Capítulo 32

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Narrador.

Sin poder permanecer un instante más en la oficina después de saber la verdad, Dante, en lugar de marcharse al hospital en donde le estaban realizando los últimos estudios a su abuelo, para darle el alta, regresó directo a la mansión Hackett, a pesar de que Abril le rogó que no lo hiciera; Y es que ella lo conocía, sabía lo impulsivo que solía ser, por lo que sentía algo de temor.

Tomando su auto después de salir del edificio H&G, condujo a gran velocidad, y llegando a su destino, apenas se detuvo frente a la enorme infraestructura, descendió de este, y caminó por el enorme jardín hasta a hallar a Georgia, desmalezando algunas rosas.

A simple vista, la mujer era bastante madura, y quien no conocía su verdadera naturaleza, podría pensar que era una persona dulce, amable, y de buen corazón; pero para Dante, quien se había enterado de la verdad, no era más que un lobo feroz disfrazado de una tierna oveja.

Aclarando su garganta tras observarla unos segundos en silencio, Hackett vio como esta detuvo sus manos en el aire antes de arrancar una hoja seca de la planta, y bajando su rostro en completo silencio, manteniéndose aún de espaldas a él, llevó su mano hasta el enorme sombrero de campo que usaba, antes de girarse sobre sus talones, y encararlo.

-¿Qué te trae de vuelta tan temprano, Dante? Pensé que estarías en el hospital junto a Nerio.

Dibujando en sus labios una sonrisa fingida, la mujer realizó su pregunta, pareciéndole extraño el repentino regreso de Dante, y llevando una mano al bolsillo de su pantalón sin vacilaciones, él sacó la carta arrugada para mostrarla.

-Creo que debes saber la razón por la que estoy aquí, y si se te ha olvidado, tengo algo que te puede ayudar a recordar.

Extendiéndole el papel, conteniendo su enojo al ver él rostro indiferente de Georgia, Dante intentó mantenerse sereno antes de perder los estribos de una buena vez, y pasando su vista del papel en su mano, a su rostro en cuestión de segundos, la mujer respondió sin inmutarse.

-No sé a qué te refieres...

Dante, de verdad, estaba cansado del absurdo juego. Para él, Erika era una de las involucradas en todo este asunto, es más, podía asegurar que era la mente maestra de todo el plan maquiavélico para separarlos, aun así él pensaba que había alguien más, ella y Georgia no pudieron hacer esto solas.

A punta de perder la poca paciencia que le quedaba, Dante, aferró sus manos al arrugado papel, para abrir la carta completamente, y empezando a leer lo que allí se hallaba escrito, una vez que finalizó, preguntó de nuevo.

-¿Segura que no sabes de dónde salió esta carta?

La mujer, sintiendo la mirada penetrante de Dante, manteniendo el ceño de su frente fruncido, tartamudeó un poco, y repitiendo desconocer de qué hablaba, Hackett llegó a su límite y la tomó de sus hombros, en un intento desesperado por conocer la verdad.

-Fue la carta que le entregaste a Abril cuando me marché. ¿Ahora la recuerdas?

Los labios de la mujer se cerraron con fuerza, mientras que tragó grueso, y fijando su mirada oscura, en los ojos grisáceos de Dante, guardó silencio, lo cual lo llevó a agitarla, manteniéndola aún de los hombros.

-¡Dime la verdad, Georgia! ¿Por qué le entregaste esto a Abril?

La voz de Dante salió en un siseo, denotando un tono de advertencia, y bajando su rostro a punto de romper a llorar, ella solo asintió

-Lo recuerdo, Dante... Pero no puedo decir nada más.

La voz de la mujer se quebró al final al verse atrapada e indefensa, y es que ninguno de los verdaderos artífices del plan se hallaban allí para abogar por ella; aun así, la mujer no estaba dispuesta a dar mayor detalle.

Ya te olvidé querido esposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora