Gabriell la tomó por la cintura y atrapó sus labios, la levantó en brazos y entre besos llegaron a la cama.
La puso sobre las sábanas blancas, la miró, quitó la férula y empezó a besar la punta de sus dedos. Subió a sus piernas abrió cada botón de su vestido dejando sus pechos al descubierto,
Recorrió su cuerpo con la mirada, quitó las pantys y la dejó completamente desnuda, pasó su dedo índice por su vientre haciendo un círculo sobre su piel ardiente.
Arielle mordía su labio inferior mientras empuñaba las sábanas.
Gabriell abrió sus piernas, y pasó su dedo medio por su húmeda abertura, la miró fijamente y se llevó el dedo a su boca saboreando ese néctar que deseaba beber .
Empezó nuevamente a besar sus piernas, dejando un camino de besos húmedos y mordidas suaves en ellas.
Llegó a su entrepierna, abrió sus pliegues y deslizó su lengua.
—¡Aaaash! Gabriell. —dijo entre gemidos fuertes, mientras agarraba sus cabellos. Gabriell succionó su punto sensible dando descargas electrizante en todo su cuerpo, Arielle sentía su corazón salir por su boca, se escuchaba ella misma sus latidos.
Gabriell siguió lamiendo y succionando mientras sus dedos jugaban con sus pequeños pezones. Apretaba sus pechos, las penetraciones que hacía con su lengua eran cada vez más exitante por que se enredaban entre sus pliegues
Arielle sintió estremecer su cuerpo, estaba experimentando un placer que jamás antes sintió.
Su vientre se contrajo y sus piernas se tensaron y su cuerpo se estremeció.
Gabriell fue consiente de que estaba teniendo un orgasmo y mientras el introducía su lengua su dedo jugaba en su punto que la hizo llegar al cielo.
—¡Aaaagh. Gabriell, Gabriell. —pronunció ente fuertes gemidos y contracciones en su vientre.
Gabriell bebió de su manantial, subió por su vientre dejando besos húmedos , llegó a sus pechos y bebió como un hambriento de ellos, subió por su cuello y llegó a su boca entreabierta y jadeante, besó sus labios succionó suavemente su lengua y la suya se enredó con la de ella.
Mordió sus labios, uno y luego otro.
Se posesionó entre sus piernas, su mástil ya no soportaba más la espera. se apuntó en su entrada, sintió su estrechez y la miró a los ojos.
—Por qué no me lo dijiste. —susurró sobre sus labios.
—Lo deseo, y mucho. —respondió ella jadeante y sudada.
—Si quieres que me detenga en algún momento, me lo dices.
—No quiero que te detengas, hazme tuya, lo deseo, lo deseo tanto.
Gabriell besó sus labios y profundizaron ese beso cargado de un sentimiento que aún no estaban seguros de sentir.
—Te deseo tanto Arielle, eres mia mi bella, solo mia.
Entre besos y caricias se fue adentrando poco a poco hasta romper esa barrera que estaba destinada a ser derrumbada por él, un movimiento más y estuvo completamente dentro de ella, se quedó quieto para que se adapte a su tamaño.
—Cuando estés lista, me lo dices.
—Mmj. —gimió ella mirándolo fijamente y uniendo sus labios.
Arielle empezó a moverse en señal de que deseaba ser completamente poseída por ese hombre que cada día y con cada atención se hizo desear tanto como lo estaba haciendo.
Gabriell la penetraba despacio y profundo, y en cada embestida ella se estremecía, clavaba sus uñas en esa ancha espalda de su deseado hombre.
Sus gemidos eran fuertes y su boca entreabierta y jadeante era señal del placer que sentía.
Gabriell poco a poco aceleró las embestidas, y sus cuerpos eran perlados por el sudor.
El besó sus labios, su cuello y llegó a sus pechos mientras se adentraba en ella, cada ves más profundo.
Arielle sintió estremecer su cuerpo, sus piernas temblaban y se entregó nuevamente a esa fuerte sensación electrizante del orgasmo.
—¡Ooooh!, Gabriell. —pronunció su nombre una vez más. Gabriell sintió su cuerpo estremecer mientras la embestía, y terminó corriéndose dentro de ella.
—¡Ooooh! Mi bella mía. —dijo cerca de sus labios, dejando besos en ellos mientras la miraba a los ojos.
Se dejó caer sobre su pecho, su respiración era agitada y poco a poco volvió a la normalidad.
Gabriell jugó con uno de sus pezones mientras ella acariciaba sus cabellos.
Ninguno de los dos dijo nada, cada uno metido en sus pensamientos, ella deseando que solo en ese momento fuese suyo en cuerpo y pensamientos.
El, con sentimientos encontrados, no sentía arrepentimientos, cuando pensó en Arielle, su prometida.
Hizo suya a esta Arielle, más libre y espontánea, sin espera de un compromiso y ataduras, se entregó a el dándole su primer beso blanco.
Sin darse cuenta se dejó llevar por los brazos de Morfeo, Arielle tomó ese silencio como un arrepentimiento de su parte, lo vio, durmiendo y sigilosamente se zafó y se envolvió en una sábana recogió su ropa y fue a su habitación.
Fue al baño se duchó sintiendo aún, cada beso, cada roce, cada caricia que Gabriell le dió.
Salió del baño se vistió y bajó al jardín, caminó despacio, su pierna no le permitía tanto, se abrazó así mismo y caminó hasta llegar al puerto de madera. Dió alimentos a los cisnes mientras sus pensamientos eran un caos. No sé arrepentía, se entregó en cuerpo, alma y deseo.
—Señorita, tome esta manta, la noche está fría. —le llamó la atención Tomás.
—Gracias Tomás. —dijo sonriendo.
—Usted le hace bien al joven Gabriell, desde que su novia lo dejó se encerró aquí hasta que le dijeron que estaba en un convento, fue por ella y regresó con usted, eso le cambió, ahora es más alegre, y sonríe .
—Pronto me iré Tomás, en cualquier momento el encontrará a su novia y no quiero estar aquí para cuando eso suceda.
—Ojalá nunca aparezca señorita. —dijo sonriendo y marchando se.
Arielle lo vio irse y suspiró profundo.
—Ojalá nunca aparezca. —se dijo así mismo en un susurro, se giró y siguió lanzando granos al agua.
Gabriell se removió en la cama, la buscó entre dormido y no la encontró, se levantó, se puso una camisa y fue a su habitación, tocó y no recibió respuesta, abrió la puerta y no la encontró. Se asomó a la ventana y la vio a lo lejos.
—¿Que haces Arielle.? Te vas a resfriar. —dijo saliendo de la habitación para ir a dónde estaba ella.
Se puso un pantalón de chandal y bajó, llegó cerca de ella y....
—Te vas a resfriar. —dijo sin más, causándole un susto a Arielle que terminó callendo al agua.
Gabriell corrió a lanzarse y rescatarla.
—Tranquila, aquí estoy, tranquila mi bella mía. —dijo al mirarla a los ojos.
—Debiste decirme que te acompañe.
—No quería molestar.
—Nunca me molestaría.
Gabriell salió del agua con ella y la llevó dentro de la hacienda.
—Tranquila, quitaré tu ropa porque pescarás un resfriado. —dijo el cargando la a su habitación.
—Aquí no tengo ropa. —dijo ella sonriendo.
—Esa es la idea, no tenerla. —respondió sonriendo. La dejó en la cama y salió para ir a la cocina y preparar un té caliente.
Cuando volvió la encontró con una de sus camisas puesta y secando su cabello.
—Ten, esto te evitará el resfrío. —ofreció el.
—Gracias. —respondió recibiendo la bebida.
Bebió el té, se despidió para ir a su habitación.
—Muchas gracias, está muy rico, me iré a dormir, tú descansa.
—¿No te gusta mi habitación.
—No es mía. —respondió recorriendo la con la mirada.
Arielle salió de la habitación y fue a la suya, no podía seguir ahí entre las cosas que Gabriell tenía para su desconocida rival.
Se acostó y se metió bajo los cobertores, empezando a estornudar.
Gabriell la vio salir de la habitación, quiso detenerla. Pero no lo hizo, se detuvo y lo que el creyó fue desinterés de su parte. Se acostó en su cama, y empezó a recordar cada beso y caricia, su piel, sus ojos sus labios. Daba vueltas en la cama se levantó de la ahi y caminó hasta la puerta decidido a ir a verla, Pero se quedó con la mano en el pomo.
—¿Por que su indiferencia conmigo.? ¿Será que se arrepintió.? Ay mi alma. No sé que me pasa contigo. Pero no sales de mi mente.
Volvió a la cama pretendiendo dormir sin poder lograrlo. Se decidió, salió de la habitación y fue a la de Arielle, tocó y no respondió, abrió la puerta y la vio envuelta en el cobertor bañada en sudor.
—Mi bella, ¿Que te pasa? Estás ardiendo en calentura. Tranquila mi alma, todo estará bien.
La tomó en brazos envuelta en el cobertor y bajó con ella, salió de la hacienda, la subió en la camioneta y fue tan rápido como pudo al hospital.
Llegó y se estacionó.
—¡Un médico por favor! —pidió a gritos mientras el corría con ella en brazos.
Los médicos la recibieron y la atendieron, Gabriell pasó la noche entera en el pasillo, descalzo y con frío.
La mañana llegó, Arielle abrió los ojos desorientada, miró y se encontró en un lugar desconocido.
—Buenos días señora Alighieri. ¿Cómo amaneció hoy? —preguntó un médico.
—¿Que me pasó?
—Su esposo la trajo en la madrugada con una temperatura muy alta.
—Por dios. ¿Gabriell se fue? —preguntó al no verlo hay.
—Está esperando que pase la revisión médica, Pero se la pasó toda la madrugada esperando su recuperación.
El Galeno hizo pasar a Gabriell y Arielle lo miró despeinado, y descalzo.
—Gabriell, ¿por qué no volviste a la hacienda.? Mira como estás.
—No podía dejarte sola.
—Gracias, gracias y disculpa la molestia, creo que llegó la hora de tener que volver, te doy muchos contratiempos.
Gabriell se acercó a ella acarició sus cabellos y la respuesta que le dió no la esperaba Arielle.
—No te vallas, no deseo que te vayas, quédate a mi lado mi bella. —susurró muy cerca de sus labios.
Arielle lo miró fijamente, su corazón latió fuerte por la emoción y no lo demostró.
—¿Estás seguro de que me deseas a tu lado?—No lo deseo. Lo quiero y necesito. Te quiero a mi lado. Será con las condiciones que tú quieras.
Arielle apretó los labios formando una fina línea en ellos.
—No tengo condiciones, o mejor si, una. Que me lleves de paseo en ese bote cada atardecer.
—Mmm, será difícil cumplir esa petición.
—¿A si? Pues entonces yo, me voy.
Rieron y esperaron a que el médico fuera la orden del alta.
Arielle L'blank y Gabriell Alighieri volvieron a la hacienda para vivir una aventura amorosa, sin compromiso, disfrutando de la pasión que sentían en cada entrega que tenían.
Compartiendo cada día no solo el trabajo de la hacienda que era un gusto que tenían en común. Sino también la habitación, entregándose cada noche al placer que alimentaba ese sentimiento que aún no se habían dado cuenta que sentían el uno por el otro.
Realizaron muchos cambios en la hacienda, y Gabriell quería dar una sorpresa a Arielle, empezó a reconstruír la cabaña al otro lado del lago, cada tarde desaparecía sin decir nada.
Tenía cuatro meses en la reconstrucción de la cabaña, y un día como cualquiera tranquilo y trabajando en compañía de Franco, el caballerango de la hacienda, unos gritos llamaron su atención.
—¡Aaah! ¡Auxilio! ¡Ayuda!. —gritaban, y era la voz de una mujer.
—¿Que fue eso?
Gabriell y Franco fueron a mirar a la mujer que había caído al otro extremo del lago, junto a su caballo.
Franco se lanzó al agua al igual que Gabriell para tratar de ayudar a la mujer y al caballo.
Franco logró sacar a la mujer casi desmayada, y Gabriell salió en otro lugar un poco más alejado con el caballo.
Franco arrastró a la mujer hasta la orilla y Gabriell llegó a su encuentro.
—¿Estás bien Franco? ¿Cómo está ella? ¿Quien es? —preguntó intrigado al no poder ver su rostro. Pues ella tenía su rostro cubierto con su cabello.
—Se estaba ahogando, creo no sabe nadar. —respondió Franco y Gabriell se inclinó para ayudarla, cuando la escuchó toser. Apartó el cabello de su rostro y la sorpresa fue impresionante.
—¡Tú! —dijeron al unisono , mirándose fijamente.
Franco no entendía nada de lo que ahí pasaba.
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CAMINOS CRUZADOS
RomanceEl destino cruzó a dos pequeñas, Arielle L'Blank, inquieta y vibrante con unos ojos grises destellante y llenos de inquietud, y de cabellos de color caramelo. Arielle Bright, todo lo contrario, con una quietud y sensatez para su corta edad, sus cabe...