Después de un par de horas en carruaje, Helena mirando por la ventanilla, y agradeciendo que Darren no intentase sacar conversación, había conseguido quedarse dormida con el trote del carruaje. Sin embargo, se sintió completamente avergonzada cuando se despertó con un grito por una pesadilla. Los soldados habían desenfundado armas y se habían acercado pensando que estaban en peligro. Pero Darren los había tranquilizado.
Los recuerdos sobre lo que había tratado ese sueño espantoso se habían diluido los primeros minutos, y aunque ya no lo recordaba, estaba segura de que había aparecido Connor en él. Nada ya podría provocarle tremendas pesadillas. Minutos después, el carruaje se detuvo. Helena se frotó los ojos y Darren abrió las portezuelas y salió antes que ella. No le ofreció su mano para ayudarla, pero tampoco era tonto, ya que antes que aceptarla, sabía que prefería tropezarse.
Darren le echó una mirada e hizo una mueca. Llevaba un vestido negro. Le daba igual si era por el duelo por el chico muerto, o para molestarlo, le disgustaba igual. Helena alzó la mirada cuando salió del carruaje y se encontró con una posada. No estaba en malas condiciones, pero no se imaginaba que fuera un lugar de suficiente calidad para un príncipe.
—¿Vamos a quedarnos aquí? —preguntó Helena con incredulidad a nadie en particular.
—Comeremos aquí —le explicó el príncipe —, y luego nos queda media hora más hasta el puerto.
A Helena no le apetecía hablar con él, pero aún así quería preguntarlo —¿No cruzamos por el puente? —Darren puso una mueca de asco.
—Es de Zaphei —le dijo —, y no queremos ensuciarnos con su inmundicia. Menos darles una sola moneda.
Ella no contestó. Sabía que las relaciones entre Zaphei y Mïrle no eran las mejores, pero la repugnancia con la que había dicho las palabras le demostraba que no es que estuvieran un poco delicadas, por lo menos Darren, no parecía querer ningún tipo de relación con ellos. Darren entró en la posada y uno de sus soldados lo guió a una mesa. Helena los acompañó, aunque apenas tenía hambre.
—¿Puedo esperaros en el carruaje? —preguntó cuando lo observó sentarse. Él la miró.
—No, vos también tenéis que comer —Ella puso mala cara mientras se sentaba.
—Milord —dijo un hombre de mediana edad con cabello rubio oscuro con una longitud por las orejas. Darren se levantó con una sonrisa.
—¿Cuándo habéis llegado? —preguntó palmeándole la espalda.
—Justo ahora —dijo él —El barco os espera anclado en el puerto.
—Qué rapidez, gracias por encargarte —dijo con sinceridad. Tomó una silla de otra mesa, y la puso en la de ellos —Sentaos con nosotros.
Él aceptó, y Darren la señaló con un movimiento de mano.
—Dejad que por fin os presente a mi prometida, Helena de Vera —Helena inclinó su cabeza con cortesía. El hombre tomó la mano que tenía apoyada sobre la mesa, y se inclinó para besarla —Querida, este es mi tío Adrian de Mïrle, el jefe de la guardia.
—Encantada —dijo sin mucho ánimo.
—Disculpadla, está cansada —la excusó Darren. El hombre negó.
—No os preocupéis, a vos tampoco os gustaban los viajes de niño —recordó con una sonrisa. Darren la imitó.
—De haber sabido que ya estabais en el puerto, habríamos ido directamente allí.
—¿Y dejad a esta bella dama sin comer?
—Descuidad, no tengo mucha hambre —replicó Helena.
—¿Estáis de luto, por casualidad? —preguntó al ver su indumentaria. Helena asintió antes de que Darren pudiera decir algo —Mi pésame, querida.
ESTÁS LEYENDO
La Profecía (+18)
RomansEl evento más esperado del año, un vistazo hacia el futuro por el Oráculo, se convierte en la mayor pesadilla de Helena, hija del duque de Vera. A partir de ese momento, la pobre chica se convierte en una parea gracias a una Profecía. Con 14 años y...