A pesar de que debía ser un día majestuoso y brillante, la lluvia no había dejado que ese día tan especial fuera celebrado en el exterior. Aún así, Helena ya sabía que pasaría, ya que todos los años era igual, y lo había preparado todo dentro. En la misma sala que su cumpleaños, pero la decoración era totalmente diferente.
La música había sido elegida a mano para que fuera animada y algo parecida a la que usaban en las fiestas de Mïrle, lo que era mucho más llamativo que la que ya se sabían de memoria. Las mesas estaban desplegadas a los laterales de la sala con comida fácil de ser engullida sin estar sentado todo el rato, pudiendo picar eso y aquello antes o después de bailar o mientras conversaban. Los manteles eran azules, ya que era el color favorito de Ben, y la decoración variaba entre éste y el verde, pareciendo que tuviese una temática marina.
Para los jóvenes, habían sido preparados unos juegos. Unos que era mejor que los adultos no vieran o se enterasen, ya que no los considerarían apropiados. Pero Helena, con la gran ayuda de Emilie, lo había preparado todo con una gran sonrisa, ya que le tentaba eso que Ren parecía tomar como modelo de vida, actuar sin pensar. Connor no había sido invitado, ya que era el día de su hermano y no le haría gracia verle, pero... Se arrepentía de no haber hecho lo que ella quería y haberlo colado, puesto que había preferido pasar la noche en la casa de su hermano, por muy loco que a ella le había parecido. Pero Connor había supuesto que en el cumpleaños de su hermano, ella lo satisfaría como él bien sabía. Y no quería estar bajo el mismo techo sabiendo qué estaba pasando. No estaba tan loco. Aunque sí que empezaba a perder la cordura.
Los invitados llegaron desde una media hora antes de que comenzara la fiesta hasta la hora acordada, pero aunque habría sido su deber darles la bienvenida, seguía siendo más importante estar con Ren.
—Cuánta gente —le dijo aquel apuesto emisario.
—¿Te sorprende? Es el hijo de uno de los duques más importantes del reino —Sentados sobre la ventana de la biblioteca del segundo piso, donde podían ver a la gente llegar perfectamente, él pareció contrariado.
—Así es pero, en mi hogar, sólo los más allegados celebran fechas así juntos, con no más de veinte personas en las fiestas. Y ni siquiera celebramos los cumpleaños —Ella lo miró horrorizada.
—¿De verdad? Qué triste —Él frunció el ceño.
—Para nada, simplemente celebramos otras cosas. La llegada de cada estación, o el día del nombre, por ejemplo —Helena había escuchado de ese último, pero a diferencia del primero, no sabía qué era.
—¿El día del nombre, habéis dicho? —Él asintió.
—Cada uno de nuestro nombres tiene un día especial, y cuando llega lo celebramos —explicó.
—¿Y en qué se diferencia del día de tu cumpleaños? —preguntó confusa.
—No se celebra todos los años, por ejemplo —Helena ya parecía como si le estuviesen hablando en otro idioma de lo poco que entendía de su cultura —Tus padres eligieron vuestro nombre basado en cómo querían que fueseis, y si llegado el momento el hombre de la familia ve que habéis cumplido ese año con vuestro deber, se celebra. Si no, quedaréis mal, ya sabéis —Ella asintió —Aunque sólo a partir de los 12 años, antes siempre se celebran. A los niños les encanta.
—Parece divertido, aunque siempre preferiré los cumpleaños.
—Los cumpleaños son egocéntricos —Ella se encogió de hombros.
—Tal vez yo lo sea —dijo atrayendo la mirada divertida de Ren.
—¿Milady egocéntrica? No puede ser —dijo fingiendo exageradamente estar impresionado.
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La Profecía (+18)
Любовные романыEl evento más esperado del año, un vistazo hacia el futuro por el Oráculo, se convierte en la mayor pesadilla de Helena, hija del duque de Vera. A partir de ese momento, la pobre chica se convierte en una parea gracias a una Profecía. Con 14 años y...