Narrador
Con su mirada fijada en el suelo, Matheson de gustaba un exquisito trago de whisky, mientras recordaba las últimas palabras de Ibbie, sentado a media estancia en la mansión de sus padres.
Y es que la partida de la mujer que amaba, había cambiado algo en él, había ocasionado tal dolor que este se reprochaba una y otra vez su gran error.
Observando el vaso, y el par de hielos que titilaban con el choque del cristal, Matheson elevó su mirada para notar la pronta llegada de su madre, y recargando su espalda en el amplio sofá, este la observó de arriba abajo algo resentido con ella.
-Pensé que estarías en la empresa. ¿Qué te trajo a casa tan temprano?
Sosteniendo un par de bolsas de una reconocida marca en sus manos, Yenifer las colocó sobre el delicado piano de cola que se hallaba a escasos metros de su hijo, mientras se mantenía en silencio esperando una respuesta de este.
-Renuncié... No seguiré trabajando en ese lugar.
Los labios de la señora Matheson se fruncieron por tales palabras, así como también dio un par de pasos en su dirección, y deteniéndose frente a él, se limitó a preguntar
-¿Has enloquecido?
Matheson sonrió de lado por la pregunta de su madre.
¿Acaso tenía que enloquecer para reconocer el valor de una mujer?
Definitivamente, no era así, por lo que dejando el vaso a un lado, se colocó de pie, y le hizo frente a Yenifer, quien seguía adulando a Maya a toda costa
-Es posible, desde hace mucho que lo estoy, para ser exactos desde el día que dejé ir a ibbie y accedí al matrimonio de mentira con Maya, solo por un hijo que no nació.
La dama de alta clase enfurecida por las palabras de su hijo, elevó su mano en un intento de abofetearlo , y tomando está antes que impactará en su rostro, Cristian espetó con molestia al ver lo repulsiva que era.
-¡No te atrevas! Desde hace mucho que estaba siendo un estúpido cobarde, pero ahora que ibbie no está, entendí que me equivoqué, que le fallé a ella, pero sobre todo me fallé a mí mismo al fingir amar a alguien por quien solo siento odio.
La mujer, un poco descolocada por las palabras de su descendiente, tiró de su mano zafandosé de su agarre, y apretando sus dientes, se contuvo; ya que verdaderamente quería golpearlo por hacerle esto a su familia.
¿Cómo se atrevía él a desafiarla de ese modo?
¿Faltaría a su palabra de unirse a alguien de la alta sociedad?
Como acto seguido, Cristian solo desajustó la corbata de su traje, y regresando en sus pies hasta el sofá, tomó de nuevo su puesto, escuchando cómo su madre lo reprendía.
-¡Jamás! ¿Me has escuchado? ¡Jamás! Aceptaré a esa mujer como tu esposa, tu deber es casarte con Maya, y no faltarás a tu palabra ¿Has pensado como se pondrá esa mujer? Si antes atentó contra su vida, ahora si se matará
Esto le causó mucha gracia a Cristian, ya que el de verdad ya no le creía ni una sola palabra a su ex prometida, y tomando el vaso que reposaba a escasos metros de él, se limitó a decir
-Pues que lo haga ¿Eso es lo que desea? Entonces su felicidad se encuentra solo a un corte de su muñeca
La mujer quedó aterrorizada por la frialdad de su hijo, quien lucía muy decidido a seguir con la anulación del compromiso, y frunciendo sus labios, sabiendo que no podía hacer nada más para convencerlo, recurrió al último recurso que le quedaba.
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Ya te olvidé querido esposo
RomansAbril Granfort fue obligada a casarse muy joven, solo para que su esposo pudiese reclamar su herencia, ella lo hizo por amor, el por ambición. El problema radica en que luego de ser abandonada por el durante 3 años, en lugar de morir de amor, surge...