XLIII

19 3 3
                                    

────────────────

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

────────────────

❝ Could you be the devil,
could you be an
angel. ❞

────────────────

Jeongin llegaba a sentirse agobiado. Un poco, lo suficiente para hacerlo flaquear.

El peso de los últimos días lo tenía al borde de un colapso —y el manejaba las cosas muy bien—. ¡Tenía que aguantar a dos reinas! Entre su querida madre y las exigencias de la Reina Malvada, no podía dejar de imaginarse peor que las migas de pan al lado de una ratonera. Blancanieves insistía en que su destino debía estar vinculado a alguien de “alta alcurnia”, un príncipe azul cómo Bangchan, mientras que la Reina Malvada se entrometia en sus sueños con palabras  amenazas veladas —no tenía voz ni voto en sus decisiones—. ¿Hasta cuándo tendría que lidiar con todo esto? Sentía que el control sobre su propia vida se desvanecía lentamente, cómo arena entre los dedos, y esa sensación lo perseguía, incluso ahora que estaba sentado solo, mirando los postres que había traído consigo para HyunJin.

El recuerdo de la noche anterior, de HyunJin desmoronándose frente a él, seguía grabado en su mente. Había estado asustado, más de lo que quería admitir, HyunJin era un experto en perder el control —ya parecía el personaje de otro cuento a esas alturas—. No servía de nada hacer hechizos aquí y allá, porque después terminaba dependiendo de las pociones insipidas de la anciana qué soportaba el verdadero carácter del villano. Y ahora, tras pasar horas en la enfermería con Baba Yaga acariciando la suave melena del pelirrojo, lo único que podía hacer Jeongin era esperar que los postres que había traído suavizaran la situación, aunque fuera un poco.

La puerta del dormitorio se abrió de golpe, y HyunJin entró con su típica energía —un muerto viviente con hombros encorvados—, llenando la habitación con su presencia sin siquiera intentarlo. Jeongin no pudo evitar sonreír, aunque sentía el cansancio arrastrarse por su cuerpo. HyunJin siempre tenía esa capacidad de hacerse notar, incluso en los peores momentos.

—Odio mi vida, definitivamente prefiero que me caiga un duende encima —exclamó HyunJin, quejándose mientras cerraba la puerta tras de sí. Caminó hacia él sin titubear—. Te fuiste todo el día y ni una sola visita. Estaba a punto de morir intoxicado con esos malditos inciensos que Baba Yaga usa en la enfermería.

Jeongin rió, aliviado de que el tono de HyunJin fuera más ligero de lo que esperaba.

—Sabes que no fue a propósito, HyunJin —respondió, levantándose de la cama con una pequeña sonrisa—. Mi itinerario es muy apretado.

Pero antes de que pudiera decir algo más, HyunJin ya se había lanzado sobre él. Con una agilidad que no le permitía reaccionar a tiempo, Jeongin se encontró tumbado en la cama, y HyunJin comenzó a hacerle cosquillas sin piedad.

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora