4 meses para la profecía
Caminaban por los senderos de piedra blanca y caliza, y bajo un sol cálido, Ben unió las manos a su espalda. Hacía no mucho que habían llegado a la corte, pero su padre, acostumbrado a ir y venir continuamente, se había aclimatado rápidamente a su nuevo hogar. El chico, sin embargo, había empezado a cogerle apatía. Sobretodo, porque en vez de trasladarse a su pequeña residencia en la capital, se habían instalado en el castillo. Ben imaginaba que era para poder controlarlo mejor.
A su lado, la joven chica carraspeó, con las mejillas sonrojadas. Se notaba que quería sacar algo de tema para conversar, pues habían estado en silencio los últimos minutos, pero la veía nerviosa, irascible. Ben supuso que le habían informado de las verdaderas intenciones de esa búsqueda por formalizar una "amistad" entre ambos, que en realidad no era lo que ninguno de sus padres iba buscando. Sin embargo, la cabeza de Ben estaba demasiado distraída como para llevar con éxito ese cortejo destinado al fracaso.
—¿Cómo os está tratando la corte, milord? —preguntó con timidez la princesa. Todo en ella hacía alarde de su juventud, sus manos inquietas, sus pómulos enrojecidos, sus grandes ojos temerosos e incluso su forma de hablar. Ben se preguntó si alguna vez Helena había sido así. Siempre le había parecido decidida y encantadora a su lado, endiabladamente cautivadora, incluso antes de empezar aquella relación amorosa, aunque en esos momentos, la había visto de otra forma. De una fraternal.
—No podría ser mejor, alteza —contestó —Sin embargo, es duro cambiar de aires, ya sabéis —Ella asintió.
—Además os debéis sentir un poco solo, ya que vuestra hermana se ha ido para pronto casarse, ¿no es cierto? —Ben sintió un nudo en la garganta, pero asintió —Nunca llegué a conocerla, pero espero que eso pueda cambiar.
—Lo veo poco probable, alteza —respondió él —Si acaban contrayendo matrimonio, se quedará en Mïrle.
—Oh, lo sé —afirmó —, pero en fiestas oficiales y demás... Quién sabe. Y será la primera reina ashteriana en el trono de Mïrle, es toda una afortunada.
—Por supuesto —dijo Ben, intentando no mostrar su desacuerdo.
A pesar de que se la veía nerviosa, su dulce sonrisa y su hermosa figura ensombrecían una realidad difícil de creer. Ella apenas tenía dieciséis años recién cumplidos, y él ya tenía veintiuno, y ese año cumpliría veintidós, por lo que se llevaban 6 años, que aunque no parecían muchos, lo eran cuando ella era tan joven. Y aunque hubiese sido diferente, su corazón ya estaba ocupado, sin contar con que en todo lo que concentraba su energía era opuesto a lo que hacía en aquel lugar con esa chica, Sophia de Ashter.
—¿Queréis jugar a algo? —preguntó cambiando de tema la princesa cuando llegaron a una mesa en los jardines.
—¿Qué es? —preguntó. Sobre la mesa, había un tablero peculiar, dividido en hexágonos negros y azules con distintas piezas aplanadas y redondas, como monedas, colocadas encima, algunas iguales, con diferentes símbolos, y en distintos números.
—Se llama Seadriz, y acaba de venir del norte.
—Se ve interesante —dijo él, agradeciendo poder desviar la atención de su hermana, y sintiendo por fin verdadero interés en la media hora que habían estado juntos —¿Cómo se juega?
Después de una hora, Ben estaba intelectualmente agotado. Había sido difícil aprender tan siquiera las normas básicas del juego, y después, había sido machacado por la chiquilla en repetidas ocasiones... en todas las ocasiones. Ella ya había estado jugando durante un par de semanas, es lo que le había explicado, pero él aseguraba que tenía talento, y era cierto, ya dominaba el tablero, o al menos, para principiantes. Gracias a las diosas, una de las damas de compañia, que se encargaban de acompañarla a todos lados y que había actuado de carabina entre ambos, había intervenido en la última partida, recordándole a la princesa que tenía otros planes para el resto de la tarde, y Ben, fingiendo algo de pesar, le había dicho que ya habría más ocasiones.
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La Profecía (+18)
RomanceEl evento más esperado del año, un vistazo hacia el futuro por el Oráculo, se convierte en la mayor pesadilla de Helena, hija del duque de Vera. A partir de ese momento, la pobre chica se convierte en una parea gracias a una Profecía. Con 14 años y...