Capítulo 44

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El gran día había llegado. Helena se vistió con el vestido que hacía semanas que tenía preparado, pues aunque no estaría mucho en la fiesta, no podía ir como una pordiosera. Tenía que fingir que todo iba con normalidad, pero los nervios le estaban pasando factura. La chica no podía mirar a nadie sin pensar que estaban detrás de ella, que iban a delatarlos. Pero todo pronto terminaría.

Aún así, lo que le hacía latir más deprisa el corazón era aquel muchacho que con el que pronto se escaparía. Se había pasado dos semanas evitándola, y no es que le extrañara, pero apenas podía soportarlo más. Sin embargo, había sido como aprendió que las acciones tenían consecuencias. Por otro lado, algo más positivo, los padres de Connor se habían creído por completo que hubiesen roto, pues ninguno tenía buena cara, y cuando les dijo que quería irse por un tiempo, aunque se quejaron, sobre todo su madre, al final lo dejaron ir. No es que pudieran retenerlo.

De hecho, ambos trabajaban ese día. Su madre en las cocinas y su padre en los establos, recibiendo cada carruaje que llegaba. Cuando por fin dejaron de aparecer, era ya bien entrada la noche. Delilah se removía inquieta a su lado, con un rostro bastante pálido, así que supuso que no sospecharían cuando a la mañana siguiente, la encontraran inconsciente.

—Ah, sí —escuchó decir a su padre. Se había puesto a su lado hacía poco, y cada hora y media o dos, iba de nuevo, y cada vez, le rellenaba también la copa —Será una gran boda. Por supuesto.

Helena se puso tensa al escucharlo, aunque estaba claro que hablaba de su propia boda con Émilie, que no tardaría en llegar, aunque sospechaba que sería retrasada. El compromiso entre Helena y Darren todavía no había sido anunciado, aunque su padre planeaba celebrar otra fiesta la siguiente semana para hacerlo. Lo que supondría que el prometido tuviese que aparecer. Al enterarse, simplemente puso mala cara, pero no se quejó, no demasiado, al menos. Helena esperaba que para cuando llegase, ella ya estuviera lejos.

—Voy con Ben —le susurró a su padre. El duque solo asintió sin prestarle mucha atención. Las velas acababan de ser sopladas y la tarta todavía estaba siendo comida. Era enorme, de cuatro pisos y blanca, casi parecía de boda, y se le revolvía el estómago de pensarlo. Helena calculó, por su experiencia en los últimos cumpleaños, que todavía quedaban horas de diversión.

Dio unos pasos para alejarse de su padre, y cuando estaba cerca de las puertas, miró hacia atrás. Nadie le estaba prestando atención, o por lo menos, nadie que lo supiera. Ben, Gray, Émilie y Serena se encargarían de que no sospechara lo máximo posible, turnándose durante la fiesta para que pareciese creíble, y tras esta, Émilie se encargaría de mantenerlo ocupado durante la noche.

Helena suspiró, aunque solía disgustarle que su tía no pudiese estar presente en la mitad de los eventos, que esta vez no estuviera, les había venido bien, pues había más gente para distraer a su padre. Entonces recordó su despedida con Alexander, habría deseado que se quedara, pero era imposible. Sobre todo con la noticia de que su hermana había enfermado, lo que les había librado de la aparición del rey.

Helena miró una última vez hacia atrás antes de cruzar las puertas, y vio a Ben observarla. "Suerte", articuló sin palabras. Helena asintió, aunque le dolía marcharse aún peleados.

Delilah la guió por los pasillos del servicio que sabía que esa noche no serían utilizados, ya que la fiesta tendría a todos los sirvientes ocupados en una zona del palacio, y en la puerta, asegurándose que nadie las viera, le tendió una capa. Ambas esperaron con los nervios a flor de piel y Carl salió de su escondite en cuanto se dio cuenta de que habían llegado.

—No te olvides del tónico —le recordó Helena. Delilah asintió. No lo haría.

—Suerte —Helena esbozó una sonrisa nerviosa, y aunque llevaba un vestido aparatoso, con ayuda de Delilah, montó detrás de Carl.

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora