Capítulo 62

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Dejándoles mal cuerpo el tema de conversación, ninguno tardó en dejar la mesa. Helena se había limpiado la boca con cuidado, y entonces se había levantado, excusándose, sin embargo, no había esperado que Darren la imitara y ambos salieran a la vez. Durante el tiempo que habían estado de nuevo en el castillo, no habían pasado mucho tiempo juntos salvo en la cama, y Helena ahora entendía por qué, pues con su padre moribundo, Darren había tenido que hacerse cargo de todas sus tareas.

—Bonito vestido —dijo Darren mirándola suavemente. Por supuesto que comentaría el nuevo cambio de vestuario.

—Gracias —respondió ella, intentando no parecer muy distante —Siento lo de tu padre —Él asintió con la cabeza, aunque eso fue todo.

—Por lo menos ya os vestís con otra cosa que no sea negro —dijo con voz distraída —, aunque me temo que pronto vamos a tener que hacerlo todos.

Aunque Helena lo odiaba, eso no hacía que le alegrara el fatídico destino de su padre, y aún así, admitió que si quería escapar, y que no sospecharan que ella había tenido algo que ver, debería empezar con su cambio en ese momento. Aprovechar su dolor para que él no se diera cuenta del drástico cambio de la esposa de hielo a una más... cariñosa.

—Tal vez deberías tomarte un descanso —sugirió Helena, las palabras casi no saliendo de su boca. Su interior rogándole que no continuara —Podríamos... No sé, no tengo mucha idea de lo que se puede hacer aquí.

Helena vio la mirada sorprendida de Darren, y una pequeña sonrisa decoró su rostro. Helena esquivó la mirada.

—Podríamos hacer un picnic mañana para comer, y así te presento a mis amigos —La voz de Darren surgió insegura, temeroso de que fuera a rechazarle, pero primera vez, no fue lo que pasó.

—Eso suena bien.

Roisin dejó que el chico desatara el vestido por detrás, mientras lentamente dejaba su cuello húmedo por los besos que le hacían cosquillas

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Roisin dejó que el chico desatara el vestido por detrás, mientras lentamente dejaba su cuello húmedo por los besos que le hacían cosquillas. No sabía cómo contárselo, pero tenía claro que él también tenía que saberlo.

Espen dejó caer el vestido por sus hombros, y Roisin se deshizo de él. Mientras él desataba el corsé, Roisin dijo —Hay algo que debo decirte.

—¿Hmm? —preguntó.

—La reina nos ha informado de sus ausencias —El corsé cayó, dejándola solo con una fina enagua —Tenías razón, no era normal.

—¿Qué os ha contado? —preguntó Espen acariciando su piel, y moviéndose para quedar a su lado —¿Es grave? —Ella asintió.

—Se va a morir —Espen la acercó a él, y Roisin apoyó su cabeza sobre su pecho, dejándose abrazar. Espen sabía cuanto significaba su padre para ella, ya que siempre desde niños, ella había sido su favorita, su niña de oro.

—Lo siento, mi amor —le susurró mientras le acariciaba el cabello.

—No tienes que pedir disculpas, Espen. Ya sé... aunque sea diferente, yo sé que tú también...

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora