Capitulo 22

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Mi prometido ante todos

Jorge

Desperté sintiéndome abrigado, una cobija estaba cubriéndome, ¿Quien me abría tapado? era mi pregunta, volteé hacia el sillón de enfrente y estaba Silvia dormida.

Ella si se veía bastante incómoda en este pequeño sillón.

Tenía que llevarla a su habitación si no ahí se iba a torcer.

Me levante y me dirigí hacia ella, la cargué poniendo un brazo abajo de sus rodillas y otro en su espalda.
Ella rodeó sus brazos sobre mi cuello, camine para subir hacia las escaleras.

Su nana me vio pero no me dijo nada solo me sonrío.

Llegué a su habitación y con cuidado abrí la puerta.
Camine hacia la cama y la recosté, busque una cobija para taparla, al momento que me di la vuelta sentí que algo tiro de mi brazo, volteé hacia la cama, era Silvia.

—Quédate conmigo no más un rato si—. Tenía los ojos cerrados pero si agarre era fuerte.

—Luego vuelvo Silv duerme—. Le dije.

—No anda no seas aburrido solo un ratito—. Me estaba convenciendo tenía flojera irme a mi casa y quedarme en el sillón dormido no era opción.

Me dirigí hacia su lado acostándome junto a ella, se dio la vuelta y se hundió en mi pecho.

Sentía el aire salir de su nariz, esos ronquiditos pequeños empezaban arrullarme hasta que me quede dormido.

—Jorge—. Escuché la voz de mi mamá entre sueños.

—Mamá déjame dormir—. Contesté.

—Jorge no soy tu mamá soy Silvia, estás en mi cama—. Abrí los ojos asustado, no recordaba que estaba aquí.

—Pero que mierda porque estoy en tu cama—. Solté. —Aa ya recordé tú me pediste que me recostara contigo—. Le dije

—¿Yo?—. Apoco no se acuerda. —Yo jamás haría eso—. Jamás, ademas porque aceptaste—. Lo mismo me pregunto.

—Tú me jalaste y me dijiste que solo un rato, por cierto roncas muy bonito—. Confesé

—Pues hiciste mal, apoco una mujer de 55 kilos va a poder con un hombre de 100 kilos no verdad—. Me gano el cansancio.

—Corrección 85 kilos y mido 1.85–. Donde voy a pesar 100 kilos esta loca.

—Sabes no te quiero correr pero ya es algo tarde—. Más corrido no me siento.

—Es verdad, ¿vamos a cenar?—. Tenia hambre, pues no había comido.

—Vamos—. Dijo.

—¿Sabes si ya trajeron mi carro?—. Pregunté.

—No se, baja y pregúntale a mi nana—. Camino hacia una puerta.

—¿Me prestas una de tus habitaciones para darme una ducha?, en el carro tengo mi maleta y ropa, para no echar la vuelta en balde—. No quería regresar a mi casa porque se me haría tarde.

—Si adelante dile a mi nana que te diga cuál usar—. Lo bueno que no puso peros.

—Okey nos vemos a las 8—. Le dije.

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