Capítulo 62: rearmando el vínculo que se creía roto

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Allí estaba dándome su espalda si bella espalda, en la que ahora sería nuestra habitación.
Estaba recostado solo con aquel calzón que realzaba sus blancas piernas, este apenas le cubría la marca que le dejé anoche en su muslo. Me daba cosa ver su piel tan pulcra y hermosa marcada, pero el insistia en qué le mordiese.

Podia oír como refunfuñaba, constantemente mientras jugaba con la luz «click, click, click » prendia y apagaba esta.

—¿Estás bien Marco?

—¿Cómo que Marco? Tan rápido me dejaste de amar. Acaso tan rápido te cambio tener familia. Yo soy «Amor» o nada. —Sin dudas estaba enojado.
—¿Estás bien amor?
—Me quiero ir de aquí, me oyes.
Me quiero ir, urgente. A mi casa con mis cosas, en mi nido con mi Omega solos tu y yo, nadie más.

—Cariño, este es el mejor lugar para nosotros.

—¿Cariño? Ahora ya no soy tu amor.

—Amor, este es el mejor lugar para nosotros.

—Quiero mi nido.

—hagamos otro.

—¿Qué?  —Su cara paso de enojo a interés en segundos. Si algo le gustaba más a Marco a parte de comer era intimar, y el hecho de hacer un nuevo nido era de los actos más íntimos y placenteros que había.  —Lo vamos a hacer aquí, ahora.
—Sí, va costar pero lo haremos un poco todo los días para cuando el embarazo este avanzado ya este será tu nido, nuestro nido.

—En el momento que dije eso, la emoción lo podía revolvió todos los bolsos y debido a su mala visión solo debía guiarse por su olfato hasta que lo encontro encontró la frazada y la tiró en la cama.
Si esa frazada hablara, está se la había traído del orfanato, allí había sido nuestra primera vez, allí lo preñe, allí dormíamos, alli lo anude y el a mi. —¡Hagámoslo!  —Sentandose sobre mi pelvis para que no solo le cumpliera como todos los días sino para crear nuestro nuevo nido.
Sin dudas siempre creí que Marco tenía un exceso de energía, por alguna razón nunca se cansaba.
Quizás por su apariencia frágil y mala visión que no dejaban que la libere al 100% pero ahora comprobaba tal hiperactividad, se suponia que el embarazo debía dejarlo cansado, pero no el estubo solo una semana mál y ahora quería tener intimidad todo los días, todos sin parar, y yo jamás me negaría me encantaba esa fase tan posesiva de él, el ser solo de él y el mío.
Por algo de niño, le rompía su anteojos a ocultas de él, para que no viera una mejor opción solo a mi, luego me di cuenta que el podía diferenciar siluetas, sonidos y olores y que solo veía borroso cuando había mucha luz. Por lo que sin dudas me avergonzaba de mis actos.

El rechinar de las cama, el sonido de nuestras carnes chocando, nuestras respiraciónes agitadas, junto con el melodioso sonidos de sus gemidos mientras me montaba, era algo exquisito sin hablar del dolor de sentír sus uñas clavadas en mi espalda.
—Nunca me dejes, León

—Jamas lo haría.

—No, nunca me dejes o haré que te arrepientas. ¡Awwwww! Muerdeme el cuello, marcame como tuyo.

—Jamas te dejaría, Marco. Jamás —atrayendololo hacia mi —Jamas, dejaré que me dejes.
Intimamos durante toda lo noche, sin parar. Llenando aquel lugar de nuestras feromonas hasta que se vuelvan una sola, ahora acostandolo mientras sus piernas estaban en mi hombro, y lo mordía en su cuello.
Lo anudaria nuevamente para dejarlo bien satisfecho. ¡Pobre bebé debe estar asustado ante tanto movimiento!

Al terminar dormimos empernados para rematar con su "Nalgeame bien fuerte quiero que me arda todo el día  y cada que me frote recordar la faena que me diste hoy, y que me darás mañana"
—¿Estás seguro?
-Sí
-Okey — tome fuerza y se lo di. —Sus ojos se aguaron y su muslo quedó rojo, ni hablar del grito que pego ante el golpe, para luego besarme. —Omega malo, ahora vas a tener que frotarme toda la noche, pasandome una crema para le frotara su muslo todo la noche.
—Claro que lo haré.

......

Al despertar Marco no estaba a lado mío, me asusté y baje las escaleras para luego aquel aroma a comida, distraerme, eran las 4 de la mañana
Era un aroma que hacía que cayera hipnotizado al mismo tiempo al escuchar una dulce voz cantar mientras cocinaba, con solo aquella bata de seda negra que nos prestaron estaba mi Alfa salteando pollo, ¿Pollo a las 4 de la mañana?
Al parecer había encontrado sus anteojos y se puso a cocinar. Ver sus ojitos más grandes debido al aumento de sus gafas lo hacía ver supertierno y apretujable.
El aroma a limon y ajo perfumando los muslos mientras se cocinaban en la sartén, mientras en otra olla preparaba arroz con vegetales y huevo. —¿Quieres?
—Sí. -Sirvio los platos, y comimos allí solo los dos mientras el resto dormía hasta que... —Son las 4 de la mañana a quien se le ocurre cocinar a esta hora, debí suponer que era el caprichoso. —mi madre había despertado, y con ellos los problemas, ya que era obvio, que el y Marco se odiaban, ambos chocarian ante el mínimo del otro, más Marco.
Ambos Alfas dominantes que se sentían amenazados ante la presencia del otro. Ambos siendo territoriales y yo en el medio de tremendo choque de feromonas y declaración de odio.
Aunque mi Alfa era alto mi madre le ganaba por casi una cabeza, pero eso no le amedrentaba. —Leon pásame esos almohadones. —Le di los almohadones a Marco y se paró de puntita de pie en ellos para estar a la misma altura de mi madre que al verlo se descotillaba de la risa mientras Marco seguía serio. Listo para pelear de ser necesario. —Vamos, ahora estamos parejo pelee.
—Ay, león tu Alfa está loquito. A ver déjame probar que cocino. —mi madre comió del pollo de mi plato. —Esta riquísimo, es delicioso. Lo preparaste tu León.

—No, el lo hizo.
—Yo lo hiz... —Mi Alfa respondio altaneramente pero mi madre hablo antes — Te salió riquísimo, sin dudas eres talentoso para cocinar, está todo en su punto y sin duda está delicioso. Deberías estudiar para Cheff. —fue mucha atención para Marco, se cohibio es como si toda la valentía se volviese vergüenza. —¿En serio? — juntando sus deditos como si fuera un niño pequeño.
—Sí, está riquísimo.  —la cara roja de la vergüenza, sus labios deformes para luego comenzar a llorar dejaron a mi madre sin saber que pasaba allí.  —pero ¿Que hice?.
—Le diste mucho atención positiva y pues se emociono de felicidad.

—No parece feli.. —Mi Alfa fue abrazarlo, mientras lloraba. —Ah bueno está bien, no llores, no llores.

En eso mi padre bajo y nos vio —¿Que paso?
—Nada, ahora tenemos otro hijo más —señalando a Marco que ahora  no quería soltarse de mi madre.

Continuara...

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