Capítulo 24

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11 meses para la profecía

Helena fue a la habitación de su hermano, en camisón, como siempre, y con una lamparita de aceite. Los pasillos estaban desiertos, y ella se alegró de que no se encontrara a Connor por éstos, quien podría haber ido más temprano a la azotea.

Abrió la puerta, cerrándola detrás de sí, y vio a Ben también en camisón, revisando unos papeles a la luz de una vela. Él se giró hacia ella, y la observó, dejando la pluma que sostenía sin usar en el tintero.

-Es temprano -dijo él confuso.

-Lo sé, pero no aguantaba más -mintió. Era mejor aparecer de sorpresa que preguntarle y que le dijera que no podía. Él sonrió y se levantó.

-Está bien -dijo, y antes de llegar a ella, se quitó el camisón por la cabeza, y ella se relamió los labios. Echaría de menos poder hacer todo el ruido que quisiera.

Ben se acercó un paso más y cogió el final de su camisón, quitándoselo, antes de siquiera besarla. Ambos estaban completamente desnudos cuando él la alzó de sus glúteos y ella se aferró a él apretando sus piernas alrededor de su torso, encima de sus caderas. Helena se alzó un poco antes de besarlo para que él pudiese entrar en ella. No pudo ahogar el gemido cuando ambos se encontraron, y los jugos de su interior lo rodeaban como si lo hubiesen echado de menos.

...

Ben estaba a su lado, completamente dormido, cuando ella se levantó. Eran casi las 3:00.

Buscó el camisón en la oscuridad y se lo puso con rapidez, antes de marcharse por la puerta. Helena subió hasta el tejado con los nervios a flor de piel, no sabía qué esperar. De absolutamente nada.

Acababa de estar con su hermano, y no sabía hasta donde los llevaría, probablemente hasta el mismísimo infierno, pero no le importó. Por fin había conseguido lo que había anhelado durante tres años, desde que había comenzado con ese plan que muchos lo describirán como de locos. Pero todo se había complicado, ella también había conocido a alguien que nunca había entrado en su ecuación. Alguien que le importaba más de lo que quería admitir, y con el que se iba a encontrar en ese mismo momento.

Subió las escaleras y allí estaba él, acostado boca arriba con los ojos cerrados, aunque al principio había creído que miraba las estrellas. Ella se tumbó a su lado, y lo miró. Parecía tranquilo. Y no habría hablado para no perturbarlo, de no ser porque él abrió los ojos y la miró.

-¿De qué querías hablar conmigo? -preguntó Helena suavemente.

-Primero, lamento tu pérdida. No sé si erais muy cercanas, pero lo siento.

-No tienes nada que sentir. Era mayor, y tuvo una vida larga... -ba a decir "y plena", hasta que se dio cuenta de que estaría mintiendo. Ahora por fin se encontraría con él. Connor asintió.

-Te escribí esa nota para preguntarte: ¿A qué estás jugando? -preguntó mientras se sentaba. Su posición era tensa, sus hombros estaban rígidos, y a Helena le sonó una alarma en su cabeza.

-¿A qué te refieres? -Estaba totalmente perdida en una conversación que acababa de empezar.

-Sé porqué estabas así antes de volvernos a ver después de tu cumpleaños... tan... decaída -Ella lo imitó y se sentó. No podía ser, seguramente pensaría otra cosa que tendría que aclarar, pero aún así, frunció el ceño.

-¿De qué hablas? -Quiso saber.

-Tu hermano vino a verme, no al día siguiente, sino justo antes de partir a la Corte. Parecía que había hecho algo horrible, de lo que se arrepentía, y me dijo que podíamos estar juntos, como si fuera él el que lo decidía -dijo enfadado -Entonces se fue, sin despedirse de ti ni siquiera, aunque sois muy cercanos. Tú estabas deprimida y no salías de tu cuarto, y yo estaba preocupadísimo, pero empecé a darle vueltas.

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora