Seis meses para la profecía...
Había dejado que la viese primero Helena, no solo porque sabía que le haría ilusión esa visita especial, sino porque después podría saber de ella. Ben le había preguntado cada día a Delilah cómo veía a su hermana, pero su respuestas no variaban demasiado de un día a otro, y quizás otra persona, que la conociera algo más, podría tener una opinión diferente.
Aún así, primero la había saludado, antes de que se metiera a cal y canto en el despacho de su padre, y tuvieran, como su padre había dicho explícitamente, una conversación privada. Una en la que no hacía falta ni que preguntara para saber que no estaba invitado. Su padre seguía enfadado con él, y aún así, casi a regañadientes, había cumplido su petición y había dejado que Delilah se encargara de ella. No es que lo hubiese esperado realmente. Ya que apenas se hablaban, y cuando lo hacían, discutían.
Por eso, cuando su tía había contestado a su carta y le había asegurado que iría tan pronto como le fuera posible, se sintió lleno de alivio. Por fin tendría a alguien en su familia con quien pudiese hablar. Lo que no había esperado es que se fuera a dormir directamente a sus aposentos tras hablar con Helena, alegando cansancio, y Ben no había podido detenerla, ya que seguramente sería cierto.
Así que la mañana siguiente, antes del desayuno, esperó en las escaleras, y ésta no tardó demasiado en salir, con un bostezo y un semblante derrotado. Parecía que algo le preocupaba, así que supuso que algo había ido mal anoche con su hermana. Ben se frotó los ojos, intentando que fuese nada mas que un mal sueño, pero siguió escuchando los pasos de su tía en el pasillo, hasta que lo alcanzó.
—Aquí estás —dijo ella con tono animado —Estabas esperándome, ¿cierto? —le preguntó. Él asintió.
—¿Qué tal fue? ¿Cómo la viste? —Su tía pasó su brazo por detrás de él, y apretó cariñosamente su brazo.
—Hablemos con un té —sugirió, y Ben no le llevo la contra. Caminaron por los pasillos y su tía comentó —Que... silencioso está todo.
—Mi padre está en modo cascarrabias y los sirvientes intentan ser cuidadosos, no quieren que los eche a ellos también —explicó.
—¿También? —Entraron a la sala, y se sentaron en diferentes sillones, en frente el uno del otro, Ben casi dejándose caer.
—Los padres del chico con el que se fugó —dijo él. Su tía Sonya tocó la campanita y esperaron al servicio.
—Comprendo... pobres —comentó. Luego lo miró, y sus ojos parecían observarlo de manera astuta, estudiándolo. Ben no recordaba que su madre lo hubiese mirado alguna vez así, con esos mismos ojos, pero había sido hacía mucho tiempo. Ella preguntó —¿Cómo lo permitiste?
—¿Disculpa? —preguntó cuando un mayordomo tocó a la puerta y apenas abandonó el umbral de ésta.
—Tráiganos un té de jengibre —ordenó su tía.
—Sí, señora —Y dejó el lugar tan pronto lo pisó.
—¿Qué está pasando, Ben? —preguntó.
—No entiendo a qué te refieres exactamente —dijo él.
—Tu hermana se escapa, pierde su virginidad, y se queda preñada —contestó con el ceño fruncido —A eso me refiero.
—¿Helena está... en cinta? —Su cuerpo entero se tensó, pero ella negó.
—No, tu padre se ocupó de eso —Ben apretó sus manos en los apoyabrazos del sillón —¿Cómo pudiste ser tan estúpido? —preguntó con un tono iracundo y cansado. Por un segundo, Ben pensó que Helena se lo habría contado, pero al observarla mejor, se dio cuenta de que no —Dejar que tu hermana... No me lo puedo creer.
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La Profecía (+18)
RomansEl evento más esperado del año, un vistazo hacia el futuro por el Oráculo, se convierte en la mayor pesadilla de Helena, hija del duque de Vera. A partir de ese momento, la pobre chica se convierte en una parea gracias a una Profecía. Con 14 años y...