Capítulo 41

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Él tomó su mano y sus dedos se entrelazaron con los de ella. De no ser por su expresión, habría pensado que era un gesto cariñoso, sin embargo, lo había hecho para atraparla. Su cuerpo convulsionaba entre gemidos, tanto que su otra mano, la que estaba libre, se sujetó a la sábana con fuerza, rindiéndose ante los dedos que complacían su interior.

—¡N-no tantos! —pidió cuando lo notó meter otro más. Era imposible, debía serlo, pero sus jugos los hicieron pasar más fácilmente y ella gimió. Él movió sus dedos en su interior, pero Helena intentó contenerse, ya que no quería volver a correrse. Sin embargo, su cuerpo temblaba con cada uno de sus toques.

Sacó sus dedos antes de que se corriera, antes de que pudiese ser consciente de que habría preferido no quedarse así, pero su cuerpo casi no respondía. Su pecho subía y bajaba con rapidez, y sus respiraciones resonaban por toda la habitación.

—Ahora me toca a mí —Su voz era juguetona, aunque no lo había sido en todo el rato. Helena se preguntó si estaba enfadado, se preguntó si lo sabía.

Movió su dedo índice en círculo para indicarle que se diese la vuelta. Se habría negado, pero no pudo detenerse. El chico se sentó con el cabecero a su espalda y ella vio la erección. Sabía lo que iba a a hacer antes de que lo hiciera, así de bien se habían llegado a conocer en esos ámbitos. Dirigió la mano hacia su miembro y la movió rápidamente de manera vertical. Ni siquiera empezó de manera lenta. Estaba excitado, estaba ansioso. Lo quería ya.

La miró a los ojos y bajó la cabeza, como dirigiéndole. Como un director de orquesta. Helena se arrastró hasta allí a cuatro patas. Se fijó en que su vello era oscuro, aunque no tanto como el de su hermano, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, agarró su cabello con su mano, lo bastante sujeto para que hiciera su voluntad. Sus labios rozaron su glande antes de que su boca se abriera por completo y su falo tocara casi su garganta. Separó su mano de su pene y con ambas, movió la cabeza de ella a su placer. Arriba, abajo, rápido, más rápido, deslizándose por aquella dura vara ayudándose de su saliva.

Intentó gritar cuando sintió algo penetrarle por detrás. Era imposible. Tenía su pene en la boca y sus manos en el pelo. Intentó girar la cabeza y mirar hacia atrás, pero Connor no le dejó, provocándole casi un arcada cuando llegó muy lejos. Hacerle la felación se volvía cada vez más complicado con cada envestida que sufría por detrás, pero ahora estaba segura de que era un pene. Unas manos se apoyaron en sus caderas para hacerlo con más fuerza, y ella movió éstas cada vez que el pene entraba y salía en cada embestida de manera dura y seca, llenando cada milímetro de su interior, haciendo que su vagina se estrechara para rodearlo con sus paredes y poder sentirlo todo, para sentir las contracciones que presagiaban que se vendría en nada. Con un grito ahogado se corrió, pero él no dejó que me derrumbara, la sujetó para seguir penetrándola y seguir aquel vertiginoso ritmo y balanceos, notando sus testículos rebotar contra su trasero. Exhorta por el placer, sólo se dio cuenta de que Connor iba a correrse cuando todo su semen llenó su boca. Se lo tragó con esfuerzo, sintiendo otra arcada, pero por fin pudo mirar hacia atrás, antes de volver a correrse. Ben la penetraba violentamente, sin piedad, sin dulzura, sin descanso, y se corrió dentro de ella, acompañado de un gemido de placer.

—H-hermano —dijo en lo que encontró su voz.

—Shhh —La mandó callar Connor, poniendo su dedo índice en sus labios.

Le dio la vuelta y sujetó sus manos con las suyas, y era tan fuerte que no pudo moverlas. Ben se alejó a un armario, pero volvió poco después, y trajo algo con él. Corbatas. Cogió uno de sus pies, y en la confusión de ver lo que hacía, se lo ató al poste de la cama. Helena intentó soltarse, pero sólo consiguió hacerse daño. Con su otro pie fue más difícil, ya que lo retorció y le dio patadas, pero consiguió atarlo también. Se encontró totalmente paralizada, a su merced. A la merced de cualquiera de los dos.

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora