Epílogo 3

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Noah no pudo evitar mirarla. La primera vez en toda la tarde. O por lo menos, la primera vez que no lo hacía de soslayo.

Nell vestía con un simple vestido azul pastel, con una cinta plateada anudada bajo el pecho, y cuyo amplio escote y mangas cortas dejaban a la vista su pálida piel. Su pecho subía y bajaba a un ritmo tan familiar para Noah, ya que el suyo latía al mismo ritmo, que a veces éste se preguntaba si era que el suyo se acompasaba al movimiento habitual de ella o si simplemente sus corazones latían al mismo compás.

Bajo sus gruesas pestañas rubias, que se movían como mecidas por un suave viento y pintadas por un rayo de sol, Nell observaba a aquella chica hablar. Tenía una copa de vino en las manos, y mientras esbozaba una sonrisa, Nell se la acercó a la boca. Tenía los labios hábilmente pintados de rojo (de un nuevo tono) y los tenía bastante gruesos. Noah casi podía comprobarlo cuando se los relamió tras dar un trago, y apostaba lo que fuera a que serían cálidos y blanditos.

Su cabello rubio, con cálidos mechones aún más claros, estaba recogido en un peinado alto con una diadema que dejaba un par de mechones en tirabuzones sueltos. Reclinada sobre la hierba, con una pierna sobre la otra, Noah apenas se acordaba de respirar.

Noah nunca se había sorprendido de verla rodeada de gente, ya que Nell ya era reina, aunque tuviera una regente desde el momento que nació, dos minutos antes que su hermano, pero en momentos como ese, mientras ella le devolvía la mirada, Noah sabía que aunque hubiera sido una mera campesina, todos la habrían rodeado y adorado como en ese momento, pues aunque apenas quería reconocerlo, Nell se veía hermosa, como una diosa.

Nell rompió contacto visual con la chica y alzando la copa pidió más vino. Noah vio a Connor fruncir el ceño y susurrarle algo al oído a su hermana, pero Nell lo desdeñó con un gesto de mano. Al parecer, ese día también acabaría borracha. Y seguramente en la cama con alguno de los presentes. Era algo que Noah no aguantaba, aunque no sabía por qué. Seguramente porque era su prima y le importaba. Definitivamente era eso.

Noah acababa de llegar de Ashter, de pasar el verano entero con su abuelo, Émilie y su tío Cam, que en realidad era menor que él. Como heredero del ducado de los Vera, a su abuelo siempre le había hecho poca gracia que pasara tan poco tiempo en su reino, y tanto en Mïrle. Sin embargo tampoco podía culparlo, ya que había dejado que su padre lo nombrara heredero en vez de a Cam, a pesar de que Noah ni siquiera conocía a su madre.

Noah a veces se encontraba preguntándose por ella, quién sería, cómo sería, por qué lo había abandonado entre otras cosas, pero también admitía que prefería no saberlo. Desde que había tenido doce años, en donde Noah había visitado un campamento militar, Noah se había dado cuenta de que los soldados no eran los únicos que vivían allí. También habían prostitutas.

Había nacido en un año después de la guerra, eso era cierto, pero su padre había pasado todo ese año de después ayudando a Mïrle, no sabía exactamente cómo, pero sí que sabía que había pasado un par de meses en en la frontera con Zaphei, donde las cosas se habían descontrolado tras la muerte de su tío Darren. Su padre podría haber requerido los servicios de una puta y al enterarse de su estado, podría haber criado al niño.

Elevando la mirada de nuevo a Nell, se dio cuenta de que ésta lo miraba, al otro lado de donde se habían sentado en el jardín, a varios metros de distancia. Él apartó los ojos primero, de alguna manera avergonzado.

Él era el hijo de un puta. Y ella era una reina.

La sangre de Nell era azul, su estirpe, antigua y poderosa, y él ni siquiera sabía de dónde venía.

Sintió unos labios en el cuello y cerró los ojos. Sintió la lengua recorrerle la carótida y Noah casi gimió. Sus ojos se abrieron asustados cuando se dio cuenta de que los ojos que le devolvieron la mirada en la oscuridad eran azules.

Se apartó con la respiración entrecortada y miró a Deanna. Ésta preguntó —¿Qué pasa? —Él negó.

—Perdón, no estoy en lo que debo.

Deanna rió mientras decía —Pues yo creo que sí —Noah siguió la dirección de su mirada hacia su entrepierna y agrandó los ojos, cerrando las piernas —¿Quieres que vayamos a otro lugar? —le preguntó.

Noah miró hacia Nell, que bebía ahora de una botella. Noah recordaba cuándo ésta había comenzado a beber y a follarse a todo hombre, noble o plebeyo, y había sido hacía dos años, cuando él se había ido a pasar otro verano en Ashter, como todos los años. Dos meses después, había conocido a Deanna. Pero Noah no se había enterado hasta que hubo vuelto, con Deanna de su brazo. Nell los había recibido con resaca, aún medio borracha. En ese entonces, ella tenía 17 y ellos 16.

—No, da igual —Noah observó cómo Connor intentaba quitarle la botella de las manos, sin éxito.

Sus ojos se cruzaron, y Connor le suplicó con una mirada que lo ayudara. Él suspiró y se levantó.

—Nellie —Ella lo miró. Noah no podía decirle nada descortés delante de tanta gente, pero tampoco sabía cómo decirle de manera refinada que no podía estar borracha a las seis de la tarde —, mi padre me ha pedido que os dijera a ti y a Connor que fuerais a verlo para darle la bienvenida hace como una hora, ¿no te lo ha dicho Connor? —Noah miró a Connor con aire de cómplice.

—Oh, mierda. Se me había olvidado —Nell se turnaba para mirarlos, con los ojos entrecerrados —Ya sabes cómo se pone si no le hacemos caso.

—Y-yo soy... soy reina —dijo ella borracha —Que se vaya acostumbrando —Todos rieron. Noah se acuclilló frente a ella.

—Venga, Nellie —Ella hizo como que se lo pensaba.

—¿Vienes tú con nosotros? —Noah asintió —¿Y me llevas como una princesa? —Noah intentó no sonreír.

—Como una reina —contestó.

Nell extendió los brazos y Noah suspiró, más contento de lo que lo demostraba. Apoyó la mano tras la espalda de la chica y puso la otra bajo sus corvas. De un impulso, se levantó con Nell en sus brazos.

Nell lo miró a los ojos a través de sus largas pestañas y le dijo en el oído —Tengo un problema —Noah podía sentir su cálido aliento —, y es que estoy muy cachonda —Noah la miró atónito.

—Seguro que alguno de tus acompañantes puede encargarse de ello —replicó Connor que la había escuchado, mirando hacia los nobles que seguían sentados en la hierba. Nell rio suavemente.

Apoyó la cabeza en el pecho de Noah, bastante adormilada —Tienes razón.

Con el cuerpo de Nell haciendo contacto con el suyo, y tras aquellas palabras, Noah sentía que ardía, sobre todo cuando Nell movió la pierna y le rozó la entrepierna, ya abultada. Se sintió arder. Aún así, dio media vuelta y empezó a caminar con Connor y Deanna a cada lado.

Noah no podía dejar de escuchar sus palabras en su mente.

Había tenido la sensación de que se lo decía solo para él.

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora