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UNA VEZ EN EL PASILLO, Marie vio a Aisha y Sam charlando.
—¿Estás bien?—le preguntó Aisha.
Marie le dio un puñetazo a un extintor mientras gritaba.
—¡No! ¡He perdido! ¡He perdido porque....!
«Porque estabas pensando en tu padre el drogadicto.»
Menos mal que la impotencia no le dejó hablar.
—Has llegado muy lejos—opinó Sam con cautela—. Y eres buena.
—No trates de hacerme sentir mejor, Larruso.
—Sé reconocer el talento y tú lo tienes—murmuró la ojiazul, lo cual sorprendió a Marie.
Ella se limpió las lágrimas de rabia y fue al baño unos segundos. Fue a los vestuarios a llorar y a dar patadas a las taquillas hasta que se calmó considerablemente.
Todos los que habían llegado a la final eran hombres. Estaba claro que ellos siempre serían más fuertes que ella. Que en una pelea de verdad no tenía nada que hacer. Que jamás estaría a salvo de su padre...
—¿Hola?—la voz de un hombre entrando en los baños la sorprendió. Ella alzó los brazos en defensa propia—. Eh, perdona. No pretendía asustarte. Solo quería...
—¿Quién eres?
—Soy Daniel. Daniel Larusso.
—¿El padre de Sam y el entrenador de Robby?
—Sí.
—No quiero hablar contigo.
—¿Podemos salir fuera del baño de chicas? No quiero que esto parezca lo que no es.
Marie, dudando, aceptó.
Salieron al pasillo de nuevo y ella se desplomó por la pared. Estaba realmente cansada.
—¿Has tenido un mal día?
—Sí. Pero a usted no le importa.
—A mí no... Pero a tu forma de pelear le afecta bastante.
Ella frunció el ceño.
—No me conoce. No sabe como soy.
Daniel negó. Se sentó en la pared de enfrente de Marie para adoptar un ambiente menos tenso y la morena resopló entristecida.
