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MIGUEL Y MARIE EMPEZARON LAS CLASES CON EL SENSÉI LAWRENCE, pero no fueron como esperaban.
Marie intentaba mantener la calma y seguir las instrucciones, pero en su mente no podía evitar sentir decepción. Había llegado con la expectativa de aprender a defenderse rápidamente, de sentir que cada clase la hacía más fuerte y capaz. Pero en lugar de eso, se veía a sí misma limpiando suelos y dando algún que otro golpe contra un muñeco de plástico bajo la mirada crítica de su vecino.
Parecía que el verdadero combate, los movimientos que ella había visto en películas y que pensaba que practicaría, estaban muy lejos...
Gracias a Dios su padre seguía desaparecido. A veces cogía la puerta y no volvía en días, semanas y hasta meses enteros... Y sinceramente, Marianne estaba mucho mejor sin él.
—El ciberacoso es algo grave. Puede hacer tanto daño a una persona como decírselo a la cara—comentaba en voz alta la profesora del comedor mientras la castaña tiraba las sobras del almuerzo a la basura—. No voy a decir nombres, pero el otro día me llamó una madre porque su hijo estaba llorando después de que unos chicos se rieran por Internet de su deformidad facial.
Eli se tapó la nariz avergonzado y con la mirada más triste que Marianne había visto nunca mientras muchos estudiantes le señalaban y murmuraban en corrillos con sus amigos.
En fin. La sutileza parecía importarle una mierda a esa profesora.
Marianne atrapó la atención de Eli y le guiñó un ojo en una media sonrisa para mostrarle su apoyo de una forma sutil. Ella estaba a tan solo unas mesas del chico, pero aún así pudo ver como él se ponía nervioso y tenso y se sonrojaba.
Luego la chica deslizó la vista hacia la mesa de Yasmine y sus secuaces y rodó los ojos. Todas las chicas de esa mesa le caían fatal. Puede que Larusso un poco menos, pero tampoco se salvaba del odio de la latina. Todas eran guapas y ricas.
Todo lo que Marie no era.
Decidió acercarse a la mesa de los tres frikis y se dejó caer en el asiento junto a Eli con un resoplido.
—Ey. ¿Qué tal todo?
—Les estaba diciendo a Demetri y Eli que el senséi Lawrence busca alumnos para el dojo.
—Ya, claro. ¿Lo oyes, Eli?—murmuró Demetri con sarcasmo y haciendo gestos con las manos—. Aprende un poco de karate y... ¡Ala! A repartir leña.
—No está tan mal—apoyo Marie a la oferta de Miguel con recelo.
—Por muy tentador que sea—continuó Demetri—ya te digo que prefiero pasarme las tardes jugando a Crucible Control que aguantando guantazos.
