87. Hora Cero

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Domingo 2, Suiza

Narra Violeta

Después de la llamada de Tana, nos vestimos lo más rápido que pudimos y volvimos al instituto. En cuanto llegamos, les contamos a los chicos lo que había pasado. Todo parecía tan irreal... ¿Cómo un par de periodistas pudieron filtrar esas fotos sin permiso? ¿O sería que el colegio también formaba parte de esto? Todo mi mundo se vino abajo, todo cayó a mis pies. Pero Kiki... Kiki solo sostenía mi mano y me decía que confiara en ella. Parecía que esto no le afectaba en lo más mínimo. Después de contarles a los demás y de comer algo, Kiki me llevó al cuarto. Al entrar, sentí que me iba a desmoronar, pero ella me cargó en brazos, me ayudó a bañarme, me puso el pijama, y luego me acostó en la cama antes de irse a bañar. La noche del domingo la pasamos así.

Kiki se acostó a mi lado, me abrazó y, cada cierto tiempo, me decía que todo estaba bien. Vimos Harry Potter y comimos en el dormitorio.

Kiki: Ey, amor, tranquila. —dijo, besando mi frente.

Violeta: Me preocupa lo que va a pasar... —dije, mirando la televisión.

Kiki: Aquí no pasará nada, ¿okey? —levantó mi mirada para que la viera—. Te amo, Violeta Hódar.

Violeta: Y yo a ti, mi amor. —respondí, abrazándola.

Kiki: Se solucionará, tenlo por seguro. —dijo, aunque ella misma aún no se lo creía.

Suiza, lunes 3 de diciembre, 9:00 a.m.

Como era el último día de clases, fuimos al gimnasio, donde los profesores se despidieron y anunciaron que habría un compartir para todos, como fiesta de despedida. Todos empezaron a hacer ruido, estaban felices, pero en mi cabeza solo pasaban esas fotos y el video con Kiki. Me culpaba a mí misma, pero...

Kiki: Ey, ya sé lo que piensas. No es tu culpa, no es mi culpa. Es culpa de ese Jaime y de esa Vanesa. Yo me encargaré de que les caiga el peso de la ley, ¿sí? No estés así, mira que hoy es el último día del instituto. —dijo, abrazándome.

Violeta: No me sueltes.

Kiki: No, amor, no lo haré.

Bea: Chicas, ¿vamos a por algo de comer?

Rus: Sí, vamos, tengo hambre. —respondió. Todos fuimos a desayunar. Eran las 9 de la mañana. Después de eso, cada uno pasó por los salones a despedirse de los docentes y a ver sus trabajos. Otros fueron al compartir para divertirse, mientras tanto, Kiki y yo fuimos al cuarto y ahí estuvimos abrazadas hasta que nos dio hambre.

Kiki: ¿Vamos por algo de comer?

Violeta: Sí. —le sonreí.

Kiki: ¿Los chicos ya habrán almorzado?

Violeta: Son casi la 1, ¿tú qué crees?

Kiki: Bajamos y vemos.

Violeta: ¿Te siguieron llamando? —dije, preocupada.

Kiki: No, ya no llamaron. —respondió, nerviosa.

Violeta: Tana tampoco... ¿Crees que...?

Kiki: No hay que creer nada, ¿vale? Vamos a comer. O... ¿te como? —dijo, riendo.

Violeta: Vamos a comer y luego me comes. —reímos juntas.

Kiki: Te amo. —dijo, besando mi mano.

Violeta: Y yo a ti. —la abracé.

Bajamos al comedor y los chicos no estaban. Comimos algo con Kiki, agarramos unas papas fritas y salimos a caminar por el colegio. Pasamos por el lugar del compartir y ahí estaban los demás, bailando y comiendo.

Kiki: ¿Quieres entrar? —me preguntó, mirándome.

Violeta: No, mejor vamos al césped.

Kiki: Vale, mi amor, vamos. —dijo, agarrando mi mano.

Nos sentamos y empezamos a relajarnos un rato. Estaba en mi lugar seguro, con Kiki, recostada en sus piernas, mirando su sonrisa que me daba paz...

Menorca, lunes 3 de diciembre, 9:00 a.m.

Josep y su padre volaron a Suiza a las 9 de la mañana. Fueron horas exhaustivas de vuelo, en las que el patriarca de la familia Oliver no pudo concentrarse en otra cosa que no fuera su hija, emparentada con esa familia desgraciada. Necesitaba escuchar de la propia boca de su primogénita si lo que decían esos periódicos era real o solo un montaje para crear polémicas.

Granada, lunes 3 de diciembre

Después de la llamada con Agustín, Juan Carlos se fue a dormir, pensando y pensando que su hija estaba involucrada con una Oliver, echándose la culpa. "Si no la hubiera mandado a Suiza...", se repetía. Mientras eso pasaba, Agustín coordinó todo para que Juan Carlos fuera por Violeta. Él era otro que estaba molesto, sentía que su propia nieta lo había traicionado. Al final, nadie sabía nada más que lo que decían las noticias, unas noticias que mostraban fotos y videos muy comprometedores. A esa hora, ya toda España había visto la noticia, o al menos la mayoría. Por cosas de la vida, Juan Carlos y Josep viajaron a la misma hora hacia Suiza, cada uno pensando en cómo sacar a sus hijas de ese hoyo en el que se habían metido.

Suiza, 3 de diciembre, 1:00 p.m.

Ambos padres llegaron al colegio. Josep iba con su padre, decidido a saber la verdad y en busca de Chiara. Por su parte, Juan Carlos iba solo, pero con la misma determinación que Josep, para escuchar de los labios de su hija si era cierto todo lo que había visto. Ambos no se veían en años, pero quizás el destino, que a veces es aliado, los ayudaría... o los perjudicaría.

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