Capítulo 19

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Como un suspiro, los días pasaron.

Se alejó de Connor, se alejó de su mejor amiga, y eventualmente, se alejó también de sus nuevos amigos. Porque eran los amigos de Connor, y ella no quería hacerle daño. Porque se había dado cuenta de que le quería.

Estaba sola, su último año en la vida... nunca pesó que sería tan solitario. Fue a caminar, hacía días que no salía de su habitación y si seguía así preocuparía a su padre. Y sinceramente, no lo quería cerca. Llevaba un libro con ella, aunque sabía que no lo leería, y una cesta con algo de comida. Iba simplemente al jardín, pero no podía volver a entrar allí dentro, porque sabía que no volvería a salir.

Oyó el sonido de las pisadas de un caballo, y se giró para ver cómo Connor llevaba las riendas. No había pensado que él sería el jinete. Volvió la cabeza al frente rezando para que pensara que no lo había visto y siguiera su camino, pero no fue así.

—Sabes... no me gusta que me eviten —dijo él yendo a su paso a su lado. Helena lo miró.

—Yo no-

—Ni que me mientan —añadió.

—Connor...

—Si es por lo de tu hermano... Me dijo que estaba bien, que lo sentía. Vino a verme al día siguiente, aunque yo te esperaba a ti —dijo, y parecía triste —Te esperé en el tejado esa misma noche, y la siguiente, y la de después.

—Lo siento.

—Ven —Él extendió un brazo, y ambos se detuvieron. Sus ojos se quedaron estancados en los del otro, inmóviles. Helena siempre tendría esa imagen de Connor, él extendiendo su mano, ofreciéndosela. Su cabello oscuro mal cortado, sus ojos grises como agua calmada menos cuando estaban a solas, su sonrisa traviesa.

—Yo...

—Prefieres a un libro que no te vas a leer antes que a mí —dijo con una expresión en su cara como si le doliera —Han pasado seis días, ¿no quieres pasar ni 5 minutos conmigo?

«Te echo de menos» dijeron sus ojos. Y Helena también lo echaba de menos, muchísimo, y por eso empezó a arrepentirse de haberlo conocido, porque lo necesitaba. Sus sentimientos eran molestos en su pecho, pero lo necesitaba con tanta fuerza que asintió. Y sintió que algo se llenaba dentro de su hueco corazón cuando él sonrió aliviado. Él también la necesitaba.

Dejó lo que llevaba en la hierba y con ayuda de Connor, montó detrás de él. Rodeó su cintura con sus brazos y apoyó su cabeza en su espalda, él olía a casa. A pan recién horneado, chocolate y madera. Y en ese momento, no le importó si alguien los veía.

Connor picó espuelas y salieron al galope. El viento le echó el cabello hacía atrás, con la parte superior recogida en una trenza, y ella se apretó más a él. Botaban sobre la silla de montar, con los ojos entrecerrados y cansados emocionalmente.

Helena no le había preguntado a dónde iban, pero en cuanto se pusieron en el camino lo supo. Reconocía los valles, montañas y colinas como si fueran parte de ella, y cuando la ciudad se alzó frente a ellos, Connor aminoró el paso.

—¿Por qué hemos venido? —preguntó sin despegarse.

—Porque vas a ayudarme —Ella no respondió pero él se explicó igualmente —Vamos a pintar.

—No sé pintar.

—Mejor, o me deprimirías —Su voz sonaba alegre, y ella poco a poco se sentía más animada. Puede que porque él parecía estar en la labor al 100%.

Las casas de madera se alzaban unas detrás de otras, y ellos las fueron pasaron. En algún momento, Helena se incorporó, y observó la ciudad de verdad. A sus habitantes. Hasta que se pararon en una.

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora