Capítulo 23

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Narrador.

Atlas, al notar la interrupción de su hermano, sonrió de medio lado, y es que el alcohol en su sistema no le permitía pensar con claridad, por lo que liberando a Abril de su agarre, emprendió su caminata hasta él.

Sinceramente, Dante deseaba golpearlo, estampar su puño en su mandíbula perfectamente cincelada, pero deduciendo que esto le traería problemas con Nerio, optó por esquivar el golpe que este lanzó en su dirección de manera inmediata.

Los celos absurdos de Atlas ante el temor de perder a alguien que no le pertenecía lo estaban haciendo meterse en un terreno peligroso, por lo que antes de perder la poca paciencia que tenía, Dante tomó su segundo golpe en el aire, y girando su mano hacia su espalda, lo inmovilizó con una llave bastante dolorosa.

Espetando un montón de maldiciones, Atlas se negaba a permanecer tranquilo, e inhalando el olor que emanaba. Allí fue cuando su hermano mayor supo que estaba ebrio.

-Atlas, te lo advierto, es mejor que te calmes...

En realidad, Dante no le guardaba ninguna clase de odio, a pesar de el estar allí pegado a Abril como una sanguijuela. Le molestaba su presencia, por supuesto, que sí, pero de allí a odiarlo, no lo hacía; no podía, ya que compartían la misma sangre.

Los gritos de la disputa se escucharon por todo el piso superior de la empresa, y corriendo al auxilio de su jefa, Melissa ingresó en la oficina aterrada al imaginar la pelea entre los Hackett.

-¿Se encuentra bien, señora Granfort?

Abril, por su parte, un poco atónita por la escena que se desarrollaba frente a sus ojos, asintió permaneciendo inmóvil en una de las esquinas de la oficina, hasta que finalmente Atlas cayó en cuenta del desastre que causó, y apaciguó un poco su ira.

Manteniendo aún a Atlas inmovilizado, Dante no lo liberaría hasta escoltarlo hasta la puerta, y notando cierta decepción en los ojos de Abril al salir de allí, este supo que se equivocó.

-¡Dante, suéltame!

Forcejeando con su hermano mientras este lo arrastraba hasta la salida de la empresa, Atlas espetó esto lleno de ira, y soltando su brazo una vez que se hallaron alejados de Abril, él agregó.

-¿Te has vuelto demente, Atlas? ¿Qué carajos crees que haces?

Atlas ordenó su traje, todo desastroso producto de su estado, y empuñando su mano un par de segundos después, pretendio iniciar otra disputa entre ambos. Por desgracia, en esta ocasión Dante no lo permitió, y elevando su mano, la estampó con fuerza en su nariz, fracturando esta.

-Te advertí que te quedaras tranquilo, ¿no ves cómo todos te observan, Atlas?

Efectivamente manteniendo su mano, intentando detener la sangre que brotaba de su nariz, este notó como algunas de las personas que laboraban en la empresa lo observaban con cierto asombro, y comprendiendo que no debía permanecer ni un segundo más allí, Atlas asintió con su cabeza un par de veces, mientras retrocedía para marcharse

Por otra parte, Dante permaneció en la entrada del lugar, pensando que fue lo que sucedió con su hermano, y tras notar que no regresaría al menos por ese día, se dirigió hasta que Abril para cerciorarse que se hallaba bien.

Apenas ingresó a su oficina sin ser anunciado, esta dio un respingo pensando que se trataba de Atlas, pero al ver que no era así, se relajó un poco y exhaló parte de su aire.

-Abril... Yo lo lamento. No sé qué le sucedió a Atlas.

Dante sentía la necesidad de pedir disculpas en lugar de su hermano, él lo menos que deseaba era involucrar a Abril en sus disputas con Atlas, a lo que ella solo asintió bajando su rostro por unos segundos.

Sinceramente, él pensó que este la lastimaría, y no se equivocó porque su comportamiento hostil demostró sus verdaderas intenciones.

Abril, un poco más relajada, después de beber una tasa de té que le proporcionó Melissa, se colocó de pie para al fin iniciar su trabajo, pero mencionando su nombre una vez más, esta se detuvo.

-Déjame llevarte al anochecer a tu casa, no sé qué le sucede a Atlas, pero quiero asegurarme que estés a salvo.

Abril, al escuchar estas palabras, frunció sus labios, sintiendo una mezcla de sentimientos algo confusos. Por una parte, Atlas, que pensaba era su protector, se había enloquecido, y por otra, Dante, su esposo, el desgraciado que la hizo sufrir, fue quien la salvó.

Girándose en sus talones, ella sinceramente quiso negarse, pero demostrándole que no estaba dispuesto a darse por vencido, a ella no le quedó otra salida que aceptar.

Por otra parte, y la más preocupante, una vez que Atlas salió de la empresa, se dirigió a la única persona que lo podía ayudar en esa circunstancias.

Erika...

Caminando por el amplio pasillo de uno de los hospitales más exclusivos de la ciudad, este pretendía limpiar la sangre casi seca que yacía esparcida por su rostro, y sacando su teléfono justo en el corazón del lugar, marcó su número.

-Necesito tu ayuda... Perdí el control, ahora no sé qué haré para recuperar a Abril.

Hablando como si de verdad en algún momento ella hubiese sido suya, este fue guiado por uno de los sujetos del hospital hasta el consultorio de Bennett, y abriendo la puerta. Erika, con su rostro marcado por la molestia, preguntó sin preámbulos.

-¿Qué hiciste?

Verdaderamente, el hombre se sentía estúpido al perder la paciencia de ese modo, después de hacer tanto para medio acercarse a ella, y ahora que la tenía prácticamente en su mano debido al desprecio que sentía por su esposo, él por un par de tragos tiró todo a la borda.

Señalando que podía avanzar, la doctora se hizo a un lado para darle acceso, y tomando asiento al otro lado del escritorio, agregó.

-Le hice una escena desastrosa a Abril en la empresa, frente a todos.

Frotando su rostro, este le contó todo lo sucedido, y después de soltar un par de maldiciones, la mujer tomó su lugar frente a Atlas.

-¿Ahora qué piensas hacer, Atlas? ¿Cómo pudiste arruinar nuestro trabajo de años, solo por un arranque? Eres...

La frase de la mujer quedó inconclusa debido a la frustración que sintió, y es qué la separación de Dante y Abril, hace tres años. En cierta parte, es producto de la colaboración de ambos, aunque la mente detrás de todo esto fue Bennett.

La mujer inquieta mordió levemente su labio inferior, y tras tener una idea algo extrema, pero eficaz, dijo.

-El peor defecto de Abril es lo compasiva que es... Pues démosle motivos para que sienta lástima por ti, Atlas... Y yo sé cómo.

El hombre, sin comprender lo que está decía, solo frunció sus labios y ojeando un par de resultados, ideó su próximo plan.

Ya te olvidé querido esposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora