Era tarde cuando por fin se despertó. Tenía la vaga noción de que había algo que había pasado por lo que no quería haberse despertado. Aplastó la cara con la almohada, y cerró los ojos de nuevo, pero como si lo hubiera soñado, unas imágenes recorrieron su mente. La botella, los labios carnosos, las manos grandes, los sonidos... Incapaz de seguir con los ojos cerrados, los abrió. El sol ya había incluso caído, ¿cuánto había dormido? ¿Y cómo lo había hecho tan a gusto si se sentía tan culpable?
La puerta se abrió suavemente, y una cabellera castaña se asomó por ésta. Sus ojos la exploraron con curiosidad —Oh, estás despierta —dijo entrando por ésta y cerrándola. Helena estaba tapada hasta el cuello, y Connor observaba la habitación, o mejor dicho, las prendas en el suelo. Parecían la prueba de que había dormido allí.
—¿Qué hora es?
—Hora de la cena —contestó —No te quería despertar, pero tu padre dijo que no podías quedarte un día entero sin comer... Y resulta que es mi jefe.
—Dioses, ¿es tan tarde?—preguntó, a lo que él asintió —¿Y te ha mandado a ti?
—En realidad a mi madre, pero como ella se piensa que sólo somos amigos... —Las cosas habían sido más fáciles cuando eso había sido verdadverdad —Además estaba ocupada.
—Voy a vestirme —Él asintió, apoyado en la puerta cerrada —... ahora.
—Ah, quieres que me vaya —Y con una sonrisa juguetona dijo —Si no hay nada que no haya visto.
Helena puso los ojos en blanco, pero como no le importaba, se destapó con los ojos de él sobre ella. Cuando había llegado para por fin dormir la mona, se había quitado las botas y la camisa, dejándolas por cualquier lado en el suelo, y se había metido en la cama sin quitarse los pantalones. Así que, cuando se quitó el edredón, su torso estaba completamente desnudo. Connor la miró y se acercó.
—Buenos días —dijó cantarín estirándose hacia ella, apoyando una rodilla en la cama. Helena extendió sus brazos hacia él, y cuando se encontraron se besaron. Helena lo arrastró hacia abajo con ella —¿Aquí? —preguntó contra su boca. Ella asintió —¿Pero y si vienen?
—Tranquilo, sólo si no he bajado en una hora volverán a mandar a alguien —le explicó. Sólo quería que la besara, en todas las partes de su cuerpo, en cada una de ellas, hasta que no faltara ninguna, hasta que se le olvidara que estaba despierta.
—¿Estás segura? —preguntó.
—Sólo cállate y bésame —le dijo besándolo ella misma, y desabrochándole la camisa con manos temblorosas.
—E-espera, ¿estás bien? —le preguntó separándose de ella. Helena lo miró a los ojos, no iba a decirle nada, no quería que esta vez la odiara definitivamente, porque no amaba a Ren, no lo había amado cuando habían hecho todo aquello. Lo había hecho porque se sentía dolida y decepcionada y quería desquitarse con alguien. Y tampoco lo había pensado. Helena deseó no recordarlo.
—Claro, ¿por qué no iba a estarlo? —preguntó volviendo a besarlo atrayéndolo hasta la cama. Connor la besó, besó su comisura, besó su mejilla, su cuello, su clavícula, bajó por sus pechos, los besó, los mordió mientras ella se desabrochaba los pantalones y él se quitaba la camisa. Helena se deshizo de sus pantalones y no dejó que ni siquiera Connor se quitara los suyos del todo cuando se tiró a él, tumbándolo en el lecho. Helena se colocó encima y gimiendo, se unió a él, empezando a mover las caderas. No lo hacía de manera suave, en cuanto se había desnudado todo había sido brusco y ella se movía de manera muy rápida y violenta.
—¿Helena? —preguntó con el ceño fruncido. Ella, que había estado mirando hacia arriba, lo miró —¿Qué te pasa?
—¿Eh? —soltó confusa. Connor se alzó sobre un codo y extendió su mano derecha, acariciando su rostro preocupado.
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La Profecía (+18)
Storie d'amoreEl evento más esperado del año, un vistazo hacia el futuro por el Oráculo, se convierte en la mayor pesadilla de Helena, hija del duque de Vera. A partir de ese momento, la pobre chica se convierte en una parea gracias a una Profecía. Con 14 años y...