Capítulo 84

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Helena se despertó cuando ya había amanecido en aquella cama de tamaño presidencial. Las suaves sábanas de seda acariciaron su piel desnuda cuando ésta se irguió. Helena miró al otro lado de la cama, encontrándolo vacío.

—Buenos días, majestad —Helena se tapó. La pobre sirvienta parecía asustada, aunque se recompuso lo suficiente para inclinarse ante ella.

—Quiero vestirme, traedme algo —La chica, varios años más joven que ella bajó la cabeza y se marchó en silencio.

Ya habrían pasado unas siete horas. Le quedaban otras diecisiete.

A Helena le gruñó el estómago y se comió una pieza de fruta mientras esperaba. Decidió que no pensaría en la noche anterior, o en lo que había confesado, o en lo que había sentido. Ese día era para otra cosa muy diferente.

Helena dejó que la vistieran en silencio mientras pensaba en sus cosas, en parte de las que Darren le había dicho la noche anterior. Desvió la mirada hacia la bañera, y la encontró vacía. Sin pruebas de lo que había pasado ahí dentro. Ninguna muestra que alzara recuerdos que no quería subir a la superficie. Los prefería hundidos, como barcos en el fondo del mar.

Helena salió de la alcoba con un vestido que le quedaba grande, pero que prefería al que probablemente no habrían logrado sacar ese terrible olor. Se asomó por la ventana y comprobó con sorpresa que por el día la ciudad mantenía su vida normal. Las chimeneas desprendían humo, y Helena podía ver pequeñas figuras humanas recorrer los caminos. Incluso abajo, los jardineros cumplían con sus trabajos como un día normal, cuidando de ese paisaje.

—¿Dónde está Espen? —preguntó Helena a la sirvienta que estaba a su cargo.

—¿Disculpad, quién?

—El muchacho que vino conmigo y que conversó con el rey.

—Ah, no sé, pero puedo preguntar a la ama de llaves. Ella... ella siempre sabe donde está todo el mundo —comentó. Helena asintió.

—Ve, yo esperaré en los jardines —Se separaron, bajó las escaleras e inspiró el aire fresco cuando atravesó las puertas. Helena recorrió el mismo camino que la noche anterior, viendo a la gente trabajar.

Todo iba a acabar aquel día, y aunque para esos campesinos la vida sería la misma que antes, Helena aún tenía muchas decisiones que tomar. Una vez que Darren hubiera desaparecido de su mundo, Helena no estaba segura de lo que hacer. Solo sabía que quería a su hermano a su lado, todo el tiempo. Pero mientras tuvieran esa relación sanguínea y se supiera, Helena no creyó que tuvieran un futuro juntos. Menos si alguien descubría que estaba en cinta. Tenía muchas decisiones que tomar para entonces, pero sabía que no se dejaría vencer. No después de por todo lo que había pasado.

—Ma-majestad —Helena volvió en sí, saliendo de sus pensamientos. Se giró hacia la sirvienta —El soldado por el que habéis preguntado ha salido esta-

—¡Helena! —Ambas se giraron y vieron a Espen saludarlas desde el final de los jardines.

—Encontrado —dijo Helena —Puedes volver a tus quehaceres, gracias —La sirvienta se inclinó y se marchó. Espen no tardó en alcanzarla, y entrelazada de su brazo, le preguntó —¿A dónde habías ido? —Él miró sospechosamente a sus lados.

—Algo para sazonar la comida —respondió —O la bebida, aún no lo he decidido. Tú no pruebes nada de nada —Helena asintió —Oye, espero que no te moleste la pregunta, pero, anoche tuviste muchas oportunidades, ¿por qué no lo hiciste? —Helena lo miró y fingió una sonrisa.

—Porque no habrías estado allí —mintió. Espen frunció el ceño —Entremos, quiero saber si está planeando algo.

—Va a seguir los planes, tú te "marchas" en unas horas y él mañana —le informó. Luego se detuvo, a medio camino de las puertas —He hablado con él esta mañana, mientras dormías. Me ha contado algo interesante —Su tono parecía guardar rencor.

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora