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SE MIRÓ EN EL ESPEJO Y, POR PRIMERA VEZ EN QUINCE DÍAS, no se sorprendió al verse en su reflejo

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SE MIRÓ EN EL ESPEJO Y, POR PRIMERA VEZ EN QUINCE DÍAS, no se sorprendió al verse en su reflejo. La luz mortecina del baño resaltaba las sombras en su rostro, pero no era eso lo que llamaba su atención. Lo que captaba su mirada era la melena negra que ahora caía sobre sus hombros.

El cabello, que antes era castaño oscuro, se había transformado en un negro azabache que endurecía sus facciones y apagaba su expresión. Quince días antes, cuando se tiñó tras salir del hospital tras ver a Miguel por primera vez dormido, había sentido una sacudida al verse. Fue como mirar a una extraña, una versión de sí misma que emergió tras aquella pelea en el instituto.

Las emociones habían hervido dentro de ella, y teñirse fue su forma de romper con lo que era antes. Una decisión impulsiva, como si cubrir su verdadero color pudiera esconder la culpa y el dolor que sentía.

Con el tiempo, dejó de sorprenderse al mirarse. Se acostumbró al contraste entre su piel clara y el negro intenso del cabello, a cómo su mirada parecía más fría en el reflejo.

Lo había hecho como una especie de rito: Borrar algo de la chica que fue antes de que todo cambiara, aunque cada vez que lo pensaba, sentía que el peso de lo ocurrido seguía aferrado a su pecho.

El reflejo le devolvía una imagen que ya no la desconcertaba, aunque seguía sin estar segura de si esa versión realmente la representaba.

—¡Marie, sal ya!—su padre, desde fuera del baño, aporreaba la puerta una y otra vez para hacer salir a su hija.

Ella se miró una última vez: Tenía unas ojeras moradas, la piel pálida y sudorosa y una mirada triste y débil. Había perdido algo de peso, lo cual ya era realmente problemático, pues la complexión de Marie era bastante delgada y estarlo más suponía un problema para su salud.

—¡MARIE!

—¡Ya voy!

Temerosa de las represalias de su padre, salió del baño. Ni siquiera de molesto en mirarlo al pasar. Agachó la cabeza y esperó a que este se encerrara a cal y canto. Marie estaba segura de que era para fumar marihuana a escondidas, aunque no tuviera mucho sentido: La casa entera atestaba ese aroma si Marie no abría las ventanas para ventilar.

La chica camino hasta el salón y recogió su mochila gris. Metió un par de cuadernos que Miguel y su madre le regalaron por la vuelta al cole y tragó saliva.

No quería echarse a llorar tan pronto.

Miro el desorden de su casa y se pasó una mano cansada por la cara. Todo estaba impregnado de latas de cerveza y cigarrillos, además de ropa sucia de su padre que él no se molestaba en limpiar. Marie odiaba ese desorden, pero aunque lo recogiese todo, al día siguiente, estaría todo tan revoltosos como entonces.

𝗥𝗘𝗔𝗗𝗬 𝗙𝗢𝗥 𝗜𝗧──𝐄𝐥𝐢 𝐌𝐨𝐬𝐤𝐨𝐰𝐢𝐭𝐳 ✧.*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora