Capítulo 26

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El verano ya se estaba marchando, y antes de que el calor desapareciese completamente, Carl les sugirió ir un día al lago a la zona alejada de padres, hermanos o personas que pudiesen suponer un coñazo. Y como no, todos aceptaron emocionados por ir un día a bañarse y pasarse el mediodía y la tarde sin hacer nada, a remojo.

Y, tal y como accedieron, las cosas entre Helena y Emilie volvieron a ser como antes, pero ahora, Helena sentía un pinchazo en su pecho, porque aunque intentaba ocultarlo, Emilie ya no era la misma. Tampoco sabía cómo le había dicho de dejar de verse en secreto, pero como su padre no había ido a hablar con ella, suponía que no le había contado su intervención en ello.

Sin embargo, Emilie no se había encerrado en su cuarto, había salido con los chicos, se había divertido -o eso había hecho parecer, por lo menos- y había decidido que aunque ellas estaban bien, una vez que el cumpleaños de Ben hubiera finalizado volvería a su casa, haría caso a su padre y se comprometería con algún noble. No podía estar llorando por alguien que no podía tener. A veces se encontraba pensando en que odiaba a Helena, y luego se echaba hacia atrás. Su relación no iba a ningún lado, igualmente. Y ya descubriría qué hacer con el problemilla de que no fuera virgen.

Llegaron los tres como siempre juntos, ya que vivían bajo el mismo techo. Helena y Ben no habían compartido mucho tiempo juntos, lo que le había permitido perderse junto a Connor en charlas y besos a la luz de la luna. Ellos estaban mucho mejor, no sabían que harían en un futuro con ese triángulo amoroso, pero en ese momento no les importaba. Solo parecía notarlo Connor cuando ella no se presentaba al tejado, porque no podía parar de imaginárselos juntos. Y dolía.

Pero era un día luminoso, con el sol brillando, sin nubes a la vista, y tranquilo. Los otros tres les esperaban en la orilla, mojándose los pies descalzos y bromeando. El primero que los vio llegar fue Ian, que les saludó con la mano en la distancia. Luego Connor se tiró hacia él abrazándolo, antes de hacer lo mismo con los demás.

Ellas hacía semanas que también se saludaban con abrazos, ya que era más rápido y cómodo. Tras haberse saludado entre sí, Helena procedió a estirar la jarapa cerca de la orilla, y Kate dejaba esta vez la comida encima, ya que era su turno.

—Damas y caballeros —dijo Kate —Aquí tienen sus alimentos.

Carl fue el que sacó toda la comida con gran velocidad, ya que al parecer tenía hambre. Era lo mismo de siempre, bocadillos, frutas, pero Kate siempre intentaba hacer nuevas recetas, aunque no siempre le salían bien.

—¿Estás bien? —le preguntó Ian a Emilie, quien parecía perdida. Ésta lo miró y asintió.

—Estaba en mi mundo, lo siento.

—Estábamos comentando que pronto te vas a ir —Emilie pareció sorprendida, pero asintió.

—El cumpleaños de su hermano es dentro de nada, y después volveré a casa. O a la Corte, según decida mi padre —Todos la escucharon con atención, ya que no parecía gustarle mucho irse.

—Pensaba que te ibas a principios de Octubre —Ella negó.

—¿Qué? ¿Y no te puedes quedar? —preguntó Kate decepcionada. Al parecer, cuando ella la había ignorado, Emilie se había acercado más a Kate.

—No, mi padre ya me está organizando citas, y como no aparezca me mata —Carl manifestó un pronunciado lamento.

—Y yo que quería casarme contigo —Emilie rió.

—Lo siento, no lo veo muy factible.

—Es por mi sentimiento del amor liberal, ¿cierto? No muchos lo entienden —dijo haciendo que tanto Helena como Connor se mirasen. Lo suyo si que era extraño.

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora