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QUE MIGUEL DESPERTARA DEL COMA HABÍA AYUDADO A QUE MARIE ESTUVIERA MÁS CENTRADA EN EL RESTO DE ÁMBITOS DE SU VIDA. Ya no se pasaba las horas libres en el hospital con él esperando a que abriera los ojos, sino que se quedaba con él en su habitación haciendo los deberes tras el trabajo mientras los médicos le hacían pruebas de todo tipo y Carmen lo mimaba religiosamente con cariño.
Una tarde, cuando la Díaz le daba de comer mientras el médico le examinaba la pierna, Marie estaba sentada en el sofá haciendo sus deberes de mates, pero escuchando toda la conversación.
—La abuela está entusiasmada. Está cocinando para todo un regimiento—decía Carmen feliz—. Está tan contenta...
A pesar de la enternecida mirada entre madre e hijo, Marie se fijó en la expresión severa del médico mientras revisaba las plantas de los pies del latino. Le hizo varias preguntas a Miguel sobre si sentía cosas y este negó.
—¿Podré hacer karate?
—Vamos día a día—musitó el hombre. Luego se llevó a su madre al pasillo y ambos amigos se miraron.
—¿Qué tal estás?
—Medio muerto.
Marie le tiró un bolígrafo.
—No digas eso ni de coña.
Los dos rieron, pero a través de las rendijas de la ventana del pasillo vieron como Carmen se exaltaba y lloraba y el doctor trataba de calmarla.
No hacía falta ser un genio para saber que hablaban de Miguel.
Este se miró las piernas derrotado y muy abrumado.
—Eh—lo llamó su amiga—. Seguro que con el tiempo vuelves a andar.
—No sé...
—Ya verás. Volverás a ser el que eras antes de que te des cuenta.
—Espero volver al karate cuanto antes—murmuró el latino, haciendo que Marie se mordiera el interior de las mejillas y frunciera el ceño.
—¿De verdad quieres volver a eso?—preguntó esta apuntando fórmulas en su cuaderno.
—Pues claro. No puedo abandonar al senséi Lawrence.
—Miguel... Cobra Kai ya no tiene a Johnny—aquello hizo que Miguel abriera los ojos sin entender—: Kresse se ha adueñado del dojo. Ya no es senséi.
