Capítulo 21

281 17 1
                                    

Narrador.

Abril pestañeó un par de veces tratando de procesar lo que estaba viendo en ese instante, y cuando por fin cayó en cuenta que se trataba de una cicatriz justo en el centro de su pecho que debelaba la veracidad de las palabras de Dante. Negó, confundida, asustada, dolida, lo hizo porque aún había muchas cosas que no comprendía, por lo que, en un pequeño hilo de voz, preguntó.

-¿Por qué nunca lo supe? ¿Por qué nunca me enteré de que estabas a punto de morir?

En estado de shock, cuando una lágrima intentó salir de sus ojos, Abril quiso saber la verdad, y es que esto no cambiaba nada, en lugar de aclarar las cosas solo sembraba más preguntas. Hackett por su parte, sintiéndose un poco más liberado por al fin soltar su secreto, presionó sus manos que aún yacían sobre su pecho, intentando retenerla porque, por la expresión de Abril supo que lo más difícil estaba por venir.

-Por la falta de atención que he adquirido. Abril, yo...

El ceño de la frente de Abril se frunció enseguida por su respuesta. El descaro de su esposo no acababa, y esto lo estaba confirmando en ese instante, por lo que tirando de sus manos llena de odio, pero también con un atisbo de dolor, agregó.

-¡¿Entonces, para qué carajos me buscas?! ¿Por qué ahora?

Una pequeña idea cruzó su cabeza enseguida, casi como si fuera un foco que se encendiera, y abriendo su boca, dijo lo que se le ocurrió, sin importar Dante.

-Ya sé, no hace falta que lo expliques, Dante... Es por el heredero de ambas familias. ¿No es así? El heredero que quieren Nerio, y mi padre.

Sin darle tregua a responder, Abril ideó una trama en su cabeza antes de escuchar las razones de Dante; que, siendo sincera, tampoco eran argumentos válidos para justificar lo que hizo, su abandono, y el daño que ocasionaron Maya, y su hermana con su falsa relación.

-Pensé que no podías ser peor, Dante Hackett, pero veo que me equivoqué, cada vez me sorprendes más.

Girándose en sus talones, sintiéndose ahogada al pensar que Dante la veía como una marioneta, como un traste que usas, y desechas, Abril dio un par de pasos para alejarse del restaurante, y tirando de su brazo dispuesto a ser escuchado, su esposo lo evitó.

-No estoy aquí por las razones que piensas, Abril, estoy aquí por ti, porque te amo, porque te quiero de regreso. Es solo que fui un cobarde que no quiso atarte a alguien que posiblemente moriría, a alguien que no te haría feliz.

Conectando sus miradas por un instante, Hackett logró soltar algo de lo que sucedió, de las razones por las cuales la dejó, que no son para nada válidas, todo lo opuesto, a Abril esto la decepcionó más

-¿Pensaste en mí, Dante? ¡¿Y solo dejaste una puta carta como despedida?! ¡No me jodas! Si de verdad me hubieses amado, me hubiese dejado estar contigo, a tu lado, en tus últimos momentos, como lo juramos ante Dios. ¿Qué hubiese sucedido si morías? ¿Recibiría las cenizas de Erika? ¡Eres un puto egoísta! Qué pensó solo en sí mismo, que profesa amor de la boca para afuera, y no Dante...

Todo esto al inicio empezó como un reproche, pero a medida que las palabras empezaron a salir, y el dolor dominó, Abril no se contuvo más, dejando salir también las lágrimas, que intentaban disipar la pena que sentía en ese instante, se sentía traicionada, decepcionada, dolida; ahora qué sabía la verdad se sentía más burlada.

Su dedo se impactó una y otra vez en el pecho de Dante, que se mantuvo sereno, recibiendo toda la arremetida de Abril, quien por fin se dejó ver vulnerable, lo cual le rompió el corazón también a él, al conocer el dolor que le causó.

-¡No me da la gana de perdonarte, de creer un amor de mentira que solo revive por tiempos, que solo duele, que quema! ¡Déjame en paz y vete a la mierda!

Perdiendo los estribos, liberó todo sin miramientos, sin cuidar su lenguaje, y sin nada más que decir, solo se fue. En cambio, Dante se quedó allí de pie, anonadado, sabiendo que ya todo estaba hecho, que tenía que darle tiempo para pensar, para procesar todo, y una vez que su mente estuviese clara, ella regresaría, lo haría por el amor que él sabía que aún sentía, pero que se negaba a aceptar.

Abril, sintiéndose aturdida por la verdad que acababa de descubrir, prefirió caminar. Tenía tanto por pensar que sabía que llegando temprano a casa, no lo haría. Erick la estaría esperando y al verla en ese estado, una guerra se desataría.

Avanzando un par de calles, su cabeza giraba en el mismo punto.

¿Verdaderamente se marchó por su corazón?

¿Por qué no le contó toda la verdad, y prefirió dejarla pensando lo peor?

La cabeza y el corazón de la pobre eran un rebulicio, y pasándose una calle sin ver la luz del semáforo, un auto casi la arrolla; por suerte, el caballero y sus reflejos prodigiosos lo ayudaron a detenerse.

-¡Maldita enferma!

Soltando una maldición a la aturdida chica, esta pasó al otro lado a salvo, en donde, una vez llegó, recargó su espalda en la primera pared que halló, y se dejó caer en el suelo sentada.

-¿Por qué lo hiciste, Dante? ¿Por qué?

Sumergida completamente en sus pensamientos, ajena al mundo exterior, unos segundos después se escuchó cómo un auto se detuvo a escasos metros de ella, y descendiendo Atlas de este, la vio descolocada, destruida, con el corazón destrozado.

-¡Abril!

El menor de los Hackett se colocó en cuclillas frente a ella, aterrado al verla en ese estado, y tomándola de los hombros, intentó hacerla volver en sí.

- ¡Abril, por favor, dime qué te pasa!

Transitando por cosas del destino, esa calle rumbo a su casa, Atlas escuchó cómo el caballero delante de su vehículo insultaba a una dama que casi arrolla, y notando cuando pretendía pasar por su lado que se trataba de Abril, la mujer que decía amar, se detuvo.

-Aby ¡Reacciona!

Abril se hallaba en estado de shock, en trance, por lo que no coordinaba sus movimientos con sus pensamientos, y desesperado al no ver reacción en ella, Atlas la tomó entre sus brazos, para llevarla a un hospital cercano.

-Ya sé la verdad, Atlas, ya sé por qué Dante se marchó.

Musitando estas palabras con su rostro hundido en el pecho de Hackett, Abril recuperó la razón.

Atlas sabía que este momento llegaría, pero jamás pensó que tan pronto, por lo que tragando grueso, depositó un beso delicado en su frente, y llevándola hasta su auto, la subió en completo silencio.

No dijeron nada más en su trayecto a la mansión Granfort, los dos solo se mantuvieron en silencio, sumergidos en sus pensamientos, imaginando que los momentos difíciles se avecinaban.

Ya te olvidé querido esposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora