grandísimo imbécil que soy. ¿Cómo fui a decirle eso?
Salió de la oficina y a lo lejos vio que se alejaban Arielle y Doménico.
Sintió un estrujón en su corazón ver cómo reían. Fue a las caballerizas y luego a los corrales, todos lo vieron de muy mal humor, y nadie dijo ni pronunció palabras.
—Tomás, prepárame un caballo. —ordenó y Tomás lo hizo casi de inmediato.
—Corre como perrito faldero, también limpia su frente para que no se noten sus cuernos. —dijo con sarcasmo Vittorio y Enmanuell escuchando lo que dice, se acerca lo agarra por el cuello y lo enfrenta.
—¡Vuelve a repetir lo que dijiste, imbécil! —habló apretando los dientes mientras los otros vaqueros miraban. Vittorio reía sarcástico sin responder.
—Estás despedido, no quiero volver a verte por mis tierras.
Enmanuell dió un solo golpe y lo tiró al suelo, Vittorio se puso de pie y respondió al golpe de Enmanuell partiendo su labio, y terminaron dándose golpes hasta que Tomás y otro vaquero lograron separarlos.
—Ya Enmanuell, tranquilízate hombre. —dijo Tomás
Enmanuell salió de los corrales y entró a la hacienda, fue al baño y lavó su herida, cambió su ropa y fue a la cocina, vio la cesta con lo que Arielle había pedido y olvidó por lo furiosa que salió.
—¡Joder! —renegó, tomó la cesta y fue a dónde Tomás tenía el caballo listo para cabalgar.
Subió al caballo y salió para encontrarse con Arielle y Doménico.

Arielle después de salir furiosa por la discusión que tuvo con Enmanuell fue donde estaba Doménico. La vio acercarse con los ojos enrojecidos y se adelantó para saber.
—¿Que te pasó Arielle? ¿Por qué lloras? ¿Discutieron?
—Es un imbécil. ¡Lo odio!.  —dijo apretando los dientes.
—Tranquila, vamos así te despejarás, un poco y no es novedoso tu descubrimiento. Dijo cogiendo su mentón y enjugando sus lágrimas.
Todos vieron la escena entendiendo todo mal.
—No creo que yo sea una buena compañía, mejor lo dejamos para otro dia. —dijo Arielle.
—No, nos vamos y así te distraes.
Arielle y Doménico subieron a los caballos y se alejaron. Cabalgaron por muchos lugares, mirando los sembríos de diferentes clases de  uvas, miraron los caballos galopar a lo lejos y siguieron hasta llegar a la orilla del  lago.
—Olvidé la cesta. —dijo Arielle.
—Tranquila, aquí Tomás me dió la idea y los implementos necesarios. —respondió Doménico mostrando la caja con las carnadas y ganchos para pescar.
—¡Oh!... Vaya.. nunca antes lo hice. —dijo Ariel muy emocionada.
—Me creerías si te digo que yo tampoco lo hice antes..
—¿En verdad? La próxima ves que vengas trae a Rachel, estoy segura de que seremos buenas amigas.
—Lo se, y si, la próxima vez no le hago caso a Enmanuell. Traeré a mi terroncito de azúcar.
Arielle se carcajeo al escuchar decir a Doménico ese apodo a Rachel.
Doménico preparó los anzuelos y lo lanzaron al lago.
—A ver quién tiene suerte de principiante. —dijo Doménico.
—Asi es, veremos quién pesca  primero.
Los minutos transcurrieron cuando Arielle sintió un jalón en el anzuelo.
—¡Ayyy! Creo que yaaaa... Yaa..uno... Uno, Doménico. —gritó emocionada, y Doménico dejo el suyo y corrió a dónde estaba Arielle. Le ayudó a enrollar el  anzuelo y el pez los mojó al momento de sacudir su cola.
—¡Aaah! Jajaja. —la risa de Arielle y Doménico eran fuertes y espontáneas que la escuchó Enmanuell. El se acercó y los vio, lo que el entendió y lo que vió fue un abrazo de parte de Doménico a Arielle y no sacar un pez.  Enmanuell apretó los dientes tan fuerte que su mentón se marcó, apretó las riendas del caballo que relinchó y eso les llamó la atención de Arielle y Doménico.
Enmanuell se bajó del caballo y caminó con la cesta,  miró a Doménico con el ceño fruncido y luego a Arielle.
—¿Que te pasó Manu? No me digas que chocaste con la puerta. —dijo Doménico sin esperar la respuesta que Enmanuell dio mirando a Arielle.
—Esto es por tu culpa Arielle, te pedí que fueras discreta con tus salidas y aventuras,  no lo hiciste, todos en la hacienda están hablando de mi.
Arielle lo miró y recordó todas las palabras que le dijo dentro de la casa, lo miró y achicó los ojos.
—Si crees que soy culpable de tu mal humor, y de andar dándote de golpes con los vaqueros, pues no te preocupes, que mañana me voy de aqui con Doménico y quedarás libre de habladurías por mi culpa.
Doménico vio el cruce de miradas furiosas  entre Enmanuell y Arielle y decidió dejarlos solos.
—Bien señores, en peleas de marido celoso y mujer inocente, no cabe el tercer supuesto culpable, ahi arranquen se la ropa si desean Pero no quiero estar más  aqui. —dijo Doménico montando su caballo y saliendo del ring de palabras y miradas entre Arielle y Enmanuell.
Enmanuell miró a Arielle y se acercó a ella.
—De aquí te vas cuando yo quiera, no cuando tú decidas. ¿Entendiste?
—Deten me si crees que puedes o si te crees con derechos sobre mi.
Arielle dió la vuelta para ir donde estaba el caballo y Enmanuell la siguió.
—A mi, no me dejas hablando solo. —dijo agarrándola por la cintura cuando intentó subir al caballo y callendo ella sobre él de espalda, Enmanuell se giró quedando sobre ella, sostuvo sus manos por encima de su cabeza y una de sus piernas en medio de las de ella.
El pecho de Arielle subía y bajaba agitado, la cercanía de Enmanuell era tan próxima que sus alientos se mezclaban, sus miradas se encontraron, Arielle pasó su lengua sobre sus labios, haciendo que ese acto encendiera un fuego dentro de Enmanuell, el bajó la mirada a esa boca entreabierta y luego a sus ojos.
Enmanuell poco a poco fue bajando hasta unir sus labios a los de ella, dió un roce y poco a poco fue profundizando y explorando su cabidad  bucal, sus lenguas se enredaban, él mordió suavemente sus labios, uno, luego el otro, y suavemente su lengua, ella respondió a ese dulce e inconscientemente deseado beso, separándose  por la falta de oxígeno en sus pulmones. Arielle sentía una sensación electrizante recorrer su cuerpo, al igual que Enmanuell, el no estaba diferente a sentir lo mismo que ella y la miró fijamente a los ojos.
—Arielle. —pronunció susurrante y nuevamente se perdieron en un beso mucho más urgido y apasionados, Arielle enredó sus dedos en el cabello de Enmanuell sintiendo la fuerza con la que  restregaba su miembro sobre ella.
Doménico se alejó de ellos quedando al pendiente de que Enmanuell en su rudeza no hiciera llorar nuevamente a Arielle, se quedó escondido a lo lejos y  al ver la intensidad del momento se alejó con una enorme sonrisa en los labios.
—Ya caiste hermano, ya caiste sin darte cuenta, a pesar de proteger tanto tu corazón, ya lo entregaste, ahora sí serás feliz. —se dijo mientras se alejó.
Enmanuell se perdió nuevamente en ese beso, bajó por su cuello y llegó a su pecho y fue abriendo su blusa hasta dejarla toda abierta.
Arielle se separó agarrando sus manos y lo miró.
—Enmanuell no, yo... yo....aún no me siento preparada a dar este paso.
—Está bien, se que todo este tiempo a Sido de mucha tensión entre nosotros, empezamos de atrás para delante. Vamos a tener citas, a salir de paseos, a conocernos, vamos a darle una oportunidad a esto que tenemos y construyamos algo fuerte basado en la confianza y se fortalezca en el amor. ¿Aceptas? ¿Aceptas darnos una oportunidad?
Arielle sentía su corazón acelerado, se escuchaba así misma, parpadeó, tragó el nudo en su garganta, y pudo articular palabras.
—Enmanuell, ...
—¿Aceptas? Solo tienes que decir si, o no, y te prometo que si dices acepto, trabajaré duro cada día para conquistar tu corazón, y si dices que no. Mañana mismo voy a dejarte al convento.
Arielle sintió un estrujón en su estómago, sentía miedo de aceptar intentar nuevamente una relación, sentia que era demaciado pronto, Pero recordó que Gabriell no hizo lo imposible por comunicarse con ella durante el tiempo que estuvo fuera antes de entrar al convento.
—Tengo miedo de salir lastimada nuevamente. —Dijo Arielle mirando a Enmanuell.
—Tambien salí lastimado, y no te imaginas cuanto me costó reparar mi corazón, y ahora siento que estoy listo para abrirlo nuevamente a la posibilidad de amar, y quiero intentarlo contigo.
Arielle sonrió apretando sus labios y terminó aceptando.
—Está bien Enmanuell, por  alguna razón el destino hizo que aquel día estuviera en ese cuarto de baño duchando me, y llegara alguien y se llevara mis hábitos y dejara ese vestido de  novia y me confundieran tus hombres  con la novia fugitiva. A pesar de que me jure a mi misma no volver a creer en el amor, voy a intentarlo nuevamente contigo.
—No te voy a fallar mi bonita, lo prometo, aquí en medio de esta hermosa naturaleza te hago esta promesa.
—Y yo te prometo que no te faltaré jamás,
Unieron sus labios sellando esa promesa de no herirse jamás, fue un beso tierno e intenso .
Después de un rato continuaron caminando hasta encontrar un árbol donde diera sombra, y  poder comer lo que había en la cesta que Enmanuell había llevado.

CAMINOS CRUZADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora