Capítulo final

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El parlamento se había convocado en tierras de Lyesi, para que esta pudiera controlar la situación. A un lado de la mesa se encontraba el rey de Asther, su príncipe heredero, que aún no parecía recuperado en lo más mínimo después de una semana, aunque estaba despierto y prácticamente drogado, el duque de Vera y otros tres nobles más. Al otro lado estaban la reina recién viuda, lord Adrian, que tenía el mismo aspecto terrible que Alexander y que con mucha suerte y sanadores extraordinarios había vencido a la muerte, el duque de Anrou, quien también era el padre de Ailin, la reina madre Kaja, que había viajado para estar allí y la marquesa madre de Mer.

—Tras un buena y prolongada consideración hemos llegado a una propuesta —comenzó el rey Robert de Asther. Su mayordomo le dio los papeles y él los puso sobre la mesa. Helena se lo dio a su notario, que agrandó los ojos cuando empezó a leer los documentos y entonces decidió leer en voz alta la parte que más le había llamado la atención, aunque no de buena manera.

—Edicto de su majestad el rey Robert Alphonse de Ashter a Helena Nerisa de Mïrle [reina viuda de Mïrle, de apellido de soltera, De Vera]. Esta última obtiene la paz y recibe la promesa, bajo la garantía de las tres poderosas diosas, de que es legitimada como regente de Mïrle; de que su pueblo queda libre de consecuencias; jurando que sus súbditos no serán ejecutados, ni hechos prisioneros; todo ello mientras satisfaga las obligaciones que le imponemos. Se le concede la paz con la entrega de los siguientes requisitos: 100 000 monedas ambarinas cada año durante los próximos diez. Además, no debe producir daño a nadie que goce de nuestra amnistía; ni ocultar ninguna información sobre nuestros enemigos que pueda llegar a su conocimiento —Hubo un segundo de silencio y luego todos empezaron a discutir.

—100.000 monedas son demasiadas, además de que la mitad de Mïrle era aliada —espetó Helena.

—Lo que tenéis es suerte de que no se os exija 10. 000 cabezas de ganado además —La marquesa madre agrandó los ojos incrédula.

—¿Qué os pensáis que ha sido esto? ¡¿La gran guerra?! ¡Vos deberíais estar en una verdadera guerra, de las que duran meses!

—¡Hemos perdido más de 2000 hombres en batalla!

—¡Nosotros más de 6. 000!

La discusión no parecía detenerse entre mïrleses y ashterianos hasta que la reina madre Kaja, preguntó a Helena alzándose entre los gritos —¡¿Y por qué eres tú regente?! Tu esposo ha muerto, vuelve a Asther con los tuyos y déjanos a los mïrleses que nos ocupemos de nuestras tierras.

—¡¿Qué demonios ocurre?! —La mujer que se presentó entrando en la gran sala de reuniones era una mujer alta y esbelta, de cabello rojos y ojos ámbar. Llevaba el cabello recogido en trenzas sobre su cabeza y portaba un elegante vestido dorado. Sobre su cabeza descansaba una corona. Todos salvo los reyes se levantaron e inclinaron. Era la reina de Lyesi —No os dejo celebrar vuestro parlamento en mis tierras para que esto parezca un patio de recreo, ¿alguien me explica qué pasa? —El notario de Mïrle, que parecía el más calmado, habló detenidamente, volviendo sobre los puntos anteriores.

—El documento entero está mal —dijo la reina madre Kaja —, Helena no debería ser regente.

Helena y Asura, la reina de Lyesi, compartieron una mirada, luego la primera se levanto mientras la última ocupada su asiento a la cabeza de la mesa.

—Tenéis razón, majestad, el documento está mal —La reina Kaja asintió con una sonrisa maliciosa —, porque debe especificar hasta que el hijo nonato de Darren y mío cumpla la mayoría de edad —La reina madre Kaja pareció quedarse muda, y Helena volvió a sentarse.

—Eso... eso no es...

—Es lo que escuchas —dijo.

—Siguiendo con el dinero... —continuó el duque de Arou —100. 000 monedas ambarinas durante diez años son demasiadas. Es un robo.

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora