Capítulo 33

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10 meses para la profecía

—Pues es aquí donde nuestros caminos se separan —Una sonrisa iluminaba su rostro, pero aunque pocos lo notarían, ésta no llegaba a sus ojos turquesa.

—Espero que se haya sentido a gusto entre nosotros —dijo el duque ofreciendo su mano. Ren la miró y la estrechó con fuerza.

—No le quepa duda.

Iba vestido como la primera vez que lo habían visto, de estilo militar, con sus colores, medallas y charreteras doradas. Su cabello estaba despeinado por el viento, y los mechones rubios caían desordenados. Sus ojos azules contemplaron a cada uno de ellos, esas personas que lo habían tratado como a uno más sin ni siquiera conocerlo. Y entonces se detuvo en Helena.

—Habéis sido una compañía más que agradable, habéis sido... perfecta —Tomó su mano, como había hecho la primera vez, y le dejó un beso. Helena sabía que Ren había notado que lo había esquivado, pero él no le había dado importancia, puesto que pensaba que ella creía que él no aguantaría sin volver a pensar de ese modo sobre ella si estaban a solas. Y seguramente tuviera razón.

Soltó su mano, metió la suya en su bolsillo y sacó un pañuelo de seda blanco, que ofreció a Helena. Ésta lo cogió con cierta inquietud y confusión, y vio tres letras cosidas con hilo verde: «D. d. M».

Viendo la expresión confusa de Helena, dijo —Son mis iniciales —Ella frunció el ceño, pues su nombre precisamente no empezaba por esa letra, y Ren dijo con una sonrisa —Proviene de Darren —Y le guiñó el ojo.

—¿Por qué...-

—Sólo quedáoslo —Se subió al carruaje, aparcado tan temprano en la puerta y dijo —Hasta que nos volvamos a ver —Helena no vio probable que fuera a pasar, pero igualmente asintió mientras él se subía al carruaje —Y lord Cameron, estad seguro de que los planes seguirán su cauce.

—Eso espero —Y el carruaje se marchó.

...

Helena suspiró de alivio al pensar que volverían a casa por fín, que por fín podría ver a Connor y preguntarle por qué no le había escrito ni una sola carta. Sólo había esperado una maldita carta cuando él le había prometido cientas. Pero si era sincera, la idea de encontrarse con él de nuevo opacaba su enfado. Lo único que no pudo ocultar, fue la incertidumbre. No sabía si su hermano habría vuelto a la mansión, pero tampoco estaba segura de estar preparada para ello. Aunque lo echaba de menos.

...

El carruaje se detuvo frente a la mansión y antes de que fuera consciente de ello, ya estaba con un pie fuera, sin detenerse a esperar la ayuda de ningún mayordomo para bajar. Escuchó cómo Emilie la llamaba, pero ella sólo le contestó con un "Nos vemos después". Estaba entusiasmada por encontrarse con Connor, su chico de ojos nubosos.

Entró por las dobles puertas corriendo, girando esquinas y atravesando pasillos a la velocidad de un rayo, asustando a los criados que se dedicaban a sus tareas diarias. Se detuvo, de golpe, y respiró de manera honda para recuperar el aliento. Se peinó un poco con los dedos, recogiendo un par de cabellos sueltos que se habían soltado del recogido para no dar una apariencia demasiado desaliñada, y abrió suavemente una de las puertas de la cocina -no del todo, sólo lo suficiente para poder ver-, y aunque paseó la vista por la sala, no pudo encontrarlo. Y aún así, el revuelo de adentro llamó su atención. El personal de cocina revoloteaba de un lado para otro, preparando una cantidad inmensa de pasteles y té, que hizo a Helena fruncir el ceño. Estaba tan distraída buscando una explicación en su mente, que no se dio cuenta de la criada que abría la puerta por la que se asomaba del otro lado, haciendo que se diera contra ésta.

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora