XXI

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❝ Día de Los Corazones Sinceros. ❞

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«—Te aplastaré las alas si te acercas —le advirtió el pelirrojo a la hadita qué le traía una botella de vino.»

Al final de la noche, HyunJin se encontró solo en una mesa al lado de Minho sin nadie más que los acompañara, quien parecía haber tomado el término “festín” como un reto personal. Minho estuvo inmerso en una especie de experimento alquímico con los jarrones y el ponche de la fiesta, creyendo que ser un doctor o directamente el creador de los cuentos de hadas podía ser tan fácil cómo parpadear. Había vertido un líquido verdoso que, con toda seguridad, era alguna esencia exótica de pantano que, en circunstancias normales, sería clasificada como un veneno, pero que para las criaturas y personajes no era más que un mal sabor en la boca. A HyunJin no se le pasaba por la cabeza probar ninguna de las bebidas que no vinieran en una botella cerrada.

Por el bien de su estómago, de su integridad y dignidad.

Hablando de botellas, Minho estaba tan borracho que su cabeza se hundía en el mantel blanco como si estuviera en un sueño pesado, su lirón parecía dormir en el sombrero de sus piernas mientras lo escuchaba hablando enigmañol entre balbuceos, las gotas de vino dejaban manchas rojas en la pulcritud del lino, probablemente el organizador —Seungmin, ese pedazo de insolente príncipe— lo mataría apenas viera el desastre en su mesa. HyunJin estaba en su segunda botella de vino, preguntándose si había alguna manera de volverse más aburrido que en una fiesta de la realeza, la falta de licor lo tenía amargado y la monotonía de la noche no ayudaba en absoluto, sumando el hecho de que veía a lo lejos a Jeongin pavonearse con su prometido, entre risas.

Justo cuando pensaba que la noche no podía volverse más insípida, sintió que alguien se sentaba a su lado. Con una mueca de desdén, se giró para encontrar a Félix Charming. El mismo Félix que había escrito el poema de amor más memorable de todos los cuentos. HyunJin termino de dar un largo sorbo lleno de acidez, se enderezó, y contempló el rostro del pecoso con una mueca de desaprobación, no, definitivamente no podría llegar a gustarle a no ser que lo hechizaran.

El cabello de Félix, que alguna vez había sido un castaño alborotado y rebelde, ahora brillaba con un rubio chillón que, a pesar de que le daba un aire llamativo, le hacía extrañar el castaño que solía llevar, se veía muy príncipe, muy Charming —aunque bueno, era de la familia Charming—. Era como si la vida le hubiera lanzado un dardo de estilo y hubiera acertado justo en el blanco de su nostalgia capilar. Félix se acomodó en la silla con una actitud que sugería que la conversación sería interesante, o al menos digna de una distracción, traía consigo un par de bebidas enlatadas, el príncipe seguía con sus manos nerviosas al igual que la primera vez que habló con él en la Castifeteria.

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora