Un año para la profecía.
El día había llegado.
Estaban las tres en el cuarto de Helena. Ésta, Emilie y Kate. Emilie llevaba un vestido de color naranja con partes de rojo y negro, iba vestida como un pez koi, y llevaba un maquillaje que parecían escamas brillantes en la cara, en sus mejillas y alrededor de sus ojos, y su cabello casi parecía parte de la ilusión. La cola del vestido acababa dividida en dos, como aletas, como si fuera realmente la cola de un pez. Ella misma lo había diseñado, con algunos arreglos de una modista experimentada y experta.
Kate iba con un vestido verde que le había pertenecido a Helena, y se sentía como una maldita princesa. Iba disfrazada de hada, así que sólo había hecho falta añadirle unas alas de transparencia azul y plateada. El cabello le caía en ondulaciones de donde le colgaban flores, y llevaba un maquillaje con purpurina, como si fueran polvos de hada.
Y por último, estaba Helena. Ella había querido darle gracia a su disfraz, y había elegido lo que haría que todos se quedaran con la boca abierta. Iba de dragón. Su vestido era rojo, del color que Connor le había dicho, pero también tenía partes doradas, y como Emilie, su cola parecía la de su animal... o ser. Parecía la cola de un lagarto. Tenía escote en V, como a ella le gustaba, y que llegaba muy abajo, y su maquillaje era brillante y dorado, con unos labios escarlata. Llevaba el pelo recogido en una trenza con una cinta roja que le pasaba por medio de éste como si fuera una parte más de su cabello. Todas le habían preguntado si estaba segura, pero ella nunca había tenido ninguna duda.
Esperando a que se hiciera la hora, Helena pensó en Ben, y en cómo no lo había visto casi. Al parecer, incluso se le había olvidado su tradición, gracias a los dioses. No quería explicarle por qué había elegido a otro, pero ella lo había sentido necesario. Simplemente había querido hacerlo.
-Kate y yo nos vamos ya -le dijo Emilie -No tardes mucho en hacer tu entrada.
Helena asintió. Pero él faltaba, y se dijo que si no aparecía por su puerta en cinco minutos entraría ella sola, pero por dentro rezaba por que estuviera allí. Habían pasado dos minutos desde que las chicas se marcharan cuando él apareció y ya casi suspiró con lágrimas en los ojos. Ben llevaba un traje totalmente gris, parecido al que había visto cuando estaba con su tía y que le había recordado a otra persona. Pero le sentaba como un guante. Los pantalones eran elásticos y se pegaban a sus piernas y muslos a la perfección, casi parecían mayas, con la diferencia de que era una tela diferente, más fina. Sus zapatos eran negros, y resaltaban junto a sus azabaches cabellos. Llevaba una especie de capucha que lo hacía ver como si tuviese una cabeza de elefante, con sus grandes orejas y su trompa, todo gris, y de su pantalón caía una pequeña cola por detrás.
Ella no pudo apartar la mirada de él, pero no fue la única, una vez más, ambos no podían quitarse los ojos de encima.
Ben recordó un momento en el que había pensado que ella se vería como la chica más guapa del lugar. Ahora se vería como la mujer más hermosa.
-Llegas tarde -le dijo a media voz.
-Lo siento -le contestó -Bonito vestido, aunque un poco-
-Indecente, lo sé -terminó por él. Indecente por lo que significaba, pero Ben sonrió. Le gustaba.
-¿Quién eligió el color? No viniste a preguntarme -Ella miró hacia abajo, y luego a arriba de nuevo, con coraje.
-Nadie, es la profecía del dragón escarlata -mintió. De hecho, que Connor eligiera el rojo le había dado la idea. Ben siempre había tenido mucho cuidado con las cosas que le recordaran a lo que parecía más una maldición que una profecía.
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La Profecía (+18)
RomanceEl evento más esperado del año, un vistazo hacia el futuro por el Oráculo, se convierte en la mayor pesadilla de Helena, hija del duque de Vera. A partir de ese momento, la pobre chica se convierte en una parea gracias a una Profecía. Con 14 años y...