109. Del odio al amor

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Narra Kiki

De camino a casa, recordé que Jas no vendría a almorzar y que Joey estaba con su amigo, así que conduje despacio hacia casa.

Cuando llegué, entré como siempre y pasé directamente a la cochera. Estacioné el coche y bajé. Mientras me dirigía a la puerta de mi casa, vi a una chica de espaldas. Me sorprendió porque me pareció la silueta de Vio. Decidí acercarme más.

Kiki: Buenas tardes, ¿a quién buscas? —dije, llamando su atención. Vi que se dio la vuelta y quedé estática.

Vio: Hola, Kiki —dijo con una sonrisa tímida.

Me sentí extraña con la presencia de Vio después de tanto tiempo. La última vez que la vi fue llorando tras la decisión que tomé. Ahora estaba aquí frente a mí, en Menorca y en mi casa. Me quedé sorprendida, nerviosa y ansiosa, pero decidí mantener la compostura.

Vio: Hola —volvió a decir.

Kiki: ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que había dejado claro que no te quiero ver —dije firme, mintiendo. Moría por abrazarla, pero estaba firme en mi decisión y, aquí fuera, nos podían ver.

Vio: Lo sé, Kiki, pero he estado pensando mucho en nosotras y en lo que teníamos. Siento que cometimos errores las dos, pero merezco explicaciones. Las merezco, Oliver.

Luché por mantener mis emociones bajo control y respondí con cautela.

Kiki: Hódar, no entiendo qué explicaciones, no entiendo qué haces aquí. Vete —dije con dolor en el pecho.

Vio: Ah, ¿no lo sabes? —retórica.

Kiki: No sé —firme—. Solo quiero que te vayas.

Vio: Kiki, yo vine por explicaciones y no me voy hasta tenerlas —firme.

Kiki: No te quiero ver —molesta.

En esa discusión, empezó a llover. No podía dejarla ahí afuera, así que la invité a pasar.

Kiki: Sabes, será mejor que entres. Está lloviendo. ¡Entra! —firme.

Narra Vio

Respiré hondo, comí algo y tomé un taxi que me llevaría a su casa. Mientras iba rumbo a su casa, pensé y pensé, mil veces, en decirle al taxista que parara y que me llevara a un hotel. El clima estaba cálido pero tenía pinta que iba a llover y sería más seguro.

Luego de unos minutos, llegamos a una zona exclusiva de Menorca. Recordé que Rus me había dicho que, cuando estuviera afuera, le mandara un mensaje.

WhatsApp Rus

Vio: Listo, llegué.

Rus: Por el interfono di que eres tú y te dejarán entrar.

Vio: ¿Y si están sus padres?

Rus: No estaban, están en una reunión.

Vio: ¿Y si no me quiere ver?

Rus: Le tocó.

Eso hice. Le dije por el comunicador que era yo y me dejaron pasar. Caminé hasta una fachada blanca con puerta color marrón y muchos árboles. Me quedé observando todo alrededor, caminé por el jardín. Todo estaba divino, digno de un Oliver. Hasta que oí su voz y me sacó de mis pensamientos.

Kiki: Buenas tardes, ¿a quién buscas? —dijo en un tono suave.

Vio: Hola, Chiara —dije con una sonrisa tímida, volteando a verla. Vi que se quedaba en silencio, sin moverse, con los ojos neutros.

Vio: Hola —volví a decir.

Kiki: ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que había dejado claro que no te quiero ver —dijo evitando mirarme.

Vio: Lo sé, Chiara, pero he estado pensando mucho en nosotras y en lo que teníamos. Siento que cometimos errores las dos, pero merezco explicaciones. Las merezco, Oliver —dije mirándola, pero ella esquivaba mi mirada. No podía ver lo que sentía; era una caja misteriosa que se rehusaba a abrirse.

Kiki: Hódar, no entiendo qué explicaciones. No entiendo qué haces aquí. Vete —dijo.

Vio: ¿Ah, no lo sabes? —retórica.

Kiki: No sé —firme—. Solo quiero que te vayas.

Vio: Chiara, yo vine por explicaciones y no me voy hasta tenerlas —firme.

Kiki: No te quiero ver —molesta.

En esa discusión, empezó a llover. Sentí cómo suspiraba aliviada y iba a entrar a su casa, pero se giró a verme.

Kiki: Sabes, será mejor que entres. Está lloviendo. ¡Entra! —firme.

Vio: ¿Ahora te da vergüenza que te vean conmigo? —dije seria.

Kiki: Entra a la casa —sin verme aún a la cara.

Vio: ¿Por qué no me dices las cosas a la cara y me voy?

Kiki: ¡Que entres!

Vio: ¡Mírame!

Kiki: Hódar, entra a la casa. Está lloviendo, por el amor de Dios.

Vio: No voy a entrar hasta que me digas lo que está pasando. ¿Por qué estás actuando de esta manera? —mirándola fijamente.

Kiki: Estás complicando las cosas, Hódar. Es mejor que no nos vean y que nadie se entere de que estás aquí. Por favor, solo entra —autoritaria.

Vio: No, Oliver, no voy a entrar hasta que hablemos —frunciendo el ceño.

Kiki: Está bien, si eso es lo que quieres, pero entra. La lluvia se está intensificando —autoritaria.

Vio: No me importa la lluvia. Necesitamos resolver esto. Necesito que me mires —cruzando los brazos.

Kiki: ¡Que entres a casa! ¡Te vas a enfermar! —gritando. Luego me miró, pude ver sus ojos cargados de sentimiento.

Vio: Está bien —caminando al interior de su casa.

Una vez dentro de su casa, la tensión seguía palpable en el aire. Kiki me miró, y sus ojos todavía reflejaban una mezcla de emociones que no podía descifrar.

Al entrar, vi una sala amplia, decorada a la perfección, con adornos y fotos de la familia. Era una casa muy hogareña y cálida. Mientras miraba todo, Kiki me pasó una toalla.

Kiki: Ten, sécate. Luego te vas.

Vio: Quiero respuestas, Chiara. Quiero entender por qué dijiste todo eso.

Chiara se paseó por la sala, evitando mi mirada. Parecía incómoda y perdida en sus pensamientos. Finalmente, rompió el silencio.

Kiki: No puedes entender, Violeta. Tú no sabes lo que he pasado, lo que he sentido.

Vio: ¡Entonces explícamelo! Por favor, Chiara, no podemos seguir así —grité.

Kiki finalmente se sentó en un sofá y suspiró profundamente.

Vio: Mírame.

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