Capítulo 17

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Tenía que ir a por él, tenía que hablar con él. Decirle que estaba equivocado, aunque tuviera que mentirle.

Helena se levantó del suelo y salió de la sala, no le importaba si alguien preguntaba por su ausencia en su propia fiesta de cumpleaños. Pensó en ir a su cuarto, quería ir cuanto antes, se encontraba casi corriendo con sus zapatos en la mano en la segunda planta, cuando escuchó a alguien decir —Pero rápido, nadie puede notar nuestra ausencia.

Era la voz de su padre. No sabía cuándo había salido de la sala o con quién hablaba. Se detuvo en seco y abrió la puerta cuidadosamente para que no la escucharan. Con ésta entornada, echó un vistazo adentro.

La sala estaba precariamente iluminada, pero ella lo vio con claridad. Él... Él parecía estar haciendo algo con sus pantalones, desabrochándoselos, advirtió, y Helena debería haber cerrado la puerta en ese momento, pero la curiosidad de querer saber quién era la mujer le ganó. Helena vio cómo le recogía la falda del vestido. La tenía enrollada en su regazo, y se bajó las medias.

Helena se movió para intentar ver la cara de la mujer antes de que empezaran a hacer algo que no quería ver, pero su padre era alto y robusto. Y sólo la vio cuando él la tomó y ella rodeó con sus piernas su torso, agarrándose como un mono. Uno de los tacones blancos se calló al suelo a la vez que ambos gemían la primera vez que se encontraban, con él dentro de ella, mientras ella parecía dar pequeños saltos, en realidad moviendo sus caderas para qué él la penetrara con más fuerza. Él también lo hacía, empezando los vaivenes, mientras seguían gimiendo.

Su padre susurraba, y ella le devolvía otros susurros con tono excitado, apenas pudiendo decir una frase en orden. Helena reconoció su cabello pelirrojo, y su maquillaje de escamas, pero ella estaba con los ojos cerrados. Emilie tenía los ojos cerrados del placer y las uñas clavadas en la espalda de su padre.

Su mejor amiga estaba teniendo relaciones con su padre.

Dio un paso atrás, y luego otro, hasta que se chocó con la pared. Contuvo la respiración y las lágrimas, y corrió. Quería hacer como si no hubiera visto nada. Lo quería tanto que siguió el camino hasta la habitación de su hermano, incluso al no encontrarlo allí, quería engañar tanto a su mente sobre lo que había visto, quería fingir tanto que eso no había pasado, que fue a buscarlo a uno de sus lugares favoritos. Abrió las puertas mientras las lágrimas se deslizaban por las mejillas. Los libros polvorientos no la juzgaron, y pensó que ya estaba, que iba a derrumbarse cuando lo vio. Había acertado.

Se había quitado la capucha, y estaba sentado en una de las butacas, con la cabeza entre las manos, hasta que la había escuchado abrir la puerta. Hasta que la había visto llorar. Ella sollozó, aunque no quiso, y él se levantó corriendo. Se desplomó contra la puerta, cerrándola, con las manos cubriendo su boca cuando Ben llegó a ella, arrodillándose junto a Helena.

—¿Qué pasa, Helena? Habla conmigo —Todo el odio, todo el enfado, parecía haberse esfumado con esa imagen que le estrujó el corazón en un puño.

—Él... Ella, no... n-no... —No parecía aclararse, parecía conmocionada, como si no pudiera organizar sus pensamientos.

Ben limpió sus lágrimas, hizo que cada una que apareciera se desvaneciera por completo antes de que estuvieran mucho tiempo. Pero no podía parar, y estaba matando a Ben. Literalmente él se sentía morir. Pero Helena no quería decirle qué pasaba, cómo le iba a decir que había visto a su amiga y a su padre teniendo relaciones... Él no necesitaba escuchar eso.

—Dime qué ha pasado —le rogó, una, dos, tres veces, pero ella se negaba —¿Ha sido por mi culpa? ¿Es por lo que he hecho? —Ella volvió a negar, y él estaba desesperado. Helena lo tenía agarrado de la camisa, como si le impidiera caer de un precipicio —¿Qué quieres que haga para calmar tu dolor? Haré lo que sea. Lo que sea, mírame —No podía más. No podía seguir mirándola llorar. Había sido doblemente traicionada, y ella había traicionado a Ben, y ahora sabía cómo se sentía. Ben alzó su rostro por su barbilla e hizo que lo mirase —Haré lo que sea, si te hace olvidarlo.

—Bésame —No había rastro de duda en su voz, sólo una inmensa tristeza. Él la miró desconcertado, cómo si le hubiera pedido que le cortara la venas y no que la besase —Bésame —pareció suplicar en un hilo de voz.

Si la rechazaba, si se alejaba... No podría. No podría soportarlo, quizás había llegado muy lejos. Tal vez se había equivocado. Tal vez él la repudiaría como habían hecho todos los demás. Quizás sólo sabía cómo arruinar las cosas. Quizás estaba loca. Y entonces él la besó. Sus labios no fueron dulces o delicados, presionaron los suyos como si estuviera ardiendo y ella fuera la única fuente de agua, con desesperación. Más de lo que podía imaginar que estaba.

Helena tardó un segundo en reaccionar, aunque había sido la que lo había pedido, pero ya le estaba devolviendo aquel beso con la misma pasión abrasadora. Como si necesitara su aire, su saliva, sus dientes al chocarse, su lengua, su presión. No podía parar, no quería parar. Llevó sus manos, aún besándose, bajo la camisa de Ben, y tocó su suave y duro torso, lo había querido hacer durante tanto tiempo... que no quería reprimirse.

Él besó la comisura de su labio, su mejilla, bajó por su cuello hasta su clavícula dejándolo todo mojado, con respiraciones irregulares, y entonces se separó. Como si ella lo hubiera empujado, aunque no había sido así. Parecía abochornado, estaba despeinado... Helena debía haber pasado sus dedos por su cabello. Tenía la ropa arrugada y mal puesta, y de repente, se dio cuenta de que había estado desabrochando sus pantalones cuando él se separó. Ni siquiera se había dado cuenta. Ella había estado hambrienta y él, sin saberlo, había sido un buen chuletón.

—H-helena —Ella estaba sonrojada, despeinada como él, sudando tanto que quería quitarse el vestido, aunque puede que esa no fuera la verdadera razón. Ella tomó un bocanada de aire y él dijo —No.

—Ben —Sus lágrimas se habían detenido, pero tenía todo el maquillaje corrido y los brazos que la habían recorrido segundos antes se habían alejado. Ben se levantó, y luego ella —Y-yo... Yo no sé por qué te he...

—No. No. No.

No sabía si se arrepentía o si simplemente seguía conmocionado, por su cara pasaban miles de emociones. Helena rozó el picaporte de la puerta por detrás y la abrió. Ben la miró todavía confundido y ella huyó. En ese momento, había sentido que el único lugar seguro sería su alcoba.

Habían pasado muchas cosas ese día.

Había cumplido años.

Ben los había descubierto a Connor y a ella juntos.

Ella había descubierto a su padre con Emilie.

Y finalmente, Ben y ella se habían besado.

Mientras corría a su dormitorio, las campanas anunciaron la media noche, y su cumpleaños ya había pasado.

La Profecía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora