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❝ And I don't care
if I'm
forgiven ❞

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Lo prohibido comienza a tener un sabor exquisito.

HyunJin no puede dejar de pensar en los labios de Jeongin cómo la medicina tóxica que desborda su magia, ahora que lo tiene en sus brazos, su cabeza escondida en su pecho, dormitando un sábado por la mañana. Su rubio cabello huele a un toque especial de vainilla de ninfa, la que tanto le gusta comer en los panecillos especiales de la cafetería, al despertarse se encuentra con el frío cuerpo de su enemigo protagonico apegado a él cómo si dependiera de su calor. Y HyunJin era un vapor andante cuando se trataba de dormir, los pequeños choques eléctricos de su magia circulando y las pesadillas constantes lo dejaban pegajoso de sudor, no había algún día en el que el pelirrojo pudiera descansar bien.

Ni siquiera al lado de Jeongin.

Cuando HyunJin tenía seis años, era muy propenso a caerse.

No sólo en su castillo, con la seguridad de su madre y guardias malvados, si no, en el bosque, sus pies sentían pequeñas quemaduras de su magia oscura desbordandose, más doloroso qué la corriente de un enchufe. Odiaba los bosques, y no era porque aberraba los animales —cómo su madre—, tampoco las flores que tanta alergia le producían, en realidad todo era hermoso, tan hermoso que no podía ser apreciado por él. Las hadas le prohibieron tocar los árboles sagrados, los animales se asustaban al verlo aún si moría por acariciar el suave pelaje, su mejor amigo era un dragón escupefuego qué le gustaba quemar sus libros favoritos, nada comprometedor.

Así que el primer sentimiento que despertó fue la envidia, porque la primera vez que conoció a Jeongin, estaba jugando con las hadas a trenzarse sus rulitos dorados, acariciando a los animales mágicos, incluso charlando con los sabios árboles ancestrales de su cuento. ¿Era su perfume o su vestimenta? Incluso una vez intentó teñirse el cabello de rubio —y que el rojizo volviera a salir de su raíz en dos días—, nada de lo que hizo sirvió de mucho, porque no era Blancanieves ni alguna princesa que le gustara cantar en el bosque.

Entonces se rindió y aceptó lo que su madre le repetía al cepillarle los nudos rebeldes de su cabellera, que iba a ser un gran villano del que todos temerían, aún si no era el interés de un niño que solo quería jugar con su padre a las escondidas en el enorme castillo. Su madre atrapada en un maldito espejo sin poder tenerla a su lado, sus consejos para controlar su magia se limitaban a un par de regaños obsoletos, ni siquiera para esconderse en sus brazos en las tormentas heladas, solo saludandola a través del espejo de su habitación todos los días antes de sucumbir a un aburrido día al lado de las criaturas tenebrosas del calabozo subterráneo de su hogar.

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora