Advertencia ⚠️:Este capítulo puede contener temas sensibles; leer bajo su propio riesgo. Todo lo presentado aquí es ficción
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Un nuevo día comenzó y otra vez Ismael vino a visitarme y salimos a pasear en su coche para irnos al centro.
Agustín decidió reponerse y cuidaria a los mellizos mientras yo fui con Lisandro.
Lisandro iba cantando durante todo el viaje, mientras Ismael tenía cara de pocos amigos: ¡Dime Santiago! Era necesario que él viniera.
—¡Vamos Ismael déjalo que pasee, es un niño! —Solo asintió y siguió con su cara de pocos amigos. Fuimos a comer a un barcito, y de allí iríamos a comprar ropa ya que yo no tenía casi nada y Lisandro tampoco tenía mucha.
Entramos a aquel bar y solicitamos una mesa para tres personas; nos dieron la carta, y algo no me agrado un tipo no le quitaba los ojos de encima a Lisandro, lo veía durante largo rato como si lo midiera con la mirada. No podía verme ya que llevaba el hiyab puesto , pero no me agradaba nada ese hombre, comimos, reímos un rato para de repente un mozo acercarse con un helado de las caros hacia Lisandro con una nota.
Lisandro no dudo en agarrarlo, y yo sujete la nota rápidamente para leerla. —Dime ¿Quién fue?
—Fue el señor de allí.
Mi rabia ya había salido a flote —¿Qué pasa Santiago?— Le quite el helado a Lisandro y fue hasta su mesa — A ti te quería agarrar puerco, te gusta acosar adolescentes —Lo sujete del cuello y le hice tragarse la nota junto con su helado para luego darle de a golpes uno tras otro hasta dejarlo inconsiente. —salimos huyendo de allí, antes que llamaran a la policía o peor a la IMOOM. —¿Qué paso Santi? ¿Por qué me quitaste mi helado? ¿Qué decía la nota? ¿Por qué le pegaste al señor?
—Cuándo seas mas grande te lo diré, por ahora solo te digo que no aceptes regalos de extraños.
—¿En serio tan grave fue? —Ismael me miró sorprendido, me acerque y le susurre al oído para que Lisandro no oyera lo que le decía: ¡Ese HDP le escribió su número diciéndole 《¡Que rico estas! No sabes todo lo que te haría》 Al decirle esto Ismael quedo petrificado para luego golpear el volante de forma violenta una y otra vez —¡Me hubieses dicho así también le pegaba, a ese maldito! —Lisandro se asustó no entendía que pasaba —¿Qué hice?
—No tú no hiciste nada, solo que en el mundo hay gente muy mala. ¡Vamos a comprarte ropa, así te animas un poco! —Trataba de calmarlo, pero aunque yo no podía Lisandro tenia pinta de tener más años, pero seguía siendo un niño. Fuimos a una tienda de niños para comprarle ropa, podíamos ver ido a una de jóvencitos, pero el quería diseños que solo se encontraban en tienda de niños, costo conseguir de su talla, pero luego de un rato lo conseguimos. Conseguimos ropa adecuada para su edad y talla, ya no parecía un jovencito, parecía lo que era un niño grande entrando a la adolescencia, debido a las bajas temperaturas había que comprar muchos buzos por lo que fuimos a una tienda de mayoreo y compramos 6 para que no ande siempre con los mismos, de allí fuimos a una tienda de Omegas, muy a mi pesar no me quedaba otra que comprar alli para que no nos descubrieran.
Allí compré al menos dos hayib, y compré pantalones ya que solo tenía dos. Y más buzos, pero de colores pasteles con lo que odiaba esos colores, pero era un color muy característicos de los Omegas y me compre aquella campera que era muy parecida a una que tenía en mi antiguo departamento, era cuero con cordero dentro y venían a juegos con unos guantes. La amaba, pero el dependiente me vio raro como si sospechara de mi: ¡Esa es una campera para Alfas!
—Entonces, ¿por qué tiene ropa de Alfas en una tienda de Omegas?
—Muchos Omegas vienen con sus esposos, esto es para ellos.
—Yo vengo con el mío.
—Sí, pero usted se lo quiere comprar para usted
–Y a usted que le importa. —Estaba encaprichado con aquella campera, la quería no me importaba nada, la quería y listo.
—No se la puedo vender.
—La voy a llevar quieras o no.
—No te la voy a vender intento de Omega. —Me asuste ¿Cómo lo supo? Entonces lo noté, el dependiente era un Omega Dominante.
—Pues que te valgo, todos tenemos un muerto en el placard por algo tu estás aquí en el barrio de los Betas ¿O me equivoco? Vendeme la maldita chaqueta. —Nos miramos un rato largo — Esta bien.
—¡Gracias!
—De nada y no vuelva.
Al salir de allí fuimos a comprar carne para congelar y la cena de allí iríamos para la casa, al entrar habían dos señoras que me miraron de arriba abajo, pero no me quitaban la vista de la chaqueta en eso Ismael tuvo una rápida reacción: ¡Recuerda cariño venir más abrigado la próxima, esa chaqueta es nueva! —las doñas dejaron de mirarnos y llegó nuestro turno de comprar :¡Que les doy!
—¡Carne! —Lisandro estaba superemocionado viendo la vitrina de carnes no había dudas que era un Alfa. Yo saqué la lista de las cosas que tenía que comprar :¡3 kilos de suprema!, ¡ummm jamón de cerdo deme 6 chuletones!, deme 4 kilos de carne molida, y deme 6 kilos de carne para estofados y para guisar, 2 kilos de una carne rica para hornear y 10 kilos de pollo trozado. Eso es todo. —Era mucha carne pero debíamos aprovechar que teníamos un congelador donde guardarla, y tendríamos comida asegurada, por bastante días.
Cargamos las carnes al auto, pero antes de marcharnos pasamos por una tiendita de pollos al spiedo, el olor era exquisito me hipnotizaba, al tiempo que veía los pollos girar y girar sin detenerse mientras se cocinaba de forma pareja en todas sus partes. 10 usd un pollo.
Tome un billete de a 100 y pedí para llevar 4 pollos… Es que si mis cálculos no fallaban los mellizos solo se comerían un pollo, Agustín quizás compartiría con Lisandro, pero Lisandro su mirada decís que se comería un pollo entero el solito, y pues yo, yo me comería un pollo entero sin problemas pero si Ismael me pedía yo le convidaria no mucho pero lo haría. Aparte venían con papas.
Fuimos al apartamento mientras Lisandro nos decía que mejor no comiéramos los pollos y hiciéramos como que nunca existieron.
O que en el camino nos robaron los pollos.
Tanto a medio camino tuvimos que parar y poner los pollos en el baúl para calmar la ansiedad de Lisandro de comerselos, lo entendía paso tanto tiempo en la calle que estaba teniendo un ataque de ansiedad.
Me dio tanta pena que antes de marchar le compré un sándwiche para que comiera en el camino y otro para mí, y otro para Ismael que sin duda me dejó boquiabierto devoró en minutos.
Al llegar a la casa los mellizos estaban alegre de nuestra llegada y más contentos con los pollos que aún estaban calentitos. Mientras Agustín guardaba todo, yo troze los pollos y serví en los platos para luego colocar las papas a cada uno.
Devorado ya estos, charlamos y nos reímos un rato para luego Ismael despedirse, y irnos a acostar ya que mañana tenía que controlar como iba mi bebé.
Continúara…