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JOHNNY LAWRENCE ERA UN BUEN TÍO EN EL FONDO. Y Marianne eso lo sabía bien. Pero era un buen tío realmente muy muy en el fondo.
Los primeros cinco minutos de clase se los pasó inspeccionando a los chicos como si le diera vergüenza estar rodeado de todos aquellos chicos. A la hora de los puños libres le dijo algo a Eli que molestó a Demetri y el pobre salió en defensa de su amigo con la esperanza de hacer recapacitar al senséi.
Sin embargo solo le sirvió para que le tirara al suelo.
Y con esa única clase, Demetri y cinco chicos más habían renunciado.
—Me tira al suelo, me grita y encima voy yo y le pago. ¿Sabes a quién más le pasa eso? A las putas—Marie iba caminando junto a Demetri y Miguel oyendo como el primero se quejaba aún de la clase de karate. No tenía ni idea de donde estaba Eli, pero quería asegurarse de que las palabras del señor Lawrence no le habían hecho tanto daño.
—Dale otra oportunidad.
—Así hablan las putas. Además, si voy con vosotros dos no necesito aprender karate.
Kyler pasó de largo sin decir nada de ambos chicos y eso le hizo ver a Marie que Miguel le había aterrado de verdad el día de la pelea.
—A lo mejor le da miedo Marie.
—No te confundas, Miguel: Yo siempre me salgo con la mía porque soy una chica. Y el muy idiota no se enfrentaría a mí jamás porque sabes lo que le puede pasar.
—Es un poco sexista eso que dices.
—Bueno. Las reglas no las pongo yo. Sino ya me habría pegado con medio instituto.
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Aquella tarde en el dojo, Marie sintió algo raro en el ambiente. Puede que su propio instinto de supervivencia le estuviera alertando de lo que allí iba a pasar en unos segundos. Cuando Johnny la llamó a su despacho y vio salir a Aisha con un gi en las manos hacia el baño para ponérselo se enfadó tanto que dio un portazo al cerrar la puerta.
—¿Aisha también tiene un gi? No es justo. ¡Yo fui su segunda alumna! Y soy mejor que ella. Sé que está mal decirlo, pero yo también me merezco un gi
—Marie...
—Usted ni siquiera me cae bien del todo—rezongó ella—. Solo vengo porque me da las clases gratis...
—Hablando de eso...
—Uy. No. ¡No voy a pagarle!
—¿Has acabado?—preguntó Johnny irritado.
La chica bufó.
—Sí.
—Bien. Toma.
Johnny sacó un gi de debajo del escritorio de la talla de Marie y ella abrió la boca.
