Capítulo 58

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Parecía que habían pasado años desde que Serena lo había visto por última vez, ese cabello oscuro y esos ojos azul cobalto, que en ese momento estaban rodeados por una sombra oscura de cansancio y falta de sueño. Le hacía mala cara. Serena se llevó la taza de té hacia los labios mientras lo observaba espatarrado en el sillón de terciopelo.

—No te preocupes, no tardará en llegar —afirmó desviando la mirada hacia la puerta.

Estaban en una de las cientos de salas diseñadas para tomar el té, con una gran cristalera que daba a los jardines traseros y que tenía adosaba una amplia terraza de cristal. A Serena nunca le había gustado, ya que le daba vértigo. Sin embargo, eso no fue lo que la inquietó, sino que Ben ni siquiera la miraba, aunque ella sospechaba que era porque la intensa luz de la mañana lo golpeaba en los ojos, ya que él había tomado justo el asiento frente a la terraza de cristal.

A pesar de que solo miraba hacia abajo con esa mirada triste y añorante, ella no lo culpó. Estaban ya a mitades de Abril, y ya casi había pasado un mes y medio desde que Helena se había ido hacia aquellas tierras. Serena, que se había distanciado un poco de él, debido a sus obligaciones en la corte, solo podía sentir un poco de pena por quien siempre había sido su amigo, y durante mucho tiempo, su amor platónico. Serena supuso que ese tiempo a solas le había venido bien, a ella por lo menos, ya que ya no la azotaban los celos por no ser la que recibiera sus atenciones y suspiros. Aún no podía creerse que hubiera estado celosa de Helena, quien tan solo era su hermana, aunque debía admitir que había mezclado y mancillado su opinión sobre ella con el temor y y la superioridad con la que se había sentido respecto a ella. Era una persona horrible, y tal vez mereciese lo que le aguardaba su futuro.

Las puertas dobles se abrieron y Serena dejó ir sus pensamientos. El príncipe entraba por aquellas puertas, aunque no solo. Su hermana lo acompañaba en un bonito vestido con amplias faldas de tul de un color azul pálido. Serena los observó uno al lado del otro, y lo único parecido entre ambos eran sus cabellos negros como el plumaje de un cuervo. La princesa tenía grandes ojos marrones mientras él los tenía de un brillante color miel, casi dorados, además de que sus rasgos eran afilados y los de ella redondos. La princesa tenía su mano sobre el brazo de su hermano. Los ojos de Alexander y los de Serena se cruzaron, y parecieron disculparse, ya que no entraba dentro del plan que trajera a su hermana, o cómo si no, iban a hablar de cómo traicionar un reino y arrebatarles a su futura reina. El rostro de Ben se había puesto pálido cuando la había visto, aunque había sabido disimularlo.

Serena se levantó, y Ben la imitó. Ambos se inclinaron ante ellos.

—¡Oh, disculpad que me haya unido a vosotros sin preguntar! —exclamó con una expresión mortificada.

—No os preocupéis, alteza —respondió Ben, con una sonrisa estudiada —Igualmente iba a buscaros después —comentó.

Era lo que su padre le había obligado a hacer, de hecho, él mismo había planeado un horario completo con las horas a las que debía cortejar a la princesa, y Ben no podía negarse. Sin embargo, Serena notó que sí que estaba molesto por la intromisión, ya que Alexander había sido quien los había convocado, advirtiéndoles de que había una noticia que tenía que darles en persona.

Alexander y Serena se habían encontrado muchas veces durante esos días, y aunque no quisiera admitirlo, le había gustado cómo él había pasado más tiempo del necesario con ella, en los jardines con sus amigas, en los establos mientras casualmente ambos habían ido a montar o en la biblioteca del castillo, ella buscando un punto ciego en las leyes de Ashter. No creía que él lo supiera, ya que había estado concentrado en sus propios estudios, que por lo que había vislumbrado, era sobre la política interior.

Sophia se sentó junto a Serena, tomando una tartaleta de fresa de la pirámide. Alexander se apoyó en el respaldo del sillón en el que estaba sentado Ben, lo vio inclinarse hacia él y susurrarle algo, pero lo hizo de manera tan disimulada y silenciosa que no solo Serena no lo oyó sino que Sophia no se dio ni cuenta. Serena frunció el ceño al verlo un tanto nervioso.

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora