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HABÍA UNA LUZ PARPADEANTE DE COLOR VERDOSA QUE RECONOCIÓ EN EL SEGUNDO EN EL QUE ABRIÓ LOS OJOS

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HABÍA UNA LUZ PARPADEANTE DE COLOR VERDOSA QUE RECONOCIÓ EN EL SEGUNDO EN EL QUE ABRIÓ LOS OJOS.

Era la luz del hospital.

Cuando sus sentidos se empezaron a encender de nuevo, como si ella misma fuera un robot, comenzó a oír un pitido muy molesto a su lado. Provenían de una máquina enorme y vieja. Parecían ser sus constantes vitales. Y a juzgar por el ritmo que sentía, estaba realmente adormecida. Se frotó los ojos intentado acostumbrarse a la luz y al alzar el brazo vio una aguja clavada permanentemente en su cuerpo pegada con un celo especial para que no le diera tirones en la piel. Sintió un escalofrío tremendamente fuerte y una sacudida de vomito la abordó.

«¿Qué hago yo aquí? ¿Qué hago yo aquí? ¿Qué hago yo aquí?»

De repente la puerta de la sala se abrió un poco y una mujer de tez oscura y ojos castaños suaves entró en el cuarto. Marie dio un respingo y se incorporó, pero le entró una fatiga irreversible y se echó a un lado para vomitar. La mujer la ayudó a echarlo todo en un cubo que había a su lado y al terminar le ofreció una servilleta.

—¿Estás bien?—le preguntó la mujer. Iba con una bata blanca y un pasaje que indicaba que era médica.

—¿Qué hago yo aquí?

La mujer se sentó a su lado pacientemente y apuntó algo en un portafolios que llevaba en las manos.

—Tranquila, Marianne. Estás a salvo. Todo está bien. No hay peligro.

—¿Qué hago yo aquí?—exigió ella un poco más brusca.

La doctora suspiró.

—Tuviste un ataque de axfisia. Una inundación en los pulmones. Llegaste en parada respiratoria y casi sin pulso. Fue una suerte que te trajeran tan rápida.

Marie sintió los ojos humedecidos y vio que tenía la piel de gallina. Se fijó en que llevaba una bata de hospital y un catéter en la nariz también, además del cuerpo lleno de moretones y magulladuras.

—Tu novio actuó bastante bien en esa situación.

—No es mi novio—repuso ella cubriéndose los brazos.

«Dudo que alguna vez lo sea después de esto.»

Los ojos de la doctora se ablandaron aún más y se levantó de su silla para entrever las persianas de la habitación de Marie. Ella distinguió a Eli sentado en unos asientos con la cabeza entre las manos y meneando el pie frenéticamente con una expresión de pánico en la cara. La joven Lake sintió una patada en el estómago y se mordió la lengua.

—Lleva esperando toda la noche a que despertaras—le hizo saber la mujer.

—¿P-puedo verlo?

La mujer corrió las persianas otra vez.

𝗥𝗘𝗔𝗗𝗬 𝗙𝗢𝗥 𝗜𝗧──𝐄𝐥𝐢 𝐌𝐨𝐬𝐤𝐨𝐰𝐢𝐭𝐳 ✧.*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora