XXXVII

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❝ Esta es la única vez que tendrás que arreglarme. Prometo ser fuerte. ❞

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«Ah, Minho y HyunJin dan miedo juntos.» Así es como empezaría todo. Siempre fue él, desde el principio...

El Sombrerero Loco, el mejor amigo que jamás pidió, pero que de alguna manera apareció en su vida justo cuando menos se lo esperó. La primera vez que se vieron todavía se siente palpable en los rincones de su memoria, eran niños, niños creyéndose adultos, con la misma mirada juzgadora encima suyo, esas absurdas reuniones en el Jardín, donde ni un plebeyo ni un villano era bien recibido al lado de príncipes brillantes, ese había sido siempre el orden en la vida de un personaje de cuentos de hadas.

Recuerda entonces la misma sensación de ahora; sentirse fuera de lugar, sentirse la pieza sobrante de un rompecabezas. Su madre, la Reina Malvada, todavía tenía un poco más de esperanza y grandes expectativas para el —la niñez de HyunJin nunca fue normal—, y aunque había nacido con la sombra de su reputación sobre sus hombros, el dilema de toda su vida apareció desde aquel día en el pozo, en esa constante sensación de ser algo que no quería ser. Fue entonces cuando Minho apareció, tan despreocupado como siempre, con su sombrero grande y ridículo que parecía demasiado grande para la cabeza de un niño pequeño, y con una sonrisa que parecía reírse del mundo entero.

«—¿Eres HyunJin, verdad? El hijo de la Reina Malvada. Oh, te ves mucho más amable de lo que pensé» le dijo con una risita, y fue imposible para HyunJin no reírse. Esa fue la primera vez que sintió  que alguien no lo veía solo por el nombre de su madre, sino por quien realmente era.

A pesar de ser el hijo del Mayor Mal que Jamás Existió, que por culpa de su madre Minho debió haberse ido con su padre a Nunca Jamás a fuerzas, el sombrerero nunca le importo su linaje, no tenía el peso ni veía algo más que un amigo. Para el, no era solo el «hijo de la Reina Malvada, el próximo mal de Nunca Jamás», solo era HyunJin, Hwang HyunJin, su amigo.

Pero luego llegó Jeongin.

¿Cómo es posible que alguien que hacía tanto daño lo amara de maneras tan enfermizas? Y, sin importar lo desastroso que resultaba estar a su lado, no podía alejarse. No importaba cuantas veces lo hiciera sentir insuficiente, no importaba cuantas veces Jeongin lo mirara con esos fríos y calculadores, seguía volviendo a él cómo un perro fiel a su amo. «¿Por qué no soy capaz de alejarme?» Se preguntaba a menudo, la respuesta era simple, pero dolorosa: Porque algo en él quiere a Jeongin. Algo en el corazón podrido de HyunJin quiere esa aprobación, ese control, ese respirar doloroso, Jeongin es una linda rosa que no tiene miedo de sacar sus espinas.

—¡Oh, chocolate con gomitas! —la voz de Jeongin lo devolvió a la realidad.

La fiesta de la Reina de Corazones era todo lo que uno esperaría de un evento en el País de las Maravillas: extravagante, caótica y absolutamente imposible de predecir. Las mesas estaban repletas de teteras que vertían líquidos que cambiaban de color con cada inclinación, las cartas de la baraja real desfilaban entre los invitados, llevando bandejas cargadas de dulces imposibles, y la música sonaba como un eco lejano, etéreo, como si viniera de una dimensión paralela. Pero, a pesar de todo ese despliegue visual, HyunJin no podía sacudirse la sensación de incomodidad que lo envolvía; los dulces no tenían ese sabor reparador que esperaría cualquiera. Todo era demasiado, y lo peor era que su propio cuerpo estaba conspirando en su contra.

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora