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COMO LOS DOS SENSÉIS SE ESTABAN TOMANDO EL DÍA LIBRE PARA ENTENDER EL ESTILO DEL OTRO, Marianne aprovechó para limpiar a fondo su casa antes de marcharse al trabajo. Como su padre no estaba pero las llaves de su camioneta sí, la chica aprovechó para no tener que coger el autobús y llegó con tiempo suficiente para ponerse el uniforme y prepararse para las siguientes horas.
Cuando estuvo allí más de una hora y media, salió a atender a Hawk, Demetri y Miguel, que miraban la carta de opciones con duda.
—Si aquí viene la camarera más guay de todo Reseda—anunció Miguel—. ¿Qué tal lo llevas?
—Muy bien. Hoy hay poca gente y aún no me ha tocado limpiar ningún vomito, así que...
Ella deslizó sus ojos hasta los de Eli unos instantes antes de sacar la libreta para apuntar las comandas.
—¿Qué queréis?
—Yo un batido de fresa, y Miguel un granizado de limón, que según Sam, es el mejor sabor del mundo.
—Me alegra saber que los Larusso no tienen todas las respuestas correctas—bromeó la chica, ya que el granizado de limón era uno de los sabores más horribles que había probado—. ¿Y tú, Hawk?
Él se encogió de hombros.
—Yo un batido de chocolate—dijo escuetamente.
Los dos se miraron y sonrieron.
Ella asintió anotándolo todo y dirigiéndose a la cocina. Una vez le encargó la comanda a los de cocina, Marianne se quedó esperando detrás de la barra y limpiándola sin notar como una compañera suya de trabajo se le aceraba.
—Marie, ey.
Ella alzó la vista y guardó el trapo.
—Hola... Greta.
—¿Puedo hacerte una pregunta?—la chica señaló a la mesa de los tres chicos y Marie miró—. ¿Conoces a esos chicos?
—Sí. Son amigos míos—declaró ella en tono neutro. Por el tono de interés de la chica, podía intuir a dónde iba a parar la conversación—. ¿Quieres algo?
—No. O bueno, sí. Saber si crees que tengo posibilidades con ese.
—¿Con quién?
—Con ese. El de la cresta.
Marie se sintió extraña al escuchar a Greta expresar su curiosidad sobre si tendría alguna posibilidad con Hawk. Era una sensación profunda, como si algo en su interior resonara de manera inquietante, con una vibración constante que parecía recorrer su pecho, provocándole un escalofrío que no supo cómo controlar. Miro al chico mordiéndose la lengua mientras lo veía sonreír y bromear con Miguel y Demetri y se giró a su compañera.
—No lo creo—justificó ella—. No creo que seas su tipo.