XLVIII

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❝ And you don't know if
you'll make it
back. ❞

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Jeongin suspiró profundamente mientras caminaba hacia el establo, su mente todavía llena de los gritos y pequeños ataques de los dragones jóvenes.

Se sentía un poco cansado, aunque no demasiado; el agotamiento físico era mínimo en comparación con el agotamiento mental de manejar el temperamento inquieto de los dragones bebés. Por naturaleza, él solía ser querido por los animales, una habilidad que heredó de su madre, quien siempre había dicho que los seres de la naturaleza eran los mejores jueces del alma de alguien. Y sin embargo, aquellos dragones recién nacidos parecían desafiar incluso su paciencia, como si quisieran probar cuánto podía soportar antes de desquiciarse. Pero, al final, Jeongin había logrado hacer que uno de ellos lo aceptara como su cuidador, y mientras lo llevaba hacia el comedero, se sintió en paz.

Sin embargo, incluso mientras liberaba al dragón de la pequeña correa que le había puesto, su mirada comenzó a recorrer el establo con discreción, buscando a alguien en particular. Jeongin sabía que nadie lo vería, que la mayoría de los jinetes estaban ocupados en sus propias tareas o entrenamientos, y eso le daba una libertad inusual. Al encontrar a HyunJin, en una esquina algo alejada, no lo pensó dos veces. Se acercó rápidamente, y en cuanto estuvo a su lado, lo envolvió en un abrazo que había reprimido durante horas. Lo apretó con una necesidad casi desesperada, un alivio que sentía cada vez que estaba cerca de él. Había algo en esa cercanía que le calmaba el alma, una paz que, aunque nunca admitiría, necesitaba más de lo que había imaginado.

—¿Cómo te fue? —HyunJin le preguntó en un susurro, inclinándose para darle un beso suave en los labios, un gesto que compartían con un entendimiento tácito de que era solo para ellos dos.

Jeongin no pudo evitar una sonrisa, esa sonrisa relajada que solo HyunJin lograba sacarle, y dejó escapar un suspiro de cansancio que parecía arrastrar consigo todo el peso de la jornada.

—Muy divertido —dijo con un tono cargado de ironía—. Aunque realmente, no me gusta sudar. Es una de las cosas que más detesto.

Ambos se rieron, y Jeongin, aún sin soltarlo, levantó una mano para acariciar el rostro de HyunJin, recorriendo suavemente el contorno de su mandíbula con el pulgar, como si quisiera memorizar cada facción, cada detalle. Limpiando su sudor, HyunJin siempre traía una mirada que lo derretía más que el caramelo de azúcar en el verano —y vaya que prefería al villano antes que el caramelo—. Había algo tan íntimo y vulnerable en esos momentos, algo que a Jeongin le parecía prohibido y, a la vez, inevitable. ¿Cómo no extrañarlo? ¿Cómo no sentir la necesidad de estar juntos cuando el mundo parecía dividirlos en cada oportunidad?

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora