Capítulo 22

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Helena estaba ahí, dormida sobre su propio lecho. Él le acariciaba la espalda, notando la suavidad en la que nunca había pensado, y sus pestañas se movían, inquietas por algún sueño que estuviera teniendo.

Ben estaba sentado en la cama, con su espalda apoyada en el cabezero de ésta. La observaba dormir y se preguntaba cuándo se ha vuelto así su vida.

Como no tenían ninguna sábana por encima, la podía observar totalmente dormida y desnuda, sobre la sábana bajera de la cama, que seguía manchada de sangre. Una criada había llamado esa mañana, para despertarlo, pero él le había dicho que estaría un poco más, ya que su hermana se encontraba ahí dentro y se habían dormido muy tarde llorando. Ella no lo dudó. Había visto a Helena llorar antes de que finalmente todos los criados se marcharan.

Ben estaba tranquilo por la privacidad, por que nadie los hubiera visto o escuchado, ya que como no estaban los criados, los invitados que velaban a su tía eran los únicos huéspedes, con habitaciones muy alejadas de ellos. Su tía les había puesto en la zona residencial de la familia la primera vez que fueron, y todos los demás estaban en las habitaciones de invitados. En zonas completamente opuestas.

Lo único por lo que no estaba tranquilo era por lo que había hecho la noche anterior. Había dormido con su hermana, y no de manera inocente, sino que habían tenido relaciones. Se había acostado con ella. Todavía podía escucharla gemir en su memoria. ¿Estaba bien? ¿El haberle arrebatado su virginidad? No había pensado demasiado en eso cuando se había deslizado dentro de ella. Solo había pensado en no hacerle daño, y que fuera placentero. Pero su virginidad era un ámbito importante.

Ellos no podrían casarse, sólo era permitido con el permiso del rey, y éste no se los daría. Él quería que Ben se casara con su hija, después de todo. Pero no muchos hombres querrían a una mujer que no había guardado el voto de castidad, sobretodo si se trataba de Helena, quien además casi estaba maldita por la profecía.

Sus ojos parpadearon, y con un bostezo, su hermana lo miró. Era raro pensar en ella como su hermana cuando le había tratado de manera muy diferente en su cama. Cuando estaba desnuda y a su merced. Podría poseerla en ese momento y sobre esa misma cama de nuevo, y él volvería a ver esos ojos dilatados del deseo y el placer. Y los degustaría.

-Hola, dormilona -La vio sonreír, y eso lo alegró. Había estado pensando en cómo tratarla una vez despertara, se había sentido de muchas formas diferentes. Avergonzado, asqueado, atontado, maravillado... Pero, ¿y ella? Fuera como fuese, debía actuar con normalidad, sin asustarla.

-Hola -dijo ocultado su cara bajo su brazo. Apenas se atrevía a mirarlo. Todo había sido real, y además estaba desnuda.

Y de repente, sintió un nudo en el pecho, pero se deshizo de la sensación.

-¿Estás bien? ¿No te duele nada? -preguntó, y ella negó, intentando olvidar el sentimiento.

Se alzó sobre sus manos con sus piernas todavía acostadas en la cama y miró hacia arriba, hacia él -Bésame -Quería verificar que la noche anterior había sido real, aunque su misma desnudez y el leve dolor en su entrepierna ya lo hiciera.

Era lo que le había dicho la primera vez, y con lo que acababan de hacer, no le importó besarla, apenas un beso corto. La cogió por las axilas y la levantó, sentándola con ayuda de su hermana en su regazo, ella se quejó de dolor. Al parecer algo sí que le dolía. Pero ya estaba sobre él.

-Eso no ha sonado como "no" dolor -le dijo Ben.

-Solo es molestia -respondió, y Ben apoyó su cabeza sobre sus pechos.

Helena le pasó los brazos por el cuello y lo miró con la respiración acompasada. Cómo se había acostumbrado tan rápido a su cuerpo, si él iba completamente desnudo y apenas podía mirarlo a los ojos, menos si tenía su miembro justo debajo.

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora