XXIII

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❝ Solo quiero
ser tu...
favorito. ❞

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—Gracias, animalito.

Jeongin terminó de colocar la última manzana en su carroza con un largo suspiro de alivio, aunque el agotamiento aún pesaba en sus hombros. La carroza, decorada meticulosamente, parecía sacada directamente de las páginas de un cuento de hadas, pero el proceso para llegar a ese resultado había sido cualquier cosa menos mágico, cada detalle había requerido una precisión milimétrica, y aunque los animales del bosque habían ayudado con la estructura, Jeongin se había encargado personalmente de cada pequeño adorno. Colocar las manzanas en las ramas correctas había sido un trabajo tedioso, y el listón de la canasta —con ese maldito hilo mal cocido— lo atormentaba como la imperfección que se negaba a ser ignorada.

Estaba a punto de levantarse para hacer un último ajuste cuando sintió un leve espasmo eléctrico recorrer su espalda, aquellos que conocía bien por su dulzor en especifico. El sobresalto lo hizo girarse de inmediato, y en el proceso, una de las manzanas que sostenía en la mano se le escapó, rodando lentamente por la carroza, respirando hasta que el tenue hechizo abandonara su espalda, finalmente se volteó, ya sabía exactamente quién era el responsable. Allí, apoyado despreocupadamente en el borde de la carroza, con una sonrisa de pura diversión y una ceja arqueada, estaba HyunJin, mordiendo la manzana recién "robada" como si nada.

Jeongin lo observó por un segundo antes de dejar escapar un suspiro interno. HyunJin tenía ese aire de despreocupación que lo exasperaba y, al mismo tiempo, lo fascinaba. Sin embargo, el rubio no tardó en dejar atrás la sorpresa inicial, se acercó a HyunJin y, con una pequeña risita que intentaba ocultar su cansancio, se sentó a su lado en el borde de la carroza.

A pesar de lo que todos murmuraban por los pasillos del instituto, su amistad —o lo que fuera que tuvieran— se había vuelto algo más libre con el tiempo, las miradas inquisitivas seguían ahí, los rumores no habían desaparecido, pero el tema ya no era tan tenso como antes, aún así, a pesar de lo mucho que Jeongin deseaba tomar la mano de HyunJin en ese preciso momento, sabía que no podía permitirse ese lujo. Había ojos en todas partes, ojos que esperaban el menor desliz para destrozarlo, no era un plebeyo cualquiera, ni una princesa indecisa como Yeji. Él era el príncipe perfecto, el más puro de todos en el instituto, y cualquier movimiento en falso podría desmoronar esa impecable fachada.

—Linda carroza, Jeongin —dijo HyunJin, imitando exageradamente el tono altanero de los amigos de Jeongin—. Completamente fuera de página.

Jeongin entrecerró los ojos, lanzándole una mirada llena de fastidio.

—Yo no hablo así —se quejó, antes de desviar la vista hacia el árbol de manzanas en la carroza—. Además, tiene el árbol con el que me envenenaste... o bueno, con el que podrías haberme envenenado.

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora