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—¡HABÉIS ENTRENADO! ¡Sois más duros, más fuertes, más rápidos! Os habéis esforzado

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—¡HABÉIS ENTRENADO! ¡Sois más duros, más fuertes, más rápidos! Os habéis esforzado. ¡¿Estáis preparados para el campeonato?!

—¡Sí, senséi!

—¡No!—Johnny lanzó la lata de cerveza que estaba bebiendo contra el suelo y empezó a andar por encima del coche en el que estaba montado—. ¡No valéis una mierda! Para ganar el campeonato de karate de All Valley, hay que darlo todo y más. Por eso vais a ver mi peor cara. ¿Estáis preparados?

—¡Sí, senséi!

—¿Sois unos frikis?

—¡No, senséi!

—¿Estáis seguros?

—¡No, senséi!

Marie se chocó la palma de la mano contra la frente al oír a todos sus compañeros gritar aquella estupidez. Johnny hizo lo mismo viendo a la panda de mocosos que tenía alrededor.

Hicieron carreras cortas entre los vehículos oxidados, esquivando piezas metálicas y saltando sobre neumáticos apilados. La risa y los gritos de aliento resonaban en el aire, pero pronto la diversión se convirtió en esfuerzo.

—¡VAMOS, VAMOS, VAMOS!—animaba Johnny con su silbato.

A medida que avanzaban en su entrenamiento, realizaron circuitos de fuerza utilizando lo que encontraron a su alrededor: Levantaron llantas pesadas, empujaron carros viejos y hicieron flexiones apoyándose en las carrocerías desgastadas. Cada repetición se sentía más difícil bajo el sol abrasador, y el cansancio comenzó a hacer mella en ellos.

Johnny les dio unos bates de béisbol y empezaron a descargar toda su ira contra los coches de alrededor.

María aprovechó la ocasión para desquitarse: Su padre le había vuelto a quitar dinero esa semana y había vuelto a desaparecer.

Y entre su padre y el dinero, la chica solo echaba de menos una de las dos cosas.

Los chicos alrededor del coche de Marie se asustaron al oír los gritos de ella con más ira de la que esperaba mostrar la joven.

—¡Eh, Lake! Relájate—le dijo Hawk llegando a su lado—. Te pueden caer cristales en los ojos.

—No quedaban más gafas de seguridad...

—Toma las mías—se las ofreció él tratando de disimular sus nervios.

Ella las aceptó y sus dedos se rozaron en aquel intercambio haciendo sentir al chico un revuelo increíble en la piel.

—¿Tenéis hambre?—preguntó Johnny un rato más tarde. Todos dijeron que sí—. Bien. Ellos también. 

El hombre pegó un silbido y entonces una estampida de perros que no parecían muy simpáticos se les echaron encima.

𝗥𝗘𝗔𝗗𝗬 𝗙𝗢𝗥 𝗜𝗧──𝐄𝐥𝐢 𝐌𝐨𝐬𝐤𝐨𝐰𝐢𝐭𝐳 ✧.*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora